La cuenta de la vieja



Es tan simple que está al alcance de cualquiera. Dos más dos, cuatro. Y si hay cuatro, no se pueden gastar cinco. Para hacerlo, hay que pedir prestado uno. Claro que si te lo prestan, has de devolverlo. No uno, uno y algo más. Y ahí está el quid. Si se fían de ti, no te lo pondrán difícil; todo lo contrario de si no eres de fiar, que entonces intentarán aprovecharse. ¿Cómo? La cosa habrá que explicarla. Veamos.
Hubo una vez un judío que prestó a un cristiano. No le puso un tanto de interés por su dinero. No. Exigió de rédito una cierta cantidad de carne de su propio cuerpo. Una barbaridad, ¿verdad? Aún así el cristiano aceptó. El judío sabía de sobra que el cristiano nunca podría saldar su deuda. Por eso puso esa condición.
Ahora viene un señor ministro y dice que el mercado, o los mercados, son irracionales. Bien, una cosa es que sean imprevisibles, y otra que sean irracionales. Hay una, dos, tres y hasta cuatro razones por lo menos que mueven a los mercados; pero la irracionalidad no está en ellos, sino en quien se mete sin pensar. Y yo creo que este buen señor, al decir esto, o antes, no ha pensado bien, o al menos lo suficiente. (Como según me han dicho este caballero procede del mundo de las finanzas, tengo para mí que calla más que habla; vamos, que no dice todo lo que sabe.)
Si a Alemania le piden menos del 1% y a España más del 7% la cosa está clarísima. Quien se está llevando los euros a espuertas es Alemania.
Lo que yo me pregunto ahora es ¿quién demonios le presta a Alemania a menos del 1, pudiendo prestarle a España a más del 7?
¿Temen, acaso, que España no pague? ¿Cuándo ocurrió tal cosa? Yo no lo recuerdo. Pero si realmente quisieran que pagase, lo tendrían bien fácil: poner un tipo a su medida, no una salvajada.
Está claro, ya lo digo y me repito: hay una intención racional de distanciar a ambos países, romper el sueño europeo y acabar con esa moneda artificial, todas los son en realidad, que se llamó euro. Y me está dando por pensar que Alemania está en el ajo. Y mira que no quiero ser, ni parecer, malpensado…
Vieja friendo huevos. Diego Velázquez, 1618. ‪National Galleries of Scotland‬

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