Un amable lector me
solicitó desde Argentina alguna información sobre los perros de Cervantes. Fue
con motivo de mi reportaje sobre Valladolid y algunas de sus plazas. Recabé
toda la información que pude y se la remití. Pero al tiempo que indagaba sobre la
existencia real o meramente literaria de Cipión y Berganza, los
protagonistas de Coloquio de los perros, me encontré con un texto de un
autor vallisoletano, que me fue llevando de éstos al Hospital de la Resurrección, y del hospital a la casa donde con toda certeza vivió Miguel de
Cervantes en la ciudad de Valladolid.
Me interesó muy
especialmente la imagen del Jesús Resucitado que presidió la enorme puerta de
entrada del Hospital de la Misericordia. Cuando la piqueta hizo de las suyas en
Valladolid, cargándose mucho de lo más histórico para poner en su lugar
modernos edificios, estamos hablando del siglo XIX, milagrosamente se
salvaguardaron la puerta y la imagen. La primera está en propiedad particular y
la segunda en un lugar notable de la casa de Cervantes.
Esta mañana he
aprovechado un viaje al centro para hacer estas fotografías y comprobar que, en
efecto, al Cristo le falta una mano, como al mismo Cervantes. Pero ninguno de los dos estuvo manco.
Y ahora aprovecho la
tranquilidad de la noche para colgar este texto.
Cervantes en su
casa
Conociendo
el entusiasmo con que ha actuado la piqueta en
Valladolid y sabiendo el estado de frustración en que quedó la ciudad tras el
retorno de la corte a Madrid en 1606, uno no se explica por qué no fue demolida
la casa de Cervantes que estaba en un sitio inapropiado, insano y alejado del
núcleo urbano. Sabemos que quien la mandó construir la levantó para hacer un negociejo ante la
necesidad de viviendas que provocó la corte de Felipe III al venir a
Valladolid. Pero la verdad es esta: Valladolid es la única ciudad española que puede alardear de la única y
auténtica "casa cervantina" de todas las que se enseñan por ahí como
viviendas en la que
habitó el ilustre manco.
Conviene,
aunque sea repetir una historia sabida y escrita en muchas ocasiones y por
plumas y ordenadores mejores que los míos, abundar en la historia de la casa de
Cervantes y procurar hacer un esfuerzo para ponernos en el pellejo de aquel
ex-soldado y ex-cautivo decepcionado porque la Administración del Reino le dio
con la puerta en las narices cuando le pidió un cargo público de los que
estaban vacantes.
Al
asunto: La localización de esta casa y su conservación hasta nuestros días se debe a un
grupo de cervantistas, entre los que se encontraban: el profesor de la Escuela
de Comercio de Valladolid, José Santa María de Hita, que fue quien localizó y
documentó la casa en 1862; el vallisoletano Benigno de Vega Inclán, segundo
marqués de este título (auténtico salvador de la casa, que en 1912 se
encontraba en estado ruinoso pero que llevaba cincuenta años localizada y
documentada); el hispanista americano, creador de la Hispanic Society, Archer
M. Huntington, y el rey Alfonso XIII.
Se
cuenta que el rey Alfonso XIII puso de su propio bolsillo los dineros
necesarios para comprarle a su último propietario la modesta vivienda que
habitó el escritor, para que posteriormente pudiera ser rehabilitada
conservada. (Se supone que el dueño ignoraba ambas situaciones: que la pagaba
el rey y que en ella había vivido el autor del Quijote, pues ¡buenos son los
caseros para dar facilidades y desaprovechar un negocio!) Las otras viviendas
anejas que formaban el conjunto del edificio fueron pagadas por el marqués de
Vega-Inclán y el hispanista Huntington.
Les
pido a los lectores un esfuerzo de imaginación para que se trasladen a aquellos
años en que Cervantes, sus dos hermanas, su hija natural, su mujer abandonada o
"abandonadora", su sobrina y una criada montañesa, vivían en los
cuartos que alquilaron. La imaginación tiene tres sólidos argumentos
fidedignos: la corte estaba en Valladolid, nuestra ciudad era un ir y venir de
personajes ilustres, el propio duque de Béjar, a quien dedicó Cervantes la
Primera Parte del Quijote, andaba por aquí hecho un chaval, porque lo era; y de
aquí no se movía nadie porque aquí estaba el negocio y el momio. Valladolid era
el meollo del cogollo del bollo. Resulta curioso observar que el gran escritor,
ya autor de la primera parte del
Quijote, aunque todavía no había salido de la imprenta, ayudaba a su hermana Andrea
en tareas impropias pero necesarias en una familia donde hay un hombre que sabe
escribir y de cuentas. A Miguel de
Cervantes le tocaba escribir las facturas y las cuentas que se cobraban
en la casa por trabajos de costura y lavandería. Lo demuestra una factura conservada
entre los papeles del marqués de Villafranca escrita de puño y letra de nuestro
escritor por trabajos realizados por su hermana mayor, Andrea. Hay en el documento una
segunda cuenta en la que se detallan "los lienzos y holandas y cambrays"
comprados para los arreglos de la ropa recogida en casa de Don Pedro de Toledo,
marqués de Villafranca. Esta cuenta es la que de su puño y letra hizo
Cervantes. Y a renglón seguido hace la cuenta al detalle, observándose en ella
un renglón de 31 reales para "la lavandera", de lo que deducimos que
Andrea y las demás mujeres de la casa tenían organizado un taller de costura y
lavandería con el que iban tirando a la espera de que le llegaran a su hermano
tiempos mejores con los negocios de la poesía y de los entremeses teatrales.
Tenía entregada en la imprenta una historia de un hidalgo manchego medio loco,
que iba a dar mucho que hablar y esperaban que también diera algún dinero, pues
se lo había dedicado al duque de
Béjar (de cuya generosidad no hay datos). La imprenta trabajó sobre el
manuscrito durante algunos meses y los primeros ejemplares en pliegos sueltos
llegaron a Valladolid en el invierno de 1604, pero con el taco de 1605 porque
faltaban algunas licencias que habrían de concederse en Valladolid, pues, ya
digo, aquí estaba el meollo del cogollo del bollo.
José Delfín Val. Cervantes en Valladolid. © El Mundo 2005
Como puede observarse en ambas fotos, de mancos, nada de nada. Simples habladurías.
Miguel Angel, un interesante seguimiento el de estas manos fantasmas que aparecen y desaparecen.
ResponderEliminarEs toda una labor de investigación.
Deseo que el sabuesin herido siga mejor.
Te mando un abrazo.