Así me he pasado el
último tramo de esta tarde luminosa, hasta que el sol se ha metido tras el
taller de Jose y la casa de Alicia.
¿Te cosemos algo? me
preguntan cada viernes cuando llegan las señoras a hacer prácticas con la
singer de mamá. Mi respuesta casi siempre es que ya lo tengo hecho. Y es
verdad. Propiamente la aguja sólo la cojo para reparar calcetines, o cuando
compro pantalones y no quiero que me los corten en la tienda; los cosen a
máquina y luego no tienen un segundo arreglo, porque ni dobladillo dejan; y si
lo dejan es tan raquítico que, luego al desdoblarlo, da el cante.
Con los calcetines
tengo un problema sempiterno: como me gustan finos, en cuanto los dedos se
estiran, asoman por algún agujero. Y me da pena tirarlos, pudiendo repasarlos.
Así que salvo unos pares por estrenar, todos los tengo recosidos.
No me avergüenza. Al
fin y al cabo van en los pies y dentro del calzado. No se ve si tienen costuras
de más, y si éstas están hechas al derecho o al revés. Pero hombre, ¡si por
tres euros compras media docena!, me dicen. Y qué, ¿es desdoro llevar
calcetines cosidos?
Y mientras estaba en
mi faena, me ha dado por pensar si esto de los calcetines es mentira. Al quedar
oculto el parche, sólo se descubre al quitarme los zapatos. ¿Porque no se ve no
es mentira?
Hoy no se cose por
comodidad y por falta de tiempo, las prisas. También porque no mola llevar
prendas reparadas, salvo que salgan así de la tienda. Puede que se piense que
hemos alcanzado tal nivel que no está bien ir con coderas, culeras y
rodilleras, estamos en Europa. Y, en fin, es posible que seamos más tontos que
GH [1], y vistamos más hacia la galería que por gusto.
El caso es que traen
ropa impecable para dar en la parroquia, y nadie siente pena por desprenderse
de ella. Y si no lo quieres, lo tiro al contenedor, me replican cuando me quejo
de los bolsas y bolsas que dejan a la puerta de la nave [2].
Pienso que la mentira
no está en mis calcetines recosidos, que son honrados a toda plana. La mentira
la veo en ese no querer reconocer que no somos por lo que nos recubre, sino por
lo que ocultamos. Y estamos ocultando tanto, tanto…
Ya es público y del
dominio de toda la concurrencia que hay entidades bancarias que han tapado sus
números rojos con rotulador azul. Ahora se nos dice que hay números falsos en
muchas autonomías, precisamente las que más cacarearon sus obras faraónicas. Yo
lo tengo aquí cerca, y me ha dicho una persona suficientemente informada que
algunos edificios emblemáticos de mi ciudad van a tener que pararse, porque no
sólo no están pagados, es que ni se pueden mantener abiertos, porque generan
tal gasto que no hay dinero.
El susto de hoy me lo
ha dado un nadador en los vestuarios. Parece ser que ya ni piscinas vamos a
tener. Siete hay municipales; los domingos y festivos por la tarde sólo dos están abiertas
hasta las ocho. Amenazan con cerrar algunas para reducir gastos. A este paso tendré que engordar un poco, porque me veo nadando
en el Pisuerga. Ya se sabe que las focas y las morsas aguantan la gélidas aguas
donde nadan a base de recubrirse con una gruesa capa de grasa bajo su piel.
Lo que no ha sido
mentira ocurrió esta mañana. Incontable el número de personas que se pusieron
primero de pie y luego en fila de a uno para recibir la Unción de Enfermos [3].
Enfermas declaradas, unas cuantas; descubiertas en el crítico momento, el
resto. A I se le notaba la quimio reciente en el cansancio de su cara. A
bastantes, que la procesión iba por dentro. Y a suficientes, que hay
enfermedades que no tienen cura ni tratamiento a costa de la sanidad pública.
¡Ojalá ellas experimentaran
el consuelo que buscaban, porque lo que es yo terminé más cansado que un perro;
dicho sea con el debido respeto hacia mis amigos!
¡Ni se os ocurra encargarme que os meta los bajos de los pantalones! ¡Lo odio!
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[1] GH: iniciales que no sé
a quién puedan corresponder. Mi padre lo decía cuando quería indicar que
alguien eran tonto, tonto. Si se lo contó alguien, si lo inventó él solito, si
conoció a alguien que llevara la tontería a grado superlativo… se lo calló.
[2] Dice P que no me hagáis
nada de caso y que sigáis trayendo ropa lo más nueva posible, que viene muy
bien y se lo lleva la gente para tener algo que ponerse.
[3] No pudimos hacerlo
cuando correspondía, en el 6º domingo de Pascua, porque necesitamos ese tiempo
para las primeras comuniones. Pero en próximas ediciones haremos un calendario
como dios manda.
¡Me ha encantado tu entrada porque me ha hecho reir!.
ResponderEliminarA mí tambien me da mucha rabia sacar el dedo por los calcetines o las medias, y tirarlas, no lo hago. Tengo un truco que te lo dejo copiar (y te lo digo a tí solo porque visto lo visto , se que me vas a entender y no a reir):
Compro unos guantes de algodon en los chinos y les corto los dedos. Como mi problema es el dedo gordo, me enfundo uno y encima me pongo en calcetín, ¡Un éxito!, cada par de guantes dan mucho de sí .
Un abrazo muy fuerte.
Miguel Angel, pues ahora me dedico tambien a coser esos bajos de pantalon que a ti no te gusta...me compré una maquina de coser,con el dinero que hubiera gastado en un año de no fumar un paquete diario, esto fué antes de caerme y ahora es cuando la estoy utilizando.
ResponderEliminarMe encanta venir a escuchar esta canción de la distancia y eso que no me gusta entrar en un blog y se dispare automaticamente la musica.
No me gusta llevar"tomates"en los calcetines, yo soy de las que los tiro enseguida.
¿sabes algo de Laura?, le escribí un correo que no ha contestado y no se como puede estar.
Recibe un abrazo, amigo.
Rosi, gracias por la información; buscaré esos guantes de algodón chinos.
ResponderEliminarMe alegro de provocarte la risa, resulta sumamente sano. Un abrazo
Anna, ya tienes ocupación: a ratos la guitarra, a ratos la costura. No falla, tienes entretenimiento asegurado.
De Laura no sé nada desde hace días, pero no creo que pase nada. El trabajo la absorbe demasiado, y también su huerto-jardín en esta época entretiene mucho. Veré si me entero. Un abrazo.