Montgomery Clift en Yo confieso, de Alfred Hitchcock |
Cuando celebramos el Sacramento con todo el grupo, faltaron cinco. ¿Y ahora qué? me dijo un padre de alguien que no pudo estar. Pues, ya veremos cómo lo hacemos, le contesté. El domingo vino otra madre para que confesara a su vástago justo antes de misa, y le dije que no, que si con todos lo había hecho en celebración comunitaria, con los que no estuvieron lo haría de igual manera. Así que les he citado para hoy, y han venido cuatro.
Tras dudarlo un instante, si hacerlo breve o no, me decidí por repetirlo tal cual con los cuatro que estaban presentes: dos niños y dos niñas.
Empezamos preparándonos para este momento tan importante para ellos, ya que era la primera vez y estaban entre nerviosos y expectantes. No fue difícil, porque hoy en día la chiquillería viene muy preparada. Y tres años en catequesis sirven, vaya si sirven. Aunque según se dice ahora nadie se arrepiente de nada, ni nadie pide perdón a nadie.
Luego escuchamos y visionamos con la ayuda de unas diapositivas el episodio de Zaqueo, el que se subió a una higuera para ver a Jesús, y recordamos que Jesús se figuraba a sí mismo como el pastor que no deja que ninguna de sus ovejas se extravíe. Y a partir de ahí, fueron revisándose en los diversos aspectos en que se desarrolla su vida, al tiempo que iban apuntando en un papel las cosas que ellos consideraban sus pecadillos.
En un momento dado, una de ellas dijo que no le cabía más, y, cuando ya estaba con otra cuartilla para dársela, se dio cuenta de que podía seguir escribiendo por el otro lado. Tras ese pequeño percance terminamos de hacer recuento de su breve existencia, que para ellos es todo su mundo. Pusieron su nombre, firmaron y rubricaron ante la mirada de quienes les acompañábamos.
Puestos en pie, y muy serios, recitaron el “Yo confieso” que leyeron de otra hoja que les di. Y fue entonces cuando me quisieron dar lo que habían escrito. Y fue entonces cuando les dije que a mí eso no me correspondía, y que tampoco nos importaba a los mayores; les recordé que si lo habían escrito es para que lo tuvieran bien claro que eso no estaba bien, y para no volver a hacerlo.
Y a continuación expresaron su arrepentimiento y pidieron perdón. Les di la absolución junto con un abrazo de reconciliación y echaron los papeles, sin leer y hechos un ovillo, al brasero. Ahí los quemaron, y supieron que habían sido perdonados, porque sólo quedaban cenizas.
Tras el “Padrenuestro” recibieron la cruz, como signo y recuerdo de que habían participado en el segundo sacramento de su vida cristiana.
Dentro de poco, accederán al tercero. Pero esa es otra historia.
No hubo tiempo para más, y se fueron corriendo porque es día de cole, y, si no tenían deberes, alguna actividad del tipo que sea estaba esperándoles.
Brasero de tizón |
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Huelga toda explicación, pero quede claro que la imagen que se llevaron los niños de esta celebración no fue la de allá arriba, sino esta de aquí abajo. Lo encendieron ellos mismos y no se marcharon hasta verlo apagado.
Y aprendieron el valor del perdón y vaciaron su corazón del peso de la culpa para recibir la alegría de sentirse unidos por el amor.
ResponderEliminarUn saludo
ibso
Exactamente, Ibso, no lo habría expresado mejor aunque hubiera escrito cinco folios.
ResponderEliminarY desde luego que no se les olvida. El domingo hicieron lo mismo los jóvenes que se confirmarán dentro de quince días, y los encontré igual de animosos que estos peques.
Algún padre/madre me ha contado sus experiencias de antaño, y como que les tienen una pizca de envidia. ¡Ya ves qué cosas!
Un saludo cordial.
Ana y Diego lo hicieron igual: en una celebración comunitaria en la que les acompañamos sus padres escribimos (todos) lo que "no nos dejaba ser felices" (así les explicaron el concepto de "pecado"). Y luego lo quemamos juntos. No recitamos nada. Y tengo que confesar que el "yo confieso" me da escalofríos. Hace tiempo que no me creo eso de que nadie tenga que interceder por mí ni por nadie ante Dios nuestro señor, estoy segura de que no lo necesita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ana y Diego lo hicieron igual: en una celebración comunitaria en la que les acompañamos sus padres escribimos (todos) lo que "no nos dejaba ser felices" (así les explicaron el concepto de "pecado"). Y luego lo quemamos juntos. No recitamos nada. Y tengo que confesar que el "yo confieso" me da escalofríos. Hace tiempo que no me creo eso de que nadie tenga que interceder por mí ni por nadie ante Dios nuestro señor, estoy segura de que no lo necesita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Aquí la mayoría de padres se quedaron mirando, y salvo excepciones, no participaron.
ResponderEliminarDe lo último que afirmas, sólo puedo decir que Dios puede que no lo necesite, yo sí. Dios será impotente, como decía Bonhoeffer, y débil en el mundo, y sólo así está Dios con nosotros y nos ayuda; pero yo me siento un mierdecilla, y necesito sentirme arropado y con todos los santos del cielo y de la tierra de mi parte cuando pido que se me perdone. Y les convierto en intercesores, porque eso me humaniza a mí y humaniza a Dios al ponerle rostro y sentimientos. Yo no he conseguido cambiar de paradigma y visualizar en gestos la “acción de Dios” en mi favor me es totalmente necesario, imprescindible. Al menos de momento.
Un abrazo
Ahí no te sigo, Miguel Angel...que le vamos a hacer. Y no en no sentirme también una mierdecilla, sino en tener que arroparme en otros para atreverme a ponerme frente a El, que es el AMor con mayúsculas. Espero mucha más comprensión, perdón...de su parte que de la de todos los santos del mundo...
ResponderEliminarYa veo. Hilo directo con el Padre/Madre no he logrado nunca. Sólo y apenas a través del Dios-con-nosotros en pura carnalidad, Jesús. Él me ha hecho ver que la divinidad se sacramenta de múltiples maneras. Pero, si algún día accedo a la visión beatífica, agradeceré muy mucho a todas las realidades terrenas, humanas, animales, vegetales e inorgánicas que hasta entonces han sido mediadoras suyas en mi provecho.
ResponderEliminarIncluso cuando San Agustín dice que Dios es lo más íntimo de mi propia intimidad, resulta que soy yo el mediador de mí mismo.
No puedo decir otra cosa. Y desde luego, no se te ocurra seguirme; tú tienes tu propio sendero.
Un abrazote.
jajajja, digo que no te sigo como sinónimo de "no lo comparto".
ResponderEliminarNo se trata ni de hilo directo ni de visiones beatíficas...ni tampoco creo que la oración en concreto se refiera a lo que expones, sino a un concepto de Dios que dista mucho del mío. En eso y en lo de "Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa", con golpes de pecho incluidos.
Qué descanses.
Es bastante normal que ocurra eso, y no pasa nada.
ResponderEliminarSoy chico de pueblo, y la tierra a mis paisanos les ha racaneado siempre el fruto del trabajo de sus manos; con sudor y sufrimiento han sacado de ella el alimento a lo largo de los siglos. Sin embargo otros pueblos han vivido simplemente tomándolos. Comprenderás que yo tenga de la madre tierra una concepción completamente diferente a la de ellos, a la que llaman Pachamama.
Las rogativas para pedir la lluvia, las novenas para que no viniera el pedrisco, las procesiones para celebrar la primavera, las fiestas a la patrona con la cosecha a buen recaudo… y vuelta a empezar con la sementera y que el grano no se malograra durante el frío invierno, marcan toda una vida. Dirás que qué ser más primitivo; y acertarás.
Al fin y a la postre, al Abba de Jesús cada quien se lo imagina luego a su imagen y semejanza. Y a mí me ha sucedido que hubo una temporada que lo “visualizaba” como Don Quijote, con quien me encontraba a solas en una cabaña escondida dentro de un espeso bosque. Ahora ya no necesito ir a buscarle, lo tengo justo al lado. ;=)
Por lo demás, “por mi culpa”, “no soy digno” o “perdón, Señor, perdón” no me salen forzados, todo lo contrario. Golpes de pecho no me doy, ni tampoco gasto cilicios, pero si me hiciera falta echaría mano de lo que fuere necesario.
Descansaré. Moli cuida mi casa mientras duermo y también vigila mi sueño. Y mañana, si no me levanto a la hora, ya la tengo encima de mí.
Que descanses tú también.
Vuelvo a leer mi último comentario y no estoy nada conforme con él. Pero no lo quito. Añado, eso sí, que en el lenguaje con que hablo con Dios utilizo expresiones que nunca referiría a otros seres, y no por ello me siento en contradicción, ni me repugna hacerlo. Esa intimidad no la comparto con nadie más, y es la única excepción en la que ni me ruborizo avergonzado, ni me engrío ensoberbecido. Le pido, porque necesito pedírselo; le exijo porque también me es necesario; le riño, le requiebro, y humillarme ante Él me sitúa en mi lugar.
ResponderEliminar¡Qué guay lo hacéis ahora, Míguel! Hombre, si hay que confesar que sea así, es estupendo, la conciencia que sea de cada uno no del cura que ¡vaya usté a saber!. Ahora bien, ya en plan frivolón, si el cura es este Montgomery Clift, que está soberbio en esta peli y en esta foto especialmente, pues un sacrificio se puede hacer y confesarle lo que sea necesario con tal de oírle: "ego te absolvo...", jajajaja.
ResponderEliminarBesos