¡Velasco, cállate!
¡Si no estoy hablando, estoy memorizando las bienaventuranzas! Pues, sigue
estudiándolas, pero no te las voy a preguntar.
Este a modo de
diálogo ocurrió en clase de religión, 6º de bachillerato, Colegio Centro Cultural,
año 1965, y era Eduardo Zurro el profesor, también el director, y cura
diocesano, para más señas.
Continuó la clase
hasta que al llegar a mí, salta el orden y pregunta: ¡Velasco! dinos las
bienaventuranzas. Tartamudeando, porque entonces eso me solía ocurrir, intenté
enumerar la serie… y no me salió.
Aquel sábado tuve que
volver al cole para, castigado por hablar en clase, pasarme la mañana entera
allí encerrado.
Sin embargo yo me
sabía el catecismo. Incluso recibí por ello premios. Tres diplomas guardo en
casa. Claro que eso fue muy de pequeño, en otro colegio y con otro catecismo,
el del padre Astete.
Ahora tengo en casa
uno muy gordo, con pastas color butano, y letra muy prieta. No me lo sé de
memoria. Imposible para mí.
Un amigo mío tiene la
especialidad en catequética y guarda en su biblioteca más de quinientos, sí
500, catecismos de todos los tamaños, de todas las épocas, por lo menos desde
que se inventó eso de escribir todo seguido la doctrina cristiana. Nunca me ha
invitado a su casa para mostrarme tal cantidad de doctrina de fe y de buenas
costumbres.
Un catecismo es, más
o menos, como la base de lo que se debe saber, una especie de compendio. Sin
embargo, a mí me gusta ir a las fuentes, y un catecismo es un simple apaño. Me
explico.
Alguien ajunta en un
mismo sitio lo que está por ahí desperdigado. Todo, desde el evangelio hasta la
última disposición oficial, y con ello elabora un discurso todo seguido, desde
el principio del principio hasta el final; y queda ajustado y completo. Ahí
está, viene a decirnos, lo que hay que saber para ser de verdad un creyente con
todas las de la ley.
Tiene un pero. No
vale decir simplemente “catecismo”; sino “catecismo de”. Y esto porque al
recopilar todo lo recopilable, y al darle forma y expresión, está, quien
recopila, dándole su visión particular, su punto de vista; lo está haciendo
desde sus postulados vitales, filosóficos, teológicos y demás. Otra persona,
con los mismos materiales elaboraría otro epítome con variantes respecto del
primero. Y si hubiera más compiladores, resultarían otros catecismos más, todos
distintos, aunque partan de lo mismo.
Por eso hay que
decir: Catecismo de San Pío V, Catecismo de San Pío X, Catecismo del Padre
Ripalda, Catecismo del Padre Astete, o Catecismo de la Iglesia Católica, que es
el último, publicado por Juan Pablo II en 1992 y actualizado en 1997. Yo tengo
este último, pero sin actualizar; o sea, que no estoy al día.
Pero tampoco me importa,
porque yo no soy de catecismos. A mí me gusta ir a las fuentes. O sea,
directamente a la Sagrada Escritura, a los documentos conciliares, a las cartas
papales que tiene nombres diversos como encíclicas, decretos, motu propio, en
fin, diversos.
Dicen que en el
catecismo está todo. Pero en mi opinión le falta algo, salvo que sólo se busque
exactitud; le falta vida. Es una cosa petrificada, como congelada en el tiempo,
que no le deja a uno espacio para pensar, para respirar, para sentirse vivo.
Digo esto porque ahora mismo me viene a la mente una pregunta y una respuesta
que me aprendí de memoria y no he conseguido olvidar:
P.:
Además del Credo y los Artículos, ¿creéis otras cosas?
R.: Sí, Padre, todo lo que está en la Sagrada Escritura
y cuanto Dios tiene revelado a su Iglesia.
P.:¿Qué
cosas son ésas? R: Eso no me lo preguntéis a
mí que soy ignorante; doctores tiene la santa Madre Iglesia que lo sabrán
responder.
Maestro:
Bien decís que a los doctores conviene, y no a vosotros, dar cuenta
por extenso de las cosas de la Fe; a vosotros bástaos darla de los Artículos,
como se contienen en el Credo.
No, no tengo nada de
doctor. Tan ignorante como el que más. Así que cuantas veces recité, según
venía la pregunta del anterior, yo lo respondía de seguido, y no pensaba, sólo
me preocupaba de repetir exactamente las palabras para no fallar.
Luego ya no me servía
para nada, porque al fin y al cabo sólo me bastaba con saber y creer los
artículos del credo.
Así me he hecho
mayor, y no uso el catecismo, ninguno. Los tengo porque hay que tenerlos, pero
no me sirven.
Ahora parece que
gusta eso de volver al catecismo. Y más que volver, cogerlo para arremeter con
él. ¿No tienes el catecismo? ¡No te lo sabes! Y a la que te descuidas, recibes
un ladrillazo.
Es bonito tener fe,
creer y celebrarlo con el grupo, la comunidad. Me chifla cantar y rezar, sin
llevar la voz cantante, sólo dejándome acunar y mecer con el concurso y el
ánimo de las otras personas. Y cuando estoy yo solo, pues solo pero en
comunión, nunca a parte ni separado.
Pero cuando vienen a
por mí con el catecismo en ristre, me entra una congoja, una pena, una angustia…
Y parece que me vuelvo a encontrar ante un examen de aquellos en que me exigían
el hebreo bíblico de memoria, aquella dichosa koiné que nunca entendí y hube de
aprenderme porque sí.
Mil veces preferiría
la fe del carbonero, aunque no me dieran ningún encargo, que dármelas de sabiondo
a golpe de catecismo.
¡¡Buenos días Míguel!, el domingo escribí un comentario en La Anunciación, pero no entró, no se que pasa.
ResponderEliminarBueno en resumen decía, digo, que el cuadro de Fra Angelico me gusta mucho y que encierra todo lo que para mi significa" hágase en mi según tu palabra", por la ternura, la delicadeza, la luminosidad....
Bueno me voy a trabajar, empecé ayer y fue...¡¡¡horribilis!!! , eso fue ayer, seguro que hoy es de otro modo.
Besos guapetón.
tengo una anécdota que te va a encantar: estudiando el catecismo que citas y respondiendo a la profe que me preguntaba lo mismo respondí muy convencida: "Eso no me lo preguntéis a mi, que soy ignorante doctor; me tiene la Iglesia".
ResponderEliminarTampoco se me ha olvidado, claro, junto con otras respuestas como que "Dios es nuestro padre que está en los cielos, creador y señor de todas las cosas, que premia a los buenos y castiga a los malos" (toma ya).
Me encanta leerte cuando compartes tu visión de la fe y de la Iglesia. Te siento compañero de camino. Gracias.
Laura, a veces blogger da guerra y no deja hacer las cosas.
ResponderEliminarYa es por la noche y espero que este día haya sido mucho más amable contigo; dile a mañana que empiece ya a ser cariñoso, porfa.
Fra Angelico y su Anunciación es una delicia.
Que duermas suavecito y sueñes con nubes de algodones.
Carmen, ese catecismo está en mi mesilla, y a veces lo ojeo para sentirme niño de verdad antes de cerrar los ojos.
Gracias a ti, compa.