¿Twittear? Y eso…


Pues… no sé qué decir. Esta tarde he recibido una invitación para que me registre en Twitter y a tener a partir de ese momento “las actualizaciones instantáneas sobre lo que está sucediendo alrededor del mundo”. Podré seguir, cual pertinaz sabueso, todos los asuntos de interés.
Picado un poco por la curiosidad, y en estas cosas reconozco que soy casi nada curioso, he mirado un poco el asunto, y no termina de gustarme. A pesar de que me dicen que la audiencia está asegurada si mi pretensión es comunicar.
Al parecer todo consiste en lanzar mensajes de no más de 140 caracteres. Así de sencillo.
He podido comprobar que algunos escritos son frases redondas, que me suenan porque están tomadas de la Biblia, y claro de esas, si no todas, me sé bastantes(1). Pero de otros muchos no sabría qué decir, porque los pensamientos, las máximas, los “puntos” de meditación, para mí como que son cosas del pasado, cuando por la noche el padre espiritual nos dirigía una pequeña plática que consistía en una brevedad que nos dejaba para que la fuéramos rumiando mientras nos dirigíamos al camastro. Así nos podíamos ir santificando antes de que el sueño ocupara nuestro ser.
Nunca, ninguna de ella, sobrevivió en mí, a través del sueño; de modo que a la mañana siguiente ni la recordaba.
No es mi estilo. Necesito más espacio, más palabras, más papel. Tal vez no lo use, pero sí ha de estar disponible; porque, al empezar a expresarme, sé por dónde, cómo y cuándo comienzo, pero del resto sólo cuando llego al final lo compruebo. Si me fuerzan a la concreción, lo más que me sale es “amén”. Y eso es terminar, no empezar.
Tienes cinco minutos para decir lo que quieras, me dijeron en alguna ocasión. Y me ataron. Si dije algo, no era mío; y si lo fue, me declaro en rebeldía, cuando menos objetor.
Lo sufro en ese programa televisivo que ya no veo, porque no aguanto que, cuando alguna persona está en el centro de su expresión, le quiten sonido y oculten su micrófono porque ha pasado el minuto que tenía asignado. ¿Ya terminó? ¿Qué no ha podido decir? ¿Lo que ha intentado resumir representa verazmente lo que piensa? ¿Podrá completarlo con lo que pueda decir en el próximo turno? ¿Conseguiré enterarme de algo substancial con tantas mini frases medio dichas?
Estoy a gusto en mi blog. Lo tengo dispuesto y compuesto a mi manera. Uso la plantilla más ancha que me permite llenar la pantalla entera si fuera necesario, para poner fotos o gráficos, texto propio o ajeno, configurar el escrito con cierto orden y sentido, abriendo o cerrando márgenes, dejando silencios… Y por ello no la cambio por las nuevas ofertas, por muy coquetas que parezcan y estén armadas de artificios, pero tan estrechas que sólo mirarlas, me encajonan.
Y servidor quiere estar desencajanao.

(1) Que me sepa frases de la Biblia, no todas las que debiera por supuesto, no me sirve, aunque bien pudiera darme ocasión, para ir por ahí repitiéndolas por si fueran oportunas o sirvieran para rubricar o justificar cualquier cosa.
Generalmente, una cita, es decir, un dicho sacado del contexto en que se hizo puede ser utilizado para lo contrario de lo que su autor pretendía. Si, a mayores, por brevedad la cita se mutila, recortándola por delante, por detrás o por el medio, aunque parezca muy redonda, en realidad es una m.
Sin embargo, reconozco que puede quedar muy bonito, incluso parecer erudito. Hay gente que se apaña muy bien inventando, copiando o tergiversando frases.

1 comentario:

  1. Pues sí. Yo también rechacé la invitación, en su día, y por los mismos motivos. De hecho me mantengo en Facebook y estoy un tanto arrepentida, cualquier día me doy de baja. Me gusta mucho más pasearme por las "casas" de la blogosfera, la mía incluída...
    Un abrazo y buen fin de semana.

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