El último gesto que
me manifestó fue levantarse de su postración y acercárseme para que lo
acariciara. Estaba en los huesos y temblaba lastimeramente. Bebió luego un poco
de agua y volvió a recostarse. Fue entonces cuando el Jefe lo tapó con un
cobertor. Sin saberlo, fue nuestra despedida.
He tenido que
sacrificarlo, me lo estaba pidiendo. Así me enteré, dos días depués, de que Pancho había muerto.
La enfermedad o el
accidente que provocara su rápido declive y desmejoramiento lo había convertido
en una piltrafa perruna, y encogía el corazón verlo tiritar. No había solución.
Pancho y yo nunca
terminamos de entendernos. Fue siempre fiel a su amo, quien le buscó un
descanso y acomodo jubilatorio tras tanta caza y tanto corral. Pero la vida
muelle no iba con él, que gustaba del espacio abierto, carreras sin medida y el
olor a chamusquina de los tiros cazadores; y terminó obligándonos a devolverlo
a su lugar, el corral y la manada. Allí era el señor. Y lo fue hasta el final.
No me escatimó, sin
embargo, sus saltos, carantoñas y arrumacos, cada vez que volvíamos a
encontrarnos, mostrándome amistad, pero señalándome al tiempo que su lealtad
estaba reservada para otro.
Recuerdo ahora que
cuando les paseaba a él y a Moli, sentía como unos celos extraños si la gente se
fijaba más en él que en ella. ¡Qué perro más bonito! solía decir el personal, pasando de
fijarse en Moli, en quien yo tenía y tengo mis complacencias. Esa especie de
rivalidad me desazonaba. Ya pasó, está olvidado.
Sí, a Pancho la
muerte le ha aliviado, le ha liberado, le ha salvado. No ha sido ni buscada ni
deseada; sólo y simplemente, necesaria.
Que no me vengan
ahora los pregoneros de la dignidad con su perorata de que la eutanasia es
inmoral porque toda vida es sagrada. Precisamente por ello, Pancho no podía
seguir viviendo. Ni Pancho… ni nadie en sus mismas circunstancias.
Algo se me ha muerto
a mí con la muerte de Pancho. No quiero ni pensar lo que se le ha muerto al
Jefe; no consigo calcularlo, mucho menos expresarlo.
Pues sí Miguel Angel, algo se lleva quien algo da.
ResponderEliminarPero tambien mucho deja.
Yo tuve varios perros, al ultimo le dediqué esta entrada:
http://izaratie.blogspot.com/2010/11/hola-kuski.html
Saludos y feliz año nuevo.
Hola Miguel Ánguel.
ResponderEliminarEs cierto, mi perrita Neska también pasó por ese trance ,se durmió en ms brazos y el dolor aún no lo puedo describir; pero como bien dice Izara, nos dieron mucho y se llevaron lo más noble de nosotros... han pasado años y todavía la veo asomando su cabeza por la cocina cuando hago pescado, le encantaba. Neska era una pura raza callejera, única, era nuestra perra.
Te deseo un buen año; falta nos hará.
Un abrazo.
Aloe.
Te entiendo y comparto lo que sientes. Yo también he pasado por ello.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
Se de lo que hablas, y no hay palabras, lo dan todo hasta el ultimo minuto, en sus ojos se refleja la lealtad el amor y la fidelidad que nunca dejan de procesar, yo tuve una bretona como Pancho y ahora tengo 2 bretos , macho y hembra, Betty y Pancho, son mi vida. Pd.- tienen su fecbook bettypancho.
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