Esto fue el lunes, aunque
hoy es domingo.
Había rebasado la
hora de acabar mi siesta, pero Berto me arrullaba cariñosamente y estaba aún
tumbadazo, saboreando el olor cálido de las sábanas recién lavadas, -es lunes,
día de colada, como toda la vida en mi casa familiar. En esto entra y dice
apremiante, están todas en el patio, porque dicen que huele a gas en el Hogar.
Me tiro,
literalmente, y consigo caer de pie. Salgo y, sin apenas saludar, entro a ver
qué pasa. ¡Qué raro! me digo; esta mañana, cuando levanté las persianas y eché
un ojo a todo, lo encontré normal; ¿fuga de gas?
Miré los mandos de la
cocina, observé el calentador, toqueteé los mandos de acá y de allá, y todo
estaba en su sitio.
¡Aquí no huele!
¡Pues sí! Lo que pasa
es que tú no tienes olfato.
Insisto en que no
huele y paso al cuarto de calderas a apagar la calefacción. Ya está encendida
desde que las lluvias del otro día enfriaron el ambiente. Es lo que pasa en los
edificios de planta baja, el suelo toca directamente con la tierra, y tan
pronto se enfrían como se calientan. Debería ser al revés, como en las bodegas:
cálidos en invierno, frescos en verano. Pues, no.
Salgo al patio y allí
las veo a todas. ¡No huele! ¡Sí huele! ¡Pues si no queréis entrar, no entréis,
pero no huele!
Las dejé, volví a
casa y me puse a ordenar la cocina, fregadero incluido.
Tras realizar mis
faenas domésticas y alguna que otra cosilla más, vuelvo a pasar por el Hogar y
las encuentro afanosas sobre sus trabajos manuales.
¿Huele? ¡Pues antes
sí que olía! Y ¿os parasteis a pensar si el olor era de fuera? ¡Pues no!
Que digo yo, dice una
más, que mires a ver si están bien cerradas estas llaves. Voy y veo que han
cerrado ambas llaves de paso, la de la cocina y la del calentador. ¡Sí, están
bien cerradas!
Así debería ser el cuarto de calderas. El nuestro es tan pequeño que no sale en una foto |
¡Para qué decirles
que estaba cerrada la llave general del gas! Tampoco hacía falta; es una
instalación con todos los resortes habidos y por haber; incluso una célula
sensora que en cuanto nota un pequeño escape de gas de un mechero corta y
cierra que no te da tiempo ni a parpadear.
Por cierto, aún no he
llamado a nadie para que realice la preceptiva revisión de la instalación del
gas. Me lo apunto en “pendiente”, no se me vaya a olvidar.
De algún sitio vendria el olor a gas, digo yo.
ResponderEliminarQue tengas feliz domingo.
Un abrazo.
Recuerdo el cuento de Pedro y el lobo. El problema es que huele a gas, sin duda alguna.
ResponderEliminarAnna, gracias por tus deseos. En cuanto a los olores, habría mucho que contar. Cerca de aquí hay un matadero de pollos, donde los escaldan para desplumarlos. Y también la mastodóntica depuradora de aguas residuales de la ciudad. Además, el río Pisuerga pasa justo al lado, y además hay un surtidor de gasolina en el barrio. ¡Y estamos hartos de quejarnos al señor alcalde, porque las alcantarillas “cantan” más en verano que en invierno, pero vaya sin “cantan”.
ResponderEliminarO sea, que lo raro es que no huela a gas metano en toda esta comarca.
Juan, ahora que caigo, podría haberles cantado eso de “son tus perjúmenes, mujer, los que me suliveyan…”; el caso es que yo no sé qué pasó, pero cesó el olor, acalló el rumor y ellas realizaron sus actividades. Ya no se volvió a hablar del tema.