“Que no, Miguelangel, que ahora se hacen las cosas de otra manera”, me dijo ayer mi fontanero cuando me vio rescatar una vieja llave de compuerta, de las buenas de toda la vida. Y me lo cogió para tirarla entre los escombros.
Esta tarde la he recuperado, la he desprendido las cascarrias y ya la tengo preparada para colocarla en el riego por goteo del jardín.
La vieja instalación de agua estaba imposible, y ha tenido que ir toda completamente nueva. Ha supuesto ponerlo todo patas arriba, pero por poco tiempo; el viernes, a más tardar, tapo la zanja y lo dejo como antes.
¿Como antes?
Mientras hacía unas chapucillas en la nueva caja del contador, que antes de ser estrenada ya se descompuso -la vieja, la hice yo con chatarra, y ha durado treinta años; fea pero resistente- me veía a mí mismo en clase de moral con el profesor Higuera. Aquel día habló sobre moral política. ¿Es ético el comportamiento de quienes viviendo en un sistema social injusto no hacen nada por cambiarlo? ¿Es mejor una actitud crítica que promueva una evolución positiva aunque sea muy lentamente o acortar el tiempo provocando un cambio brusco, una revolución? ¿Métodos no violentos o a las armas que ya es hora?
No eran, por supuesto, éstas las preguntas que él planteó como motivo de su disertación. Tampoco las que le dirigimos su alumnado. Pero se habló de todo ello y de mucho más. Ni que decir tiene que el pacífico buen hombre P. Higuera SJ aconsejó como procedimiento más acorde con el sentir cristiano cualquier acción no violenta, que persiga alcanzar el fin de mal hacer político lo menos traumáticamente, no sólo porque una revolución supondría una vuelta atrás en el nivel de desarrollo de un país, sino porque la nueva condición político-social alcanzada dando un salto cualitativo es más que probable que no fuera sostenible a partir de la realidad social del momento. Para él la paciencia y el trabajo callado, -lento sí, pero seguro-, era el mejor modo de ir aproximándose hacia la meta soñada. Nunca condenó, sin embargo, otras opciones políticas. Era muy prudente, y muy sabio.
Este mundo tiene goteras. Algunas son pequeñas y fácilmente reparables. Otras son demasiado grandes y proceden de siglos de negrura. Hay goteras que con un simple caldero cuando llueve se resuelven. Otras afean las paredes pero ni molestan ni ponen en riesgo el edificio. Otras son ocultas, y salen por donde menos sospecha uno; arreglarlas es punto menos que imposible sin romperlo todo, y aún así es probable no llegar a dar con ella.
En fin, qué fácil es decir ¡hay que tirar esta casa, es toda una gotera! ¿Dónde nos vamos a vivir mientras se tira y se vuelve a levantar? La nueva vivienda, ¿seguro que no va a tenerlas?
Estos recuerdos y las reflexiones subsiguientes se me ocurrieron anoche, cuando la luna empezaba a ser llena, y mi casa, patio incluido, estaba declarada oficialmente como “zona de obras”. La imagen es suficientemente explícita:
Ha pasado un día entero. El trabajo ha sido agotador y estoy hecho polvo. Pero casi todo está como es habitual. Si se hubiera producido una revolución nadie lo diría, a la vista de esta otra foto.
La luna ha decidido tardar un poco más, y aún se la espera. Hay cuatro boquetes en el patio que indican que algo ha pasado. Por el grifo sale agua como siempre. Sólo dos pequeños detalles; uno casi imperceptible: el agua sale ahora con más fuerza. El otro ha estado a la vista toda la tarde y creo que no ha pasado nadie que no haya preguntado "cómo haces esto ahora, con el calor que hace". No he querido esperar a la máquina, y he tapado yo la zanja con la pala y el rastrillo. No aguantaba por más tiempo ver mi casa rota y despanzurrada.
La tubería ha sido renovada en su totalidad y el caudal es el que marcan las etiquetas: 2 kg de presión por una sección de ¾ de pulgada, dan una cantidad de agua… que hagan quienes sepan la operación, que yo no estoy ahora para estas labores extras.
Yo sólo sé que espero tener instalación exterior de agua para otros treinta años. ¡Vamos! que no seré yo quien vea su final. Eso espero, al menos.
¡Bravo, bravo, se acabaron las zanjas!, lo siento por tu espalda pero con unos días de sesiones de natación asunto concluido, no hay como ponerse al tajo.
ResponderEliminarBuena idea lo del goteo, piensa antes de comprar los que mas te interesen , es importante.
Besos