¿Dos cientos, o doscientos?

Esto es lo más que me ofrece Internet ante mi pregunta. Esto y también el título de una canción de Enrique Bunbury: “Doscientos huesos y un collar de calaveras”, que no conozco y voy a ver cómo suena.
Tengo que reconocer que no es demasiado, aunque este último detalle que me aporta pueda tener algún provecho: en Alicante hay una calle que se llama así, “Doscientos”. Mira que he paseado muchas veces por Benalúa, pero esa calle no la recuerdo. Sin embargo está, lo dice este cacharro.
Inquiero un poco más y me responde:
¿Qué son "Los Doscientos"? ¿Por qué hay una calle llamada así? ¿Tiene algún significado oculto?

Según el libro de Manuel Martínez López, Alicante a través de sus calles, Alicante, Gamma, 2000, la sociedad “Los Diez Amigos” quería convertir tierras “casi incultas” (textualmente) en un moderno barrio: calles rectas y amplias, aceras con pinos y acacias, plazas espaciosas (la placeta). Las casas se presentaron unifamiliares, con techos de 4 metros de altura, superficie de 8’75x20, dos alturas y patio-jardín interior. Este fue el proyecto y el reglamento, a grandes rasgos, para ser presentado a los accionistas.

Martínez López nos desentraña un misterio a todos los que hemos paseado por los juzgados y hemos visto el nombre de la calle LOS DOSCIENTOS sin saber muy bien qué implicaba ese número. Pues bien , cito:
«[Para construir el barrio] Presentaron ["Los Diez Amigos"] un reglamento a la aprobación de “Los Doscientos” accionistas.»
  
Doscientos es una cifra poco definitoria. No es como 100, que es sonoro y marca límites; ni tampoco como 500, que son palabras mayores y apunta a abundancia; de 1000 ya ni comento. No, doscientos es eso, un dos y dos ceros; quizás quede bonito decir que es 2 al cubo por 5 al cuadrado (23x52), pero sirve sólo para indicar que en aquella manifestación se juntaron doscientas personas, o que la cola rodeaba la manzana y allí estarían por los menos ¡doscientos esperando! Tal vez sirva para replicar al pescador fardón que chulea de la pesca conseguida respondiéndole, sí, hombre, ¡doscientos barbos has pescado esta tarde, no te joroba!
Doscientos son los días transcurridos del año en curso 2011, sin contar ya este día en el que estamos. Un montón de horas acumuladas, que sería estupendo si tuvieran un reflejo justo en trabajo realizado, experiencias vividas, relaciones humanas mantenidas, libros leídos, piezas musicales escuchadas, paisajes contemplados, visitas realizadas a lugares con historia, sueños materializados, felicidad alcanzada…
Si no hubiera sido así no estaría todo perdido; aún queda mucho por usar de 2011. Todo es ponerse a ello. Yo, por mi parte, en que pase el verano, me pongo en serio a cubrir mi papeleta. Como decía mi compa de habitación del 69, Fernando Álvarez Uría, mientras quede una noche por delante, ese examen lo tengo en el bote, está chupao.

1 comentario:

  1. Leyéndote he recordado que hay una palabra que me horroriza, culturizar, cuando hay otra hermosísima para nombrar la idea, cultivar. Evidentemente, es un invento de "ignorantes" o poco cultivados. Tú lo explicas estupendamente respecto de ese terreno de las Doscientas: terreno inculto, sin cultivar. Con lo fácil que resulta hoy con Google e internet.

    ResponderEliminar