Cuando un mes acaba en domingo

Parece un contrasentido que el primer día de la semana sea el último del mes. Pero es así la cosa que empezó también en domingo, justo hace exactamente trescientos sesenta y cinco días. Este año se inició de tal manera para mí aquel 1 de agosto en que me desperecé frente al sol amaneciendo, al tiempo que contemplaba un paisaje verde y unos campos feraces, y me lamentaba de lo poco que iba disfrutar de todo ello porque la ciudad lo necesitaba para expandirse y, en realidad, empobrecerse.
«¡Joder qué bonito es eso! ¡Y qué antiguo!»
(Amanecer en el Pinar de Antequera. Valladolid)
Al cumplirse el plazo que me di, vuelvo la mirada atrás y veo trescientos sesenta y cinco escritos. Es menester que el árbol no me impida contemplar el bosque, pero tampoco el conjunto tiene que anular los detalles y esconder, difuminando, lo que es también y sobre todo una unidad en sí misma en intensidad, esfuerzo, imaginación, reflexión, revisión, corrección y atención al momento concreto. En tanta palabrería poco habrá de consistencia y mucho de relleno y oportunismo. Aún así, ahora que lo rememoro, lo asumo todo.
En cierta ocasión me pregunté si los que tienen por encomienda ofrecer a la imprenta o al plató una reflexión, sea diaria, semanal o mensual, lo realizarían con originalidad o se dejarían llevar de la rutina. Tal parece que no cabe una respuesta única, sino que cada cual es cada cual, y los hay que son leídos o escuchados con avidez, agrado y gratitud, y también los que sólo ocupan páginas o espacios sin más pena ni más gloria.
Como no me lo planteé como oferta hacia fuera sino a modo de terapia personal, a nadie pido juicio, aunque éste ya esté emitido y resulte inexorable: culpable.
Por eso más que por el contenido, ahora me intereso por el hecho en sí mismo, en cuanto ha supuesto para mí estar al loro, pensar qué pongo y sobre qué, o al revés; sacar tiempo para perderlo en lo que no da de comer; aguantarme la vergüenza de que se vaya a leer, incluso a comentar; sopesar y templar el miedo al rechazo, a la crítica, a la burla y/o a la risa; intuir si van a aparecer malos modos o interpretaciones erradas; incluso obviar los posibles aplausos y vítores, por si -cosa más que improbable- les diera por hacer acto de presencia.
No tenía dudas sobre mi capacidad para ponerme a ello y llevarlo a cabo. Mayores proezas he hecho en cosas mucho más extrañas, complicadas y costosas. No en vano he sido educado en la constancia, y he salido contumaz, cabezota y rompemuros. Y esto desde muy temprana edad. Pero no es lo mismo fijarme una meta del tipo, por ejemplo, andar en bicicleta así caigan chuzos de punta, o no fumar más de un número exacto de cigarros, que se hace y ya está; que ponerme a escribir, con lo que siempre me ha costado. Si hasta las homilías la llevaba sin papeles… Así saldrían, digo yo; aunque el personal nunca me pitó ni me lanzó tomates.
No es lo mío esto de plasmar en letra mis pensamientos. Jamás escribí un diario, y las reflexiones que hacía las iba almacenando en el arcón de mi memoria. Ahora, ya viejo, muchas de ellas ni siquiera sé si las tuve, y si fue que sí, dónde podría localizarlas. Esta novedad me viene asustando desde que abrí este blog, pero mucho más desde que asumí el empeño de hacerlo día a día.
El balance, en positivo, sale bien cuadrado. Puntualmente he asistido a mi cita. He esperado con paciencia las más veces, alguna con premura, que llegara el motivo, el momento y la forma de realizar cada entrega. En ocasiones incluso lo he ido preparando, y una o varias han sido expresamente forzadas, cayese como cayese. He cuidado el detalle y he revisado el resultado, corrigiendo en caso necesario o conveniente. Y no sé qué más decir al respecto; siendo como soy autodidacta, sin maestro o cicerone que me guíe, si no he dado más es que no soy capaz de ello.
«Se está muriendo divinamente, te lo juro. ¡Tenía ganas de que vinieras para poder decírtelo!»
(Atardecer sobre Tierra de Campos. Paradilla del Alcor. Palencia)
Temo, para terminar, que si he cumplido en cuanto al hecho en sí, no lo haya conseguido en cuanto a contenidos. Y aquí no valen cáscaras, la calidad no la mide uno, que no deja de ser pura subjetividad. La audiencia decide. Herramientas tengo a mano para evaluarme, sólo que no sé cómo se usan ni tampoco tengo ganas de aprenderlo. En mi descargo puedo alegar que no he cerrado la puerta a nadie, y que quien ha querido llegar, entrar, ver y leer lo ha tenido franco. A los comentarios que han llegado he respondido según, pero sin poner demasiado en ello, salvo en ocasiones en que me creí en el deber, por educación o por reafirmar mi opinión. Tal vez callé las más veces, tal vez debí callar aún mucho más.
Doy, pues, por concluida esta prueba, y de lo que sobrevenga, Dios dirá.


Bendición Final

Señor Jesucristo, tanto el comienzo como el fin de cada acción nuestra nos conduce hacia ti. Tú eres el verdadero principio y fin de todo. Nuestro fin, ¡oh, Señor, es sólo un apuntado comienzo; la tarea asumida, no la plenitud; la buena voluntad, no su cumplimiento. Tú, sin embargo, nos has dado el comenzar. De ti se dice: «Fiel es Aquel que ha comenzado en vosotros la buena obra, pues Él mismo la llevará a culminación» (1 Tes 5, 24). Te pedimos que tu incansable gracia esté con nosotros siempre que intentemos llevar a plenitud nuestra vida con todas sus tareas. Señor, nos está esperando lo ya vivido, lo mismo de siempre. Nosotros, débiles y pecadores, no dejamos de sentirnos rodeados por entornos gastados, por la decrepitud de lo cotidiano, por las tinieblas del futuro, lo mismo hoy que ayer, por la consabida experiencia del hombre viejo. He aquí la razón de que nos falte confianza en nuestras intenciones, en nuestro entusiasmo y en nuestra buena voluntad. Con todo conservamos la confianza en tu gracia, en tu paciencia y misericordia para con nosotros. No te exigimos experimentar tu cercana actualidad con nuestros sentimientos de soberbia; con ello sólo nos hacemos aptos para gozar de nosotros mismos. Por lo demás, creemos igualmente que Tú estás con nosotros cada día hasta el fin, incluso hasta aquel fin en que tendremos que apurar el amargo cáliz de tu muerte. Tú estás con nosotros; eso nos basta. Permanece con nosotros; he aquí nuestra súplica. Permanece junto a nosotros con el Espíritu Santo, con el Espíritu del santo temor de Dios, con el Espíritu de la comunión, con el Espíritu de la humildad y del sentimiento puro que nos impide deshonrar a Dios con nuestro pecado, con el Espíritu del coraje y la responsabilidad ante la tarea de evangelizar y extender tu Reino en todo el mundo, con el Espíritu de la magnanimidad y de la grandeza de corazón; permanece, por fin, junto a nosotros, con la gracia del amor a tu Santa Cruz. Puesto que Tú eres el Pan santo para los peregrinos que se mueven entre el tiempo y la eternidad, haz que te recibamos con fe sincera y amor verdadero, ¡oh, Tú, Dios de mi vida, fuente de todo don, poder sobre la muerte, prenda de Vida Eterna, ceñidor de la caridad entre los hermanos! Concédenos que acojamos como tu propia cruz y como participación en la muerte que manifiesta tu Vida todo aquello que contradice nuestros planes y propósitos. Llena nuestro corazón con el poder de tu eterna victoria y con la esperanza inquebrantable en que tu Reino se manifiesta victorioso justamente allí donde se desploman sobre nosotros los fracasos aparentes.
Señor, Tú lo ves, te pedimos sólo una cosa: que permanezcas siempre con nosotros y que seamos capaces cada día de seguirte. Te pedimos únicamente que nos des lo que en realidad ya nos has concedido y que lleves en nosotros cuanto en nosotros has comenzado. Sólo una cosa deseamos: parecernos a ti, Señor. Y puesto que Tú eres el amor de Dios hecho carne, tenemos la certidumbre de que estás escuchando nuestras plegarias. Tú te nos has entregado. Sí, Señor, has introducido tu propio destino en la historia del mundo y de la humanidad. Por ello te has convertido en nuestro amigo y hermano, en el compañero de nuestra existencia. En todo te has hecho igual a nosotros. Y no te repugna quedarte con nosotros y hacer tuyas nuestras cosas todas. Tú atiendes siempre nuestras súplicas. La petición de que te quedes en nuestra compañía es ya fruto maduro de tu permanencia entre nosotros.
A ti se te ha confiado cuanto somos y tenemos: nuestra salvación y vocación, nuestro quehacer y nuestra familia, nuestra vida y nuestra muerte. Así queremos exponerte lo que constituye la suma de todo querer y pedirte: Toma, Señor, toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer. Tú me lo diste, a ti, Señor, lo torno; todo es tuyo, dispón de ello conforme a tu voluntad. Dame tu amor y tu gracia, que ésta me basta.
Amén.


[Karl Rahner. Oraciones de vida. Publicaciones Claretianas. Madrid 1986, págs. 201-203]
Día 31 de julio, fiesta de San Ignacio de Loyola

8 comentarios:

  1. ¿Arrepentimiento? En tu idioma tendrá sentido en el mío no. Los "supuestos" errores solo son oportunidades para seguir aprendiendo. Metas a superar, ilusión para seguir mejorando. ¿Acaso existe forma más efectiva de aprendizaje salvo que a través de los errores? Suponiendo que lo sean. Motivos de agradecimiento en mi idioma.
    Bien lo dice un buen amigo y referente tuyo, es lo mismo que decir que "Dios escribe derecho con renglones torcidos", pero de otro modo, sin culpabilidades. Si nuestros mayores nos las enseñaron sería porque los pobres no dispusieron de las mismas oportunidades nuestras de aprendizaje y el mundo que heredaron, en este sector, fue aparentemente mucho más hostil. Por ejemplo, mi padre sufrió dos guerras mundiales y una civil, amen de múltiples penurias, pero falleció muy feliz en mis brazos y me dejó la mejor herencia que nadie podría desear, amen de la de mi vida. Beso.

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  2. De acuerdo que no necesitas ni maestro ni cicerone que te guie lo demostraste hace mucho tiempo, te vales tu solito. Un abrazo.

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  3. Puedes despojarte tranquilamente de tus miedos, escribes muy bien, y sobre todo, si te lo pasas estupendamente y te sirve de terapia, ¿qué más puedes pedir?
    Un abrazo.

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  4. Miguel Angel, te conocí en este medio y fuiste para mi una ayuda en tus comentarios en unos momentos dificiles..y eso nunca olvidaré; tus palabras me fueron un estimulo para tirar "palante" .
    Siempre te he seguido en el silencio.
    Has hecho tu labor de apostolado, realista y a veces (para mi)algo caduco, pero has sido tú mismo con tus ideas, tu fe, tu sinceridad y franqueza.
    Siempre te recuerdo.

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  5. Vaya, vi esta entrada por Reader y, cuando fui a comentarla, había desaparecido. Ahora me la tropiezo sin darme cuenta. Iba a decirte que cualquier excusa es buena excusa si sirve para cruzarte con gente en el camino y, de paso, para desentrañarnos y entendernos cada uno a nosotros mismos, que quizá sea lo más difícil. De estos sitios me basta una virtud, y éste la tiene, el diálogo. Me alegro de haberme cruzado contigo.

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  6. El dia 31 era San Ignacio de Loyola, mi hijo se llamaba así por él, así que para mi hijo fue ese día desde el silencio.

    Hoy te dedico a tí el poema 79 de La Cosecha ( R.Tagore)

    No pida yo nunca estar libre de peligros, sino denuedo para afrontarlos.

    No quiera yo que se apaguen mis dolores, sino que sepa dominarlos mi corazón.

    No busque yo amigos por el campo de batalla de la vida, sino fuerza en mí.

    No anhele yo, con afán temeroso, ser salvado, sino esperanza de conquistar, paciente, mi libertad.

    ¡No sea yo tan cobarde, Señor, que quiera tu misericordia en mi triunfo, sino tu mano apretada en mi fracaso!

    Amén a tu Bendición y al Poema.

    Y siempre efectivamente, Dios dirá.

    Sabes que te quiero.

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  7. MÍguel: ¡misión cumplida! te propusiste hacer una entrada diaria durante un año entero y verdadero y ahí están, prueba superada, y con nota alta en mi opinión, que es parcial y subjetiva como corresponde (para eso soy tu amiga, oye); entonces ¿cuál es el problema?, "il n'y a pas de problème mon vieux", así que deja de cuestionarte con tontunas varias y sigue a lo tuyo, sea lo que sea.

    Besos corazón

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  8. Yo he descubierto tu blog hace poco y me gusta. Me serena, me habla de coherencia, de saborear la cotidiameidad como si de un manjar se tratara, de cielos abiertos y amigos y amigas de estar por casa, de esos que con los que puedes dejarte ser. Gracias.
    Por cierto, escribes muy, muy bien.

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