Cuando los sueños tardan en hacerse realidad. ¡Todo, o casi todo, llega!

 
Me he equivocado de fecha y he asistido a una no inauguración. Pero no quiero que esto quede así, vacío y sin sentido, por culpa de mi mala cabeza y mi falta de organización. ¿Qué me costaría llevar al día una agenda como dios manda? Puesto que no soy capaz de hacerlo, tengo que purgar. Lo hago poniendo esto otro, y , si mereciera la pena aquello, en su momento lo colocaré aquí.
Pronto hará dos años que di cuenta del parque infantil con que el excelentísimo ayuntamiento de mi ciudad había equipado a este barrio en el que habito. Fue en plenas fiestas vecinales. Y entonces rendí honores a la persona que se lo trabajó: Concha. Se lo merecía.
 
Aquello salió en los papeles, y desde entonces está siendo disfrutado por la chillería y por los papás y las mamás, que ya no tienen que ir peregrinando a otros barrios para que sus vástagos y vástagas realicen juegos acrobáticos y se balanceen en columpios ajenos (¿vale si digo también columpias ajenas? No lo tengo nada claro).

De vuelta de la no inauguración, he pasado junto al mini campo deportivo que acaban de instalar en mi barrio y me he dicho: ahora voy y lo aprovecho, que no sea tiempo perdido.
El caso es que desde hace apenas unos días, y ahora sin ostentación ni fotos, acabamos de estrenar una cancha deportiva. Salvo a primera hora, el resto del día está frecuentado por mozos recios y menos, que juegan a la pelo en sus diversas modalidades, que para todo vale esta pista: baloncesto, balompié, balonmano, balontiro… incluso balontropezón.

Es una auténtica gozada que algo que soñamos hace más de treinta años, sea realidad. Si entonces no pudimos tenerlo para nosotros, que al menos ahora lo tengan para ellos. Es la herencia que dejamos.
Con eso no hacemos otra cosa que repetir la historia: unos llevan los trabajos, otros recogen los frutos. ¡Vida!

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