Jardineando

 
Para empezar a escribir, señoras, licencia pido, no digan a la mañana, forastero y atrevido.
Tenía pensado un texto a continuación, pero me ha dado un pronto, lo he dejado aparcado para mejor ocasión y me fui al jardín a realizar algunas labores. Coger la azada, tras mucho tiempo sin hacerlo, no es aconsejable, aunque al final resulta menos fiera que la pintan.
Entre tanto, en los chalets de enfrente, los de viveros Jimeno estaban metiendo humus, seguro que para renovar el césped de la parcela. Estuve a punto que pedir ayuda, pero me reprimí y seguí cavando.
He dejado dos macizos arregladitos para la primavera, incluso podados los rosales; he plantado un laurel con las sobras de otro que quité de mal sitio; he sacado la encina espontánea y la he colocado en una maceta; y la hortensia que tenía en un tiesto en un rincón de la entrada de la iglesia, la he plantado junto a las lilas, para que se animen mutuamente, así hay flores en esa parte durante mucho más tiempo.
Al final, con los brazos algo doloridos, he mirado a la azada con cariño, y la he dejado descansar hasta otro rato.
Moraleja: si bebes, no conduzcas; pero si coges un pico y una pala,  te puedes comer el mundo. (Acababa de meterme un bocata de queso fresco y un buen tazón de café negro, junto con su correspondiente cigarrillo, y estaba tremendo).

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