Guerreando, también es gerundio

Cuando sonaba la trompeta del quinto de caballería, reconozco que recorría mi espinal dorsal una corriente eléctrica de pura adrenalina: ¡Bien! ¡Ahí llegan los buenos!
Tras el acojone por culpa de los malos que han estado demasiado tiempo, casi el 90% de la peli, dominando a la bondad sencilla e impotente, y tal vez una pizca pazguata, la bondad más superlativa interrumpe en la escena para dar la última lección, la definitiva: “el criminal, nunca gana”.
De niño jugaba a la guerra. Y mataba. Claro que sí. Y luego, cuando se levantaba el matado, seguíamos jugando o nos íbamos a casa, porque ya sería tarde anochecida. A la mañana siguiente volveríamos a compartir clase, pupitre y profe, y por la tarde, después de merendar y hacer los deberes, iniciaríamos otra guerra de las de matarnos de mentira.
Y había sangre, por supuesto. Las rodillas, los codos, los nudillos siempre estaban raspados contra el suelo, llenos de postillas y cicatrices; eran nuestro pasaporte en la amistad de chicos de la calle, de chavales de barrio y juegos violentos. Una violencia que hacía reír, o llorar, pero esto último sólo cuando por accidente nos hacíamos daño.
Eso ahora ya no se puede. No sólo ya no se deja a nadie jugar a la guerra; hablar de ello, es políticamente incorrecto. La ropa tendida es altamente sensible, puede adquirir vicios malos,  enrutar su vida torcidamente y terminar por ser irrecuperable.
Ahora todo es completamente distinto. Los feroces guerreros, ávidos de sangre enemiga, armados de cosas y artilugios bélicos hasta en las pestañas, ésos, sólo están en los comics, en las novelas del género y en la películas con sonido cuadrafónico y 3D.
Los soldados de ahora son tan suaves como un guante. Guapos, hasta la locura. Finos, educados, serviciales, aseados, pura amabilidad. Su función principal es estar siempre preparados para ayudar a ancianitas y ancianitos desvalidos a cruzar por el paso de cebra, haciendo frenar bruscamente a los feroces automovilistas.
Y lo que digo de los solados, vale también para las soldadas. Que aquí no hay acepción de personas por razón de sexo.
La guerra se sigue dando, pero lejos. Hace ruido, tal vez ahora más que nunca, pero está amortiguado por la tele y el tránsito de vehículos a motor. Y no te digo nada si habitas en el campo de acción de un aeropuerto, o tienes debajo de tu casa un establecimiento de esos de copas y ligoteo. En estos casos, es que ni te enteras del follón.
Guerras, más bien, porque soy incapaz de decir una aproximación numérica, pero apuesto mi cena de esta noche a que pasan de 10 las que están vivas y coleando.
El caso es que vuelve a sonar la trompeta, y el quinto de caballería irrumpe nuevamente para dar final feliz a esta historia. Una historia que ignoro, aunque información haya a montones. ¿Será que en mi corto entender no encuentro la manera de verlo? Ahora es Libia, ayer fue Irak, antesdeayer se trató de Afganistán, la semana pasada de Panamá, el otro mes de El Salvador, y el año pasado de Chile. O ¿no fue así, y estoy mal de la memoria? Mañana, ¿dónde va a ser? Calculemos la jugada… ¿digamos que por ejemplo Irán…?
Una guerra, toda guerra, es evitable. Es mejor no empezarla, porque terminarla nunca soluciona nada, y crea nuevas y mayores calamidades. El pueblo, el sufrido pueblo, de aquí o de acullá, nunca ganará, sufrirá mucho durante la contienda, y no hay nadie que pueda demostrarme que vaya a dejar de sufrir cuando quien mande diga que se finí, que ya llegó la paz.
Siempre será mejor que dejen a la infancia jugar a hacerse la guerra, antes de que la hagan los mayores. Tal vez estos no necesiten bajar a la calle, tras la merienda y los deberes, ni se maten de mentira, ni se hagan raspones en las piernas y en los brazos. Lo harán todo limpio, sólo con un teclado y desde un despacho bien acondicionado. Otros y otras serán los que se manchen la ropa y se hagan heridas que nunca tendrán cura.
Ya digo, no me gusta nada la guerra de verdad. Ni como participante, ni como espectador. Menos aún, como comparsa.
––––––––––––––––––
Para ampliar un poco la información:
Una española en Libia: http://leonorenlibia.blogspot.com
Un mentiroso contraste: http://entierrafirme.blogspot.com/2011/03/el-dia-que-un-ir-aqui-me-llamo-asesino.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario