Caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.


He tenido un pronto y no he podido resistirme. Hace ya un tiempo leí, en un ABC de los que compraba mi padre y luego dormitaban en la parte de abajo de la mesa del comedor acartonándose el papel con el sol del medidodía, un artículo, a propósito de no recuerdo qué cosa, que utilizaba un soneto de Cervantes, para referirse a quien alardea en palabras, pero se para en seco cuando el discurso parece que lleva a mayores.

Empezaba así, ya que Internet es la madre de todas las sorpresas y de incluso cualquier desmemoriado sin remedio: "ADMIRÁBASE un caballero de la grandiosidad del túmulo del Rey Felipe II en Sevilla y enfatizaba, según el famoso soneto de Cervantes: «Apostaré que el ánima del muerto, por gozar este sitio, hoy ha dejado la gloria donde vive eternamente». Y el propio autor aprovecha el último terceto y el estrambote para prevenirnos contra las fanfarronadas: «Esto oyó un valentón y dijo: «Es cierto cuanto dice voacé, seor soldado, y el que dijere lo contrario miente». Y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada.» Esa suele ser la conducta del charlatán, jactancioso, baladrón, perdonavidas, bravucón, arrogante, parlanchín, bocazas, pendenciero. O, lo que es lo mismo, de quien fácilmente y por causas nimias arma camorras y pendencias, del que habla mucho y sin oportunidad, del que dice lo que debía callar, del que siendo miedoso, blasona de valiente…" Y lo firmaba Luis Ignacio Parada el 11 de marzo de 2005.

En realidad sólo me acordaba de los dos últimos versos del soneto cervantino, y creo que la razón reside en que se me quedó grabada la lista de sustantivos que el tal Parada engatilló, más bien ensartó, con, a mi modo de ver, sabia maestría y gracejo literario: charlatán, jactancioso, baladrón, perdonavidas, bravucón, arrogante, parlanchín, bocazas, pendenciero… A los que bien podría haber seguido añadiendo, porque nuestra lengua da para eso y para más, agresivo, alborotador, altanero, altivo, autosuficiente, belicoso, boceras, cacareador, camorrista, chivato, chuleta, chulo, comprometedor, creído, desdeñoso, despectivo, despreciativo, duro, encopetado, engreído, envarado, fachendoso, fanfarrón, farolero, fatuo, gallito, gárrulo, hablador, imperioso, impertinente, incitador, inmodesto, insolente, matamoros, matasiete, matón, orgulloso, peleón, petulante, presumido, presuntuoso, provocador, quisquilloso, soberbio, tieso, valentón, vanidoso… Y no sigo porque no quiero repetirme.

Dado que no conocía íntegro el soneto he buscado y he encontrado esto, que me ofrezco a mí mismo como premio por recordar algo tan sin ánimo de lucro, que es que ni siquiera se come. Y digo yo, ¿cómo me he acordado de esto, a mis años y después de tanto tiempo transcurrido? ¡A ver si resulta que conforme envejezco me encuentro cada vez más joven! Ja, ja, ja…

Y resulta que no sabía que su autor es

Miguel de Cervantes
Miguel de Cervantes Saavedra tuvo una vida azarosa de la que poco se sabe con seguridad. Nació en Alcalá de Henares (Madrid), probablemente el 29 de septiembre de 1547. Pasó su adolescencia en varias ciudades españolas (Madrid, Sevilla) y con poco más de veinte años se fue a Roma al servicio del cardenal Acquaviva. Recorrió Italia, se enroló en la Armada española y en 1571 participó con heroísmo en la batalla de Lepanto, donde comienza el declive del poderío turco en el Mediterráneo. Allí Cervantes resultó herido y perdió el movimiento del brazo izquierdo, por lo que fue llamado el Manco de Lepanto. En 1575, cuando regresaba a España, los corsarios le apresaron y llevaron a Argel, donde sufrió cinco años de cautiverio (1575-1580).Liberado por los frailes trinitarios, a su regreso a Madrid encontró a su familia en la ruina. Se casa en Esquivias (Toledo) con Catalina de Salazar y Palacios. Arruinada también su carrera militar, intenta sobresalir en las letras. Publica La Galatea (1585) y lucha, sin éxito, por destacar en el teatro. Sin medios para vivir, marcha a Sevilla como comisario de abastos para la Armada Invencible y recaudador de impuestos. Allí acaba en la cárcel por irregularidades en sus cuentas. Después se traslada a Valladolid. En 1605 publica la primera parte del Quijote. El éxito dura poco. De nuevo es encarcelado a causa de la muerte de un hombre delante de su casa. En 1606 regresa con la Corte a Madrid. Vive con apuros económicos y se entrega a la creación literaria. En sus últimos años publica las Novelas ejemplares (1613), el Viaje del Parnaso (1614), Ocho comedias y ocho entremeses (1615) y la segunda parte del Quijote (1615). El triunfo literario no lo libró de sus penurias económicas. Dedicó sus últimos meses de vida a Los trabajos de Persiles y Segismunda (de publicación póstuma, en 1617). Murió en Madrid el 22 de abril de 1616 y fue enterrado al día siguiente.

Al túmulo del Rey Felipe II en Sevilla

Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla;
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?

Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.

Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.

Esto oyó un valentón, y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente."

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.

2 comentarios:

  1. Qué divertido discurso. Pero no conviene confundirlo con la prudencia, aunque sea tardía. Un fuerte abrazo.

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  2. Así es cumplir años que de repente y sin venir a qué un@ se acuerda de cosas que estaban en el desván ya hace rato.

    De cualquier manera ¡qué cosas se te ocurren, Míguel! otras lo dejamos correr y ya está y tú montas una entrada en tu blog y te das un premio ¡toma ya!.

    Besos

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