Manteniendo su memoria

Hace veintiún años que fueron asesinados por mantenerse firmes en su fe y coherentes con su compromiso con su pueblo salvadoreño.

Gastarse hasta dar la vida por los demás es el colmo de la más pura humanidad. Hubo un Dios que también lo hizo.


El Salvador, 16 de noviembre de 1989

Comunidad de Guadalupe, 16 de noviembre de 2001


¡HURRA!, por Ignacio Ellacuría
¡HURRA!, por Ignacio Martín Baró
¡HURRA!, por Amando López Quintana
¡HURRA!, por Juan Ramón Moreno Pardo
¡HURRA!, por Joaquín López y López
¡HURRA!, por Segundo Montes Mozo
¡HURRA!, por Celina Maricet Ramos
¡HURRA!, por Elba Julia Ramos
¡HURRA!, por los ocho




«Los viernes, Nacho cambiaba los libros por el petate y se iba con los humildes»
Alicia Martín Baró muestra una fotografía de su hermano Nacho


* * * * * * * *
De la hostia, la sangre y la arboleda.
Autor: Francisco Andrés Escobar.


I

La grama tiene sangre en la pupila
y grumos de sustancia el muro inerte.
Linfa dolida repta entre las hojas...
¡Y una gran pesadumbre en la arboleda!
Quebrado el cuerpo, y más ausente el alma,
rotos los verbos por injusto fuego.
Tiñe la muerte con su caldo el suelo...
¡Y una gran pesadumbre en la arboleda!
 


II

Ya no puedo atajar este silencio.
Se me escapa la voz del mudo duelo,
pues si el temblor no vino ante el despojo
y hasta mudos mis ojos parecieron,
es porque, a veces, el dolor nos vuelve
como estatuas de mármol, o de yeso:
cierra el párpado el dique de pesares,
el labio sella su palabra agreste,
sonámbula frialdad apresa el cuerpo
y el alma vaga sobre extraña fiebre.
No quiere maldecir. No es la blasfemia
el clamor de los labios taciturnos.
Ni los señalamientos. Ni los retos.
Ni las reivindicadas consecuencias...
Es otra cosa... ¡Dios!... es otra cosa...
... ¡mi pozo de dolor se enraíza adentro!...
¡Es la noche del débil peregrino
al extraviar la luz de su sendero!


III

Usted, mi don Ignacio, era otro padre:
padre de quien no tiene más que sueños,
padre de quien no habla porque el miedo
le cercena la voz, le mata el gesto.
Usted, mi don Ignacio, era otro padre:
padre de estos eriales y senderos
donde, escasa la luz y corto el verbo,
el mal se ensaña entre los más pequeños.
A usted, mi padre Ignacio, no lo oyeron.
A usted nos lo mataron... así... en seco...
y hoy nos queda esta sangre barboteante...
¡y una gran pesadumbre en la arboleda!
Usted dejó su España, don Ignacio,
y optó por el dolor de esta otra tierra.
Y aquí, mi gran rector, en este insomne
país de las insidias y violencias,
país de las conjuras y denuestos,
- ¡¡país simiesco de alarido y miedo!!
usted su verbo iluminado
y en sangre dio su aurora más cimera.
Usted vino con Rahner y Zubiri
acobijados en morral de sueños.
Y buscó interpretar las realidades,
e imponer la razón como criterio
para encarnar de Dios su mandamiento
de empezar en la historia el alto Reino.
Usted, mi don Ignacio - el Unamuno
de esta su Salamanca que acompaña
la pasión y la sed salvadoreñas -
se internó en la verdad más dolorosa,
descendió a sus raíces más primeras,
y luego la entregó como maestro,
o la vertió en palabras de profeta.
Usted hubo de habérselas, maestro,
con la ciega corriente de los odios
donde luchan los hombres por poderes
colocados en márgenes opuestos.
Y allí quiso mediar. Y confundieron:
vieron la espina en el lugar del beso.
Y en vez de aprovechar su augusta estirpe
para ordenar "la patria mal vivida"
- Como dice otro grande entre poetas -
trajeron a la muerte por consorte,
cegaron con el odio su ojo ciego,
y en la noche de sombras y alaridos
fundieron la esperanza en el silencio.


IV

Usted reposa ahora, don Ignacio,
con Amando, el arcángel consejero;
con la "fe y alegría" de aquel Lolo;
con Segundo, el de barbas de dios Zeus.
Con Pardito, silente y laborioso
que alcanzó a Dios en su correr eterno;
y con Nacho, consciencia inquisitiva
que ha de encuestar los ángeles del cielo.
Allí descansan de este rudo tiempo
de congoja, dolor, llanto y miseria,
y desde el gran martirio atribulado
defienden a la vida en esta tierra.
Elba y Celina, lirios de este pueblo,
reposan más allá de su silencio:
ellas volvieron a su lar amable
a dormir en la tierra primigenia.
Yo voy a recordarlo, don Ignacio,
con su paso sereno en la arboleda,
con la hidalguía del perfil altivo
con que viste el Creador al intelecto.
Con sus manos ungidas en aceite
votivo de las hostias y las letras.
Con sus ojos certeros y aguileños,
con la razón de escudo sobre el pecho
y el inflamado acento sobre el verbo.
Así habrá de vivir, mi padre Ignacio,
alumbrando las voces y el silencio,
iluminando inviernos y veranos
de esta casa que es suya, de este tiempo
cuando el fragor oscuro de la sangre
la paz responda con celestes ecos.


V

¿Qué más puedo decirle, don Ignacio?
¿Qué la luz de la tarde besa el muro
con el perdón del beso comprensivo?
¿Qué furor por furor no es justa vía
para aplacar daimones y delirios,
y que debe brillar, sereno y limpio,
el justo sol, en su alma tan querido?
Los brazos de la cruz, en el ocaso,
extienden ambiciosos sus dominios
con el perdón por lanza y por espinas...
... Debo irme pastor... padre... maestro...
para seguir andando los caminos
que llevan al amor y a su ancho alero.
Adiós... y gracias... por palabra y vida...
Gracias... por el martirio sacrosanto...
Quede con Dios. El lava sus heridas.
¡Adiós, mi gran rector, mi don Ignacio!
 



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6 comentarios:

  1. Querido Miguel Ángel-
    Gracias por traer a nuestra memoria a estas personas que:
    "Sé dieron por unos ideales una FE, profunda, de la "buena".

    Me uno a tí y repito bien fuerte:
    ¡ HURRA POR LOS OCHO!

    -----------------------------------
    Besicos desde el Cinca Medio.
    (En mi blog os envío una sonrisa, para tí miles y miles)

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  2. Sé que fueron ocho, aunque yo sólo recuerde el nombre de uno. Basta un nombre para mostrar que hay una iglesia valiente y comprometida con todos los hombres, especialmente los desfavorecidos. Aunque también basta uno solo para borrar la labor de todos ellos. Lástima de tiempos que vivimos.

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  3. Seguramente no merezca la pena vivir si no es intensamente y merezca la pena morir por ello. Gente valiente, seguro que sembraron tanto o mas con su muerte que durante sus vidas.
    (Un inciso, ¿por qué las chicas al final de la lista?, no digo al principio, que tampoco, pero ¿por medio?) UFA.

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  4. María Luisa, ya he visto tu sonrisa, en cuanto pueda te respondo. Un abrazo de los fuertes.


    Juan, eso no es posible, nadie borrará su recuerdo. Ni en mil millones de años. La historia así nos lo muestra. Vendrán mejores tiempos, tengo esa esperanza.


    emejota, esa foto es la que tengo en mi casa, justo enfrente de mi mesa camilla. Esta otra es tal como pides, espero que las puedas ver: http://www.fmln-ny.org/wp-content/uploads/martires-uca.jpg

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  5. He vuelto para "repasar" y compruebo no solo tu respuesta sino que has ampliado la entrada. Gracias por la foto, queda muy equilibrada. Las rosas me recuerdan a eso de "que las rosas florezcan sobre tu cruz".
    Y un "click" me ha estallado. Este tipo de energía, el de estas personas, me resuena a la de la película "La Misión", creo que mi favorita y que más resuena con mis arquetipos. Nada, simple familiaridad, credos al margen. UFA.

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  6. ¡Hurra! Un beso para Alicia desde muy dentro.

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