Estaban mis ojos cerrándose en el inicio de mi siesta diaria, cuando apareció Pérez Rubalcaba en el informativo anunciando la promulgación para meses próximos de una ley que regule los cuidados paliativos en enfermos terminales, o sea, una ley de muerte digna. Lo último que le escuché fue esto: "no es una ley de eutanasia". Y me dormí.
Este asunto -la eutanasia- estuvo en el meollo del turbulento final del blog "Vivir y pensar desde la frontera" del profesor Juan Masiá Claver, S.J., que se vio obligado a dejarlo dormir ante los ataques de que fue objeto. Primero en Religión Digital, luego en La Comunidad El País.com. Estaba muy reciente entonces el Hospital de Leganés, cuyo contubernio también terminó por acallarse cuando los tribunales sobreseyeron la causa.
Recuerdo que también coincidió por aquel entonces el caso de una italiana, Eluana Englaro, cuya familia exigía de su gobierno la desconexión de las máquinas que la mantenían en vida vegetativa.
Aclarado que esta ley está acotada a los simples tratamientos paliativos, me he dirigido a mi médica favorita, Doctora Toñi, y le he preguntado si esta ley va a suponer algún cambio en la práctica médica.
Más o menos esto es lo que me ha respondido: Hasta ahora la práctica médica es asegurar al enfermo terminal o no que no va a tener dolor. Esto significa que habrá que administrarle fármacos del tipo de los opiáceos, que al tiempo que anestesian también adormecen al paciente. La ley anunciada vendría a servir de pantalla protectora de lo que ahora se hace habitualmente con la generalidad de los enfermos que se consideran irrecuperables.
Además de mis padres, que murieron debidamente acompañados por los servicios sanitarios, y que tuvieron en mi opinión una “muerte más que digna”, en su casa y entre los suyos, he visitado y asistido a muchas personas en el final de sus días; y he podido comprobar cómo los tratamientos médicos que palían los aspectos dolorosos de la enfermedad y de la vejez no menoscaban en manera alguna su capacidad para encarar y aceptar la muerte que llega, ni suponen ninguna concesión a una salida eutanásica.
En el blog que antes cité del profesor Juan Masiá se habló muy elogiosamente de la ley andaluza de derechos y garantías de la dignidad de la persona en el proceso de la muerte, la conocida como ley de muerte digna. “La ley andaluza es la primera de España que ordena los derechos de los pacientes terminales y las obligaciones de los profesionales que les atienden. La norma reconoce el derecho de los ciudadanos andaluces a declarar su voluntad vital anticipada, que deberá respetarse tal y como se establece en el Estatuto de Autonomía. La ley, redactada con el acuerdo y las aportaciones de más de 60 colectivos, reconoce el derecho a recibir, o no si así lo desea el paciente, información clínica veraz y comprensible sobre su diagnóstico, con el fin de ayudarle en la toma de decisiones. También se regula el derecho del paciente a recibir tratamiento para el dolor, incluyendo la sedación paliativa y cuidados paliativos integrales en su domicilio siempre que no estén contraindicados. La persona afectada podrá igualmente rechazar o paralizar cualquier tratamiento o intervención, aunque ello pueda poner en peligro su vida”. (El País, 17/3/2010)
Si con esto los profesionales de la medicina se van a ver protegidos en el ejercicio deontológico de su profesión, y los pacientes respetados en su derecho a decidir cómo sea el final de su vida, y alcanzar lo que se entiende con la expresión “muerte digna”, bienvenida sea esa ley.
Me temo, sin embargo, que "muerte digna" sea un término bastante más amplio. Al menos el que yo tengo no es exactamente coincidente con el que contempla la futura ley. Pero igualmente también presumo que habrá personas que en defensa de una "muerte digna" exijan una ley más amplia que acoja el suicidio asistido. No será una ley tranquila, no lo creo.
Pero ya que he apuntado mi opinión, termino de expresarla: una muerte digna sólo tiene encaje pleno en una vida digna. Y esto ya son palabras mayores. No me parece que en los tiempos que corren se den las mejores condiciones para que una y otra, vida y muerte, se desarrollen en el colmo de la dignidad.
Si con esto los profesionales de la medicina se van a ver protegidos en el ejercicio deontológico de su profesión, y los pacientes respetados en su derecho a decidir cómo sea el final de su vida, y alcanzar lo que se entiende con la expresión “muerte digna”, bienvenida sea esa ley.
Me temo, sin embargo, que "muerte digna" sea un término bastante más amplio. Al menos el que yo tengo no es exactamente coincidente con el que contempla la futura ley. Pero igualmente también presumo que habrá personas que en defensa de una "muerte digna" exijan una ley más amplia que acoja el suicidio asistido. No será una ley tranquila, no lo creo.
Pero ya que he apuntado mi opinión, termino de expresarla: una muerte digna sólo tiene encaje pleno en una vida digna. Y esto ya son palabras mayores. No me parece que en los tiempos que corren se den las mejores condiciones para que una y otra, vida y muerte, se desarrollen en el colmo de la dignidad.
Esa es la clave, la DIGNIDAD. Luego cada cual la interpreta desde su idiosincrasia. Lo que no puede ser interpretado desde ninguna porque es algo terrible que impide el sano juicio, cuando se produce de forma intensa, es el dolor.
ResponderEliminarLo escribe quien tuvo que inyectar a su padre opiaceos recetados para paliar el dolor del cancer que le estaba descomponiendo las entrañas, y muchas veces no fueron suficientes. De esto hace mas de treinta años. También vio como se le iba entre sus brazos, como siempre ocurrió en el pasado, y esa experiencia es vinculante. Un fuerte abrazo.
Hay que tener en cuenta que la medicina está haciendo verdaderos milagros con la humanidad. Paliar el dolor es un logro necesario, pero vamos a imaginarnos un mundo sin medicina, ¿cómo sería la vida sin ella? Vamos a valor la calidad de vida y cómo no, la dignidad de esa vida cuando enferma y la dimensión de la enfermedad y de la vida de los familiares ante ello. Realmente es un verdadero dilema.
ResponderEliminarTú ya sabes lo que yo pienso al respecto para mí misma. Testamento vital, para no dar lugar a dudas, y desear que el destino me proporcione una muerte "digna", si eso es posible. Digno para mí quiere decir en un ambiente limpio, en un lecho, con la familia y las personas que te quieren, sin dolores que te conviertan en un pobre animal retorcido, con profesionales que te respeten y te cuiden, y no te engañen, cosas así que no son tan difíciles de conseguir si viviéramos en un mundo razonable. Pero ya sabes lo poco razonable que es este mundo.
ResponderEliminar¿Muerte digna?... “a qué viene tanta sutileza si tan perjudicial para la salud es quitarse la vida como darse la muerte...” ( esto lo dice Nando en clave de humor en su libro “El Oficio de Vivir”) y me vino ahora a la cabeza. Ya existen los cuidados paliativos y el testamento vital ¿no?. Más bien intuyo que hay que aplacar a una parte del electorado frustrado por meter en el cajón la ley de libertad religiosa y, de paso mantenernos entretenidos en este tipo de debates, para no cuestionar otros asuntos más preocupantes en estos momentos.
ResponderEliminarQuizá Mónica tenga razón pero también es cierto que, dependiendo del contenido de la norma que se anuncia, es necesario proteger a los profesionales y a los pacientes, para que no tengamos que asistir de nuevo al bochornoso espectáculo del Hospital de Leganés. El indeseable para mi PP, ha hecho tanto daño innecesariamente con este asunto que las secuelas siguen, aún hoy, en los hospitales. Así que sí, esta ley es necesaria aunque no lo hubiera sido de tener una oposición decente, son una peste, dañinos y mediocres.
ResponderEliminarHabrá polémica pero habrá ley, algo es algo.
Besos