Aguantando el temporal


La primera vez que usé la palabra resiliencia* en público tuve que explicarme, porque la mayoría desconocía ese término. Intento usar un lenguaje llano, el de la calle, pero en ocasiones, sobre todo cuando improviso, me salen sapos que están ahí, que compendian en un par o trío de sonidos un párrafo entero, que es lo malo de leer a autores de tronío, que esas cosas se le meten a uno y luego te la juegan. Si te descuidas, salen de sopetón; y el primer horripilado eres tú: ostras, tú, ¿quién ha dicho eso?

Si el personal desconocía el vocablo, no le era nada ajeno el significado. ¡Quién más resiliente que mi gente!


Al oírme, enseguida algunos leídos y escribidos, hicieron gestos de aprobación, porque sí lo habían usado en cursillos de autoayuda, en libros de superación, a los profes del colegio o al médico/médica de cabecera.

Ahora se lleva mucho eso, y asertividad, y autoafirmación, y autoestima, y dianética…

Ha llegado incluso al cine pasando por la cocina familiar: cómo ser mujer y no morir en el intento, novedosas técnicas para escardar cebollinos y mantenerse erguido frente al universo, maneras y modos de aguantar el temporal y llegar sano y salvo a puerto seguro, aprender a realizarse en la cola del pescao, guía segura para conducir toda la noche un autotaxi y creerse el rey del mambo, normativa fidedigna del ama de casa que limpiando el polvo y fregando el retrete puede estar convencida de tener sitio, voz y voto en la Real Academia de la Lengua, por eso de que también limpia, fija y da esplendor… En fin, la lista podría ser interminable.

La verdad es que el ser humano es resiliente, lo sepa o no lo sepa. ¡Si ya salir del seno materno es la mayor bestialidad a la que estamos sometidos! A partir de ahí, la vida entera no es otra cosa sino el puro y duro ejercicio de la resiliencia.


Pero si eso es normal en los primeros peldaños de la vida, deja de serlo en los del medio, y no digamos en los finales. O ¿es que vamos a tener que estar aprendiendo hasta que nos muramos?

Me lo contó mi papá, que mi madre nunca dijo nada.

El caso es que mi padre era de campo, y mi madre de ciudad. Se casaron y fueron a labrar tierras y cuidar ganado. Las ovejas producen leche. Con la leche se hace queso. El queso hay que venderlo.

Eso fue lo que hizo mi mamá, como esposa de esposo que es rural. Con ayuda de vecinas, y con mucho de ingenio, fabricó unos quesos que debían dar… pena. Mi papá los cargó en el carro de varas y enganchó el animal. Se fue, más corto que perezoso, al mercado comarcal con los productos lácteos, con más miedo que vergüenza de ofrecer lo que llevaba. Puso la muestra a la vista. Pasó la mañana. Se fue a comer a la fonda. Pasó luego la tarde. Y cuando iba a oscurecer y estaba aviando la vuelta, llega un señor y dice que le compra uno de aquellos quesos. Sin más ventas aquel día, recogió todo y se volvió al pueblo casi como salió.


A la semana siguiente volvió a cargar el carro y a recorrer los más de veinte kilómetros que distaba nuestra casa del mercado. Aquella jornada repitió casi punto por punto lo que la anterior. A la tercera, o a la cuarta, tal vez fuera a la quinta, al llegar mi papá a la feria, el señor de marras le abordó y le dijo: no ponga puesto, me quedo yo con toda la producción. Y así fue aquel día y desde entonces en adelante.

El jovenzuelo de mi papá hizo el camino de vuelta más contento que unas pascuas. Había triunfado en toda regla y había descubierto que tenía en casa un tesoro que no había sabido poner en valor.

Ya digo, mi mamá nunca me contó nada. Fue mi padre quien lo hizo.

Por cierto lo que mi madre hacía con la leche de las ovejas se conoce como queso de Villalón o de pata de mulo. Ahora el marquetín y el copiraig exige que se diga queso de Burgos. Pero no, eso es un latrocinio, que mi tierra fue primero.


Y ya puestos, aviso, aunque con efecto retardado: Ayer fue el Día de la Mujer Rural. Y hoy es el Día Mundial de la Alimentación. Que es como decir que es un Día para estar todo el personal del mundo entero en contra del HAMBRE. No hace falta decir que quienes no lo pasamos, hambre, deberemos ser mucho más contundentes, muchísimo más, que la gran mayoría, que la forman los hambrientos.


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* Es posible que no me haya expresado adecuadamente, y a estas alturas aún no esté claro qué cosa es la resiliencia. Hay cosas que las aplastas, y quedan aplastadas; pero hay otras que por más que las retuerzas, las achuches o las golpees, recobran su forma del principio. Son tan tercas que no puedes hacer que sean de otra forma. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua dice que estas cosas indeformables tienen resiliencia, que es "la capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación". Que ya es decir las cosas de forma complicada.
Las personas también tenemos resiliencia; es decir, somos resilientes, porque por más que nos golpee la vida, siempre podemos salir adelante, aprovechando incluso la fuerza del golpe para salir con más ganas a hacer lo que nos pete. Esto mismo es lo que dice el DRAL al definir resiliencia humana: "Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas".
Bueno, ya me quedo más tranquilo con todo tan bien explicado. Uf, qué sudores.

8 comentarios:

  1. Preciosa entrada y variada.
    (Esta es la que corresponde al texto escrito.)
    Yo tambien soy hija de agricultores.
    Cuando me matricule para hacer el bachiller (entonces se llamaba así) en la ficha de profesión del padre pusieron "Propietario", les parecía que quedaba más "fisno"
    Que cosas, yo soy como tú "Al queso, queso" pero del bueno.
    "Agricultor y de los mejores".

    Muchos abrazos.

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  2. Dejémoslo en supervivientes y ya está. De hecho aquí seguimos.¿?
    Me ha encantado la historia del queso y tus padres, no si.... esta claro. De lo que se come se cría. Y si encima le echamos "asuquiqui", para golosonas como una servidora, ni te cuento. Un abrazo.

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  3. María Luisa, qué bien que te guste. La he escrito esta mañana con todo mi cariño. Me llamaban de pequeño señorito, porque mi padre era terrateniente; claro, tenía tierras, lo que entonces se llamaba “un par de mulas”, es decir, para vivir justito. Si no llega a ser por mi madre, mi hermano y yo de estudios, cero patatero. Tenía ella unas manos primorosas, lo mismo tejía, que tocaba el piano, que hacía queso como si hubiera nacido entre herradas y cinchos. Eso sí, al pan, pan, y al queso, queso; le cantaba las cuarenta al lucero del alba.
    Muchos abrazos, y con fuerza.


    emejota, pues si te gusta, vale, supervivientes. Pero a mí me parece una palabra corta. Yo diría que somos creadores, de cosas y, lo más importante, de nosotros mismos. De la nada hacemos algo que vale la pena. Condimentos también vienen muy bien, ¡qué comida que se precie no tiene sus hierbitas y sus picantitos y ese color que le hace tan apetecible!
    Cuídate, que te lo mereces. Un abrazo.

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  4. Mira que mala sombra tiene el aparato cuando se pone tonto, había escrito un comentario la mar de chulo y cuando le doy a publicar sale un "unavailable service, error cinco y no sé que más". Pues a la porra así se queda, lo siento Míguel; será que no era tan chulo y el universo ha querido que no os castigue con su lectura.

    Besos y ya habrá otra.

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  5. Me ha parecido estupendo tu relato del queso. Es que hay que ver. A mi madre se le torcía una tortilla y hacía un revuelto, y ahora le llaman tortilla deconstruida o cosas así. Es lo que pasa, ya ves. Y cómo estaría el queso hecho por tu madre. Seguro que mejor que el jabón que yo hago con el aceite que sobra, por la cosa de la ecología.
    Pero hablando de lo otro, es cierto que todos somos un poco resilientes (jo, ¿se dice así?), y sí, yo también le llamo a eso supervivientes. Sin embargo, algunos de verdad de la buena he conocido yo, flores de estercolero, gente que reluce en medio de lo peor, gente buena en medio de la degradación. No en vano llevo treinta y cuatro años en la enseñanza y he visto un poco de todo.

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  6. Pues si, hay que reconocer que la palabreja se las trae. Menos mal que tengo una sobrina psicóloga y me explicó lo que significa, e incluso me dio un texto a leer sobre el tema alegando que me iría muy bien. No sé si me fue bien o no, pero como soy muy obediente me lo leí enterito. Lástima que no tenga memoria y ya ni me acuerde de él... pero seguro que algo me quedó dentro del coco jeje
    Bonita historia la de tus padres. Y seguro que el queso estaba de chuparse los dedos! Con lo que a mi me gusta...
    Respecto al día mundial de la Alimentación, espero que sirva para remover conciencias y se termine pronto el hambre en el mundo.

    Un abrazo

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  7. ¡¡mmmmhh!! ¡¡Ese queso tiene que estar!!... con un buchito de vino... pues yo te podría contar cómo se hace el almogrote... muy rico, como un paté de queso, y de cómo el autor de la receta,D. Virgilio Brito, que en paz descanse, me enseñó a hacerlo estando en la Gomera. Pero no tengo la gracia y el salero que tienes tú contando recetas y relatando historias.
    ¡¡Me encanta la viñeta!!... muchos email terminan desacreditándose con ese final...
    ¡¡Por cierto!! hoy es el día de la Erradicación de la pobreza extrema y el hambre, ¿Objetivo nº 1 del milenio?... ¡¡qué cosas!!

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  8. Julia, se te ha entendido todo, todito, todo. De todas las maneras, y para tu tranquilidad, te digo que yo escribo mis comentarios en un procesador de texto, dentro del ordenador. Ahí corrijo faltas de ortografía y de estilo, y lo doy forma hasta que me convence el resultado. Luego copio y pego. Si blogger hace de las suyas y se pierde, vuelvo a copiar y pegar. No me falla. Te seguimos esperando, ya sabes que sí. Besos.


    Clares, “flores de estercolero”, eso sí que son cosa buena, y también yo lo he visto, palabra de la buena. Gracias, amiga, por visitarnos, es todo un placer verte por aquí.


    Leonor, no lo dudes, tú eres una resiliente de las de gama alta. Un abrazo.


    Mónica, quien hace un queso hace mmmuuuuuuuuuuchas más cosas; ya se me hace el paladar a ese queso que tú sabes hacer, que tiene que estar para chuparse los dedos.
    Ya he visto tu vídeo sobre el hambre, pronto te dejaré un comentario. ¡Juntos podemos!

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