Aquella mañana soleada llegó el cartero más pronto que otros días, y trajo un certificado. Que tienes que firmar, dijo el emisario.
Y llegó esto.
Lo abrió, se sorprendió, y, ocupado con otras cosas, descuidado dejó el bulto sobre la mesa camilla, como todo lo que va llegando, sobre el montón de cosas que siempre ahí van quedando hasta que en un hueco se van separando y seleccionado, cada cosa a su sitio. Esto es una factura, esto es de la Junta, esto es para el Consejo…y así.
Cuando volvió para hacer la comida, se encontró con que el contenido del sobre estaba todo desparramado por el suelo, desmenuzado en pequeños trocitos, de un azul celeste, en contraste con el marrón claro de las baldosas ya inencontrables en el mercado de su viejo suelo.
Resopló resignado y gritó: ¡Gumi! ¡Ven aquí, bandido!
Inútilmente le enseñó esta nota que venía con las plantillas:
Lo ves, so cafre, te las regaló a ti, pero las debía usar yo. Gumi, erre que erre, insistía en que morderlo fue todo un placer y que no sabía a qué venía aquella reprimenda.
¡Y como castigo por lo que acabas de hacer, esta tarde no hay paseo! Fue la última frase que se atrevió a decir, sabiendo que era incapaz de apechar con la amenaza y de llevarla a cabo, a pesar de las voces que daba. Gumi pasó olímpicamente de él, y siguió correteando alegremente por el jardín.
Esto es una parábola, y como tal tiene moraleja. Veamos si conseguimos dar con ella. Nadie debiera emitir amenazas que no va a cumplir. Nadie debería igualmente regalar unas plantillas de blando gel a quien es amo de un perrito como el Gumi. Porque o Gumi hará lo que hizo, o al amo le sobran callos en los pies para tirar del ramal de este pedazo de bruto.
Va incluida, por supuesto, en la dicha moraleja una palabra de agradecimiento para el hada buena que tiene tan buenos sentimietos: ¡Gracias! (fue bueno mientras duró, y duró lo que se ha visto, lo justo de que Gumi se enterara e hiciera lo que hizo…)
Cuando volvió para hacer la comida, se encontró con que el contenido del sobre estaba todo desparramado por el suelo, desmenuzado en pequeños trocitos, de un azul celeste, en contraste con el marrón claro de las baldosas ya inencontrables en el mercado de su viejo suelo.
Resopló resignado y gritó: ¡Gumi! ¡Ven aquí, bandido!
Cuando al fin llegó el perrito, su amo le quiso hacer ver que no tenía ningún derecho a hacer trocitos de una cosa que no era suya. Gumi le miraba sin entender, diciendo que estaban muy ricas, que se lo pasó pipa, que por qué le había de reñir.Esto es que se era un perrito que llegó a una casa donde ya vivía su padre con una perrita muy viejecita pero aún de muy bien ver y mejor pasar. Recién destetado, aún no había corrido por los campos porque apenas tenía un mes de vida. Con su padre y con su abuela putativa descubrió inmensos horizontes y senderos retorcidos entre árboles enooooooormes que casi daban miedo, aunque no, que no se movían para nada cuando él pasaba junto a ellos a todo correr. ¡Qué gozada no tener que parar contra nada, porque todo esto es para mí solo!, pensaba el alegre perrito.
Una mañana muy oscura, se metió por un lugar del bosque que le pareció interesante y se lió entre una matas donde olía… a conejo. En el frenesí ni se dio cuenta, todo su afán era coger alguno, como fuera. Cuando volvió con su amo, notaba que la pata derecha le dolía al apoyar, y llegó hasta él cojeando. Su amo le cogió en brazos, le miró por todas partes y le dio un cariñoso cachete en el culete. Vaya por dios, Gumi, te has hecho una pequeña avería.
En alguna parte de aquellas matas, un hierro malhadado le había arrancado una uña de su pezuña, y sangraba como sólo un perrito pequeño puede sangrar.
La cosa no fue a mayores y con el tiempo todo se curó. Pero la uña ya no volvió. Así que a Gumi le falta la uña meñique de su pata derecha.
Corrió el tiempo, y a Gumi no se le pudo dejar ya suelto por el bosque, porque se iba y nadie sabía cuándo volvería. Así que su amo se armó de santa paciencia y acomodó su paso al lento trotar de Gumi, y le llevaba del ramal. Pero Gumi fue creciendo y adquiriendo cada vez más fuerza, y tiraba de su amo con todas sus ganas, y su amo a veces, iba que echaba el resuello…
Un hada buena del bosque les vio en cierta ocasión, que pasaba por allá y de casualidad se percató de lo que pasaba. Tengo que hacer algo por él, pobrecito, pensó, se va a romper un tobillo, o le van a salir callos en los pies.
Dicho y hecho. La buena hada encargó a sus doncellas que buscaran algo que dulcificara los esfuerzos del amo del que Gumi tiraba con bravura, e hiciera más llevaderos los paseos matutinos que se marcaban los cuatros seres infelices.
Así fue, pues, como el hada con el consejo de sus doncellas decidió enviar por correo certificado unas maravillosas plantillas de gel a aquel pobre hombrecillo, para que se le dulcificaran los paseos con aquel bestia de animal, que mejor estaría enganchado a un arado que del ramal de su amo.
Lo que aquel hada buena desconocía es que a Gumi también se le conoce familiarmente como "el triturador". Entrenamiento ha tenido y está para participar en un concurso. Ha hecho trizas la bata de su amo, las zapatillas de su amo, las sábanas de su amo, los calcetines de su amo, el felpudo que una prima carnal regaló a su amo, el almohadón del sofá de su amo. ¿Sigo?
Inútilmente le enseñó esta nota que venía con las plantillas:
¡Y como castigo por lo que acabas de hacer, esta tarde no hay paseo! Fue la última frase que se atrevió a decir, sabiendo que era incapaz de apechar con la amenaza y de llevarla a cabo, a pesar de las voces que daba. Gumi pasó olímpicamente de él, y siguió correteando alegremente por el jardín.
Esto es una parábola, y como tal tiene moraleja. Veamos si conseguimos dar con ella. Nadie debiera emitir amenazas que no va a cumplir. Nadie debería igualmente regalar unas plantillas de blando gel a quien es amo de un perrito como el Gumi. Porque o Gumi hará lo que hizo, o al amo le sobran callos en los pies para tirar del ramal de este pedazo de bruto.
Va incluida, por supuesto, en la dicha moraleja una palabra de agradecimiento para el hada buena que tiene tan buenos sentimietos: ¡Gracias! (fue bueno mientras duró, y duró lo que se ha visto, lo justo de que Gumi se enterara e hiciera lo que hizo…)
¡Sorpresa!
Estas son las flamantes plantillas que he recibido esta mañana, y que de momento estarán debidamente guardadas de los dientes del pequeñín, que está a punto de cumplir un año.
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ResponderEliminarCon qué humor has escrito este relato...Ya veo a Gumi, moviendo sus orejitas y con cara espectante diciendo ¿ de qué vas ? ¿porqué me riñes?...
ResponderEliminary el triturador hizo lo que le gusta, es cuestión de no dejar las cosas a su alcance....
Pero al final tienes las plantillas...¡cuidate esos pies¡
No hay que regañarle a Gumi sino al descuidado que dejó las plantillas a sus alcance.
ResponderEliminarjaja tus plantillas seguro que hacen juego con mis zapatos nuevos , que Linda encontró ayer fuera de su sitio y se lo ha pasado genial haciéndoles una ventilación extra .
ResponderEliminarLos cachorros son preciosos pero muy traviesos .
un beso
Ayer leí tu post a toda prisa (los lunes tengo muchísimo trabajo) y me quedé sin comentar. ^
ResponderEliminarPor eso comento hoy, un chistecito que me contaron:
"Lloraba amargamente el cepillo de dientes, diciendo "qué trabajo más desagradable tengo". El papel higiénico lo miró largamente y dijo "sí , hombre , sí"".
Para el post de hoy, una conjugación: Yo me callo; tu ties callos.
Gracias por todo y por haber disfrutado de lo nuestra cultura
ResponderEliminarUn saludo
Ricardo Ruiz
Presidente de la Federación vecinal de Sagunto-Puerto
Ja, ja, qué diver, los destrozos los conozco, pero de nada valen monsergas si no las das en el acto que se comete el destrozo.
ResponderEliminarTe dieron otras así que a disfrutarlas.
Besos para ti y para Gumi
Hay que tener cuidado con los perritos jovenes, mi cuñada tuvo uno chiquitin que cuando estaba echando los dientes se comió media bota de ella, pilló un disguto la pobre...
ResponderEliminarYa has quedado avisado para otra vez.
Un saludo a perrito y al dueño.
Ja, ja y ja!!!!
ResponderEliminarSi es que no escarmientas, con todas las que te ha hecho y tú sigues dejándole a su alcance todo y más ¡consentidor, que eres un consentidor! (y un despistado también, he de decirte).
besos
Anna, ya me cuido, al menos un poco; pies, tronco y cabeza. Y me muevo con el mejor humor de que dispongo. Mucho contribuye esta tropa que alimento y que me saca de paseo.
ResponderEliminarArobos, entendido, capto el mensaje. Me doy por regañado.
Anusky, me imagino tus zapatos nuevos, perfectamente aderezados para el verano. Habiendo gumis por ahí, qué necesidad hay de comprar sandalias…
mariajesus, no te calles, por favor, sigue contando chistes. Lo de “hombre” aplicado por el papel higiénico al cepillo de dientes a mí me suena a lo contrario de machista. ¿Qué palabro habría que usar?
Y hablando de callos, me salen picantitos y riquísimos.
Ricard gracias y un saludo para l@s saguntin@s.
Laura, no creas que me descuido, las doy en el momento y a grandes voces, pero ya me tienen cogido el tranquillo y las vueltas y hasta las revueltas. Es inútil. El Gumi se ha dejado besar y me ha devuelto un lametazo. Para ti.
Encarni, pobre tu cuñada, vaya laborada le armó el perrito. Yo ya lo tengo asumido. Cuando Gumi sea mayor digo yo que parará de mordisquearlo todo y sólo se dedicará a dejarse arrullar o a arrullarme. Ya te contaré.