Uno propone, pero no siempre dispone


     Ya estoy de vuelta. No salieron las cosas como se esperaba, pero tampoco hay motivos para la queja.

     El Valle de Pineta estaba impresionante. En realidad, todo el Pirineo desbordaba naturaleza. Las nieves tardías de junio y los calores de julio han propiciado que el agua inunde los valles cayendo en cascadas y torrentes por todas sus paredes, dificultando el paso de arroyos e imposibilitando el acceso a las alturas mayores de collados y puertos.

     Por si esto no fuera suficiente, una mala pisada en una integrante del grupo nos clavó en los prados de abajo. Un esguince de rodilla no permite hacer florituras cuando por allá arriba los pasos hay que medirlos y la propia integridad y la del grupo entero depende del completo de todas las facultades físicas. Se puede bajar un poco mermado, pero subir ya con ese handicap es exponerse en demasía. Y no nos está permitido ese juego tan peligroso.

     Apenas desaparecida la nieve, aparecen flores, como éstas, que no les importa las piedras; un poco de tierra, la mínima, y abundancia de agua y calor es lo único que necesitan.



     Puede parecer esfuerzo inútil y bobada desplazarse seiscientos kilómetros para sólo cinco días, y que encima por mala suerte se reduzcan a dos días de paseo y tres de inmovilización. Pero quiá; las noches silenciosas y profundas, los días largos y luminosos, los picos arrogantes y expresivos, la nieve traicionera y deslumbrante, el agua fría y cascabelera, y las hileras de jovencitos y jovencitas campamenteros que van y vuelven tras la marcha, son motivo más que suficiente para no considerar perdido nada de nada. Si a todo eso se añaden amaneceres espléndidos y atardeceres de ensueño, ¡qué más puede pedir un urbanita ahíto de pisar cemento y brea!

      Pues eso: que me quiten lo bailao, aunque sólo hayan sido unos pocos pasos…

     La despedida fue casi lacrimógena. Tres familias completas nos hicieron los honores. La pareja zaragozana, con dos hijos deficientes, que habían descubierto que Moly, Berto y Gumi habían despertado en los adolescentes disminuidos  sensaciones y sentimientos que desconocían. El matrimonio de Vila Real, cuyos hijos -algo desatendidos- hablaban con los perros lo que sus padres estababan descuidando. El clan alicantino, montañeros en dique seco por mor de sus tres churumbeles de corta edad, que desde la otra punta del prado venían a pedir aceite, o sal o mismamente un descorchador de botellas para compartir un sorbo de buen vino, no importa si ribera o del sobrarbe. Nos dijimos, no adiós, sino hasta otra vez, por estos frescos lugares donde se crea camaradería y amistad sin interés.

3 comentarios:

  1. Sí, el silencio de la montaña y la claridad que le da al alma, compensan cualquier cosa: nadie podrá quitarte "lo andado".
    (se te echó de menos).

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  2. El problema del nido pudo ser que algún gato se comio a sus padres, porque yo no lo toqué ni supe de él hasta que encontré eso. debió de ser, por lo menos dos o tres semanas después de su muerte. Tampoco los oí piar, porque los hubiera salvado de una muerte tan cruel, que ya eran bastante mayorcitos, quizá solamente les faltara una semana para valerse por si mismos.
    Pero, ya no le des vueltas: hay cosas que están más allá de nuestra voluntad o deseo.
    ¿Y cómo está Bienve?

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  3. ¡Has vuelto!! y yo sin enterarme "enmimismada" limpiando polvos de los distintos oficios que han pasado por esta mi casa, casi, casi remodelada, aseada y preparada para un invierno más.

    ¿Que te has hecho un esguince de rodilla? pues vaya, eso sí que es un rollo pero ¡para algo será que tienes que estarte quieto un ratito! (eso dicen los indios de la India). No obstante te ha cundido por lo menos en fotos maravillosas ¡cómo echo de menos Pirineos!.

    Bienvenido, cuídate y un beso grande.

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