A Ramón ya lo conocéis, que he hablado de él algunas veces y más o menos ya está presentado. Lo metí aquí hace algo más de un año.
Él, por su parte, también hizo lo que pudo para darse a conocer, que tuvo tiempo de mirar viejas fotos familiares y recordar tiempos pasados felices y fructíferos, de juventud y de madurez. A ratos y según el humor que mantenía, fue hilvanando la historia suya y de los suyos, con la pretensión de darle él mismo el cosido definitivo. Tuvo, sin embargo, la previsión de ir dejando flecos para que otros completaran las lagunas o descuidos que él no pudiera o no supiera atender y rellenar.
Ramón era como un libro abierto. Se dejaba conocer sin ofrecer ninguna resistencia. Desde que llegó acompañado de Tere y de sus hijos, quien quiso le trató; y quien no, también supo de él. Sin forzar, te hacía hablar; sin molestarte, ocupabas sitio a su lado; sin ofender, se le escuchaba; con agrado recibíamos sus saludos, interpelaciones y reflexiones.
No tuvo, pues, nada de extraordinario que, a la vista del deterioro físico que fue sufriendo, unos preguntándole directamente y otros enterándose a través de unos, todo quisque estuviera al cabo de la calle de lo que le pasaba y él expresaba sin cortarse ni dar rodeos innecesarios: me ataca un cáncer de páncreas.
Un año entero vivimos sufriendo con él, y también alegrándonos, según el día que tuviera, las fuerzas o debilidad que mostrara, las ganas de hablar o de silencio. La operación que le realizaron apenas sirvió para mantener una esperanza colgada de un hilo… demasiado débil.
Aún así, Ramón siguió haciéndose presente donde ya era habitual, salvo en el trabajo, manteniendo un tono sobradamente alto al saludo de "aquí estamos, todavía".
El bautizo de sus nietas, Blanca y Nines, -nacidas en el invierno-, un 24 de abril, fue la última vez que le tuvimos con nosotros. Ya no volvió, hasta el 26 de mayo. Ese día le despedimos.
Muchas visitas le hice, muchos ratos pasamos charlando, otros casi sin palabras. Vi, él me enseñó, cosas de su vida, fotos, instrumentos de trabajo raros y ya fuera de uso, libros y papeles; en fin, esas cosas que se almacenan con el paso del tiempo y algún día se vuelven a sacar, se desempolvan y se curiosean para, qué se yo, hacer, por ejemplo, un blog personal y familiar.
Él sabía más de mí que yo de él. Tal vez porque Fidela, mi patrona del pueblo, le informó en su momento cuando él y Tere decidieron plantar casa en aquel lugar en las faldas de Torozos, mirando a Campos. Tal vez porque mirándome descubría más de lo que yo mismo expreso. Tal vez, que también puede ser, porque soy más transparente de lo que me apetece y quiero.
El caso es que Tere y él hablaron de tener conmigo algún detalle. Ya lo habían tenido, hace años. De un viaje que hicieron a la América Austral me trajeron este precioso belén hecho en madera de radal.
No pudo ser esta vez que la entrega fuera sino por encargo. Tere delegada se presentó con este ejemplar de Entremeses de Cervantes, adobado con la foto de la pareja en singular trance escénico y con la reseña manuscrita de las obras que interpretaron, quién sabe si fueron más, que no lo dice.
Entre paréntesis figuran los personajes que Ramón encarnó. Nada se dice, y debiera hacerlo, de los que interpretara Tere. Mecachis…
El caso, y es a lo que voy desde el principio, el caso es que Tere, junto con el libro que ahí os muestro, traía dos juegos de fundas nórdicas, para quita y pon, que Ramón y ella pensaron que yo no tenía y que me vendrían bien, cualquiera que fuera la manera en que yo duerma.
Y eso es lo que os quería decir, que esta noche estreno lienzo, que voy a dormir en sábanas nuevas. Estoy de suerte. Mañana os lo cuento.
Es de bien nacidos ser agradecidos.
ResponderEliminarParece que Ramón lo era. Y tu también.
Que duermas como los ángeles (aunque no creo que ellos duerman).
¡Qué suerte!, que lo disfrutes, siempre es agradable dormir entre sábanas limpias y si son nuevas y suaves... mejor.
ResponderEliminarBesos
Cuántas posibilidades, cuántas experiencias, cuántas motivaciones, cuántos recuerdos se sustentan en unas relaciones fraguadas por la buena amistad. Su huella es indeleble, intangible y tangible a la vez. Hace grata la vida y, como en tu caso, facilita el buen sueño.
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