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Había una vez un árbol que quería mucho a un niño llamado Roberto.
Y todos los días el niño venía y recogía sus hojas para hacerse con ellas una corona y jugar al rey del bosque.
Subía por su tronco
y se mecía en sus ramas
y comía manzanas.
Y ambos jugaban al escondite.
Y, cuando estaba cansado, dormía bajo su sombra.
Roberto amaba al árbol… mucho… Y el árbol era feliz.
Pero el tiempo pasó.
Roberto se fue haciendo mayor…
Y el árbol se quedaba a menudo solo.
Hasta que un día…
¡Hola Roberto!, le saludó el árbol. ¡Qué bueno que viniste! Acércate, come mis frutos, diviértete con mi ramaje, descansa a mi sombra… Lo pasaremos muy bien.
Ya soy mayor para subirme a tus ramas y jugar, contestó Roberto. Lo que necesito ahora es dinero para mis cosas. ¿Me das dinero?
Lo siento, respondió el árbol. Dinero no tengo. Si quieres, coge mis manzanas y véndelas. Así tendrás dinero.
Y, así, él se subió al árbol, recogió las manzanas y se las llevó. Y el árbol se sintió feliz.
Roberto estuvo lejos durante largo tiempo, y el árbol se sentía solo y apenado.
Pero, un buen día…
¡Ven, Roberto, ven! ¡Cuéntame! ¿Qué tal te va en la vida?
Estoy muy ocupado ¿sabes? Quiero una casa donde vivir y estar bien.
¿Puedes ayudarme?
Yo no tengo otra casa que el paisaje abierto. Pero tú puedes cortar mis ramas y te servirán para construirte una casa.
Y así él cortó sus ramas y se las llevó para construir su casa.
¡Y el árbol se sintió feliz!
Roberto estuvo ausente durante mucho tiempo. Y el árbol volvió a estar triste.
Hasta que un día…
¡Hola Roberto! ¡Qué alegría poder estar de nuevo contigo! ¿Qué tal tu casa? ¿Vives bien en ella?
Sí, pero en invierno tengo frío. Necesito leña para calentarme.
Yo te la doy. Cógemela.
Ahora quiero conocer mundo: viajar y ver cosas nuevas. Necesito un barco. ¿Me das madera para construirme un barco?
¡Y el árbol era feliz!
Durante muchos años el árbol se preguntaba: ¿Qué habrá sido de mi amigo Roberto? ¿Será feliz? ¿Qué más podría yo hacer por él?
Hasta que, finalmente, vio regresar a su amigo, y tuvo una inmensa alegría.
¡Ven, acércate! ¿En qué te podría yo ayudar?
"Yo no necesito mucho ahora", contestó él,
"sólo un lugar tranquilo para reposar. Estoy tan cansado".
"Bien", dijo el árbol reanimándose, "un viejo tocón es bueno para sentarse y descansar. Ven, Niño, siéntate y descansa".
Y él se sentó.
¡Y el árbol fue feliz!
Y todos los días el niño venía y recogía sus hojas para hacerse con ellas una corona y jugar al rey del bosque.
Subía por su tronco
y se mecía en sus ramas
y comía manzanas.
Y ambos jugaban al escondite.
Y, cuando estaba cansado, dormía bajo su sombra.
Roberto amaba al árbol… mucho… Y el árbol era feliz.
Pero el tiempo pasó.
Roberto se fue haciendo mayor…
Y el árbol se quedaba a menudo solo.
Hasta que un día…
¡Hola Roberto!, le saludó el árbol. ¡Qué bueno que viniste! Acércate, come mis frutos, diviértete con mi ramaje, descansa a mi sombra… Lo pasaremos muy bien.
Ya soy mayor para subirme a tus ramas y jugar, contestó Roberto. Lo que necesito ahora es dinero para mis cosas. ¿Me das dinero?
Lo siento, respondió el árbol. Dinero no tengo. Si quieres, coge mis manzanas y véndelas. Así tendrás dinero.
Y, así, él se subió al árbol, recogió las manzanas y se las llevó. Y el árbol se sintió feliz.
Roberto estuvo lejos durante largo tiempo, y el árbol se sentía solo y apenado.
Pero, un buen día…
¡Ven, Roberto, ven! ¡Cuéntame! ¿Qué tal te va en la vida?
Estoy muy ocupado ¿sabes? Quiero una casa donde vivir y estar bien.
¿Puedes ayudarme?
Yo no tengo otra casa que el paisaje abierto. Pero tú puedes cortar mis ramas y te servirán para construirte una casa.
Y así él cortó sus ramas y se las llevó para construir su casa.
¡Y el árbol se sintió feliz!
Roberto estuvo ausente durante mucho tiempo. Y el árbol volvió a estar triste.
Hasta que un día…
¡Hola Roberto! ¡Qué alegría poder estar de nuevo contigo! ¿Qué tal tu casa? ¿Vives bien en ella?
Sí, pero en invierno tengo frío. Necesito leña para calentarme.
Yo te la doy. Cógemela.
Ahora quiero conocer mundo: viajar y ver cosas nuevas. Necesito un barco. ¿Me das madera para construirme un barco?
¡Y el árbol era feliz!
Durante muchos años el árbol se preguntaba: ¿Qué habrá sido de mi amigo Roberto? ¿Será feliz? ¿Qué más podría yo hacer por él?
Hasta que, finalmente, vio regresar a su amigo, y tuvo una inmensa alegría.
¡Ven, acércate! ¿En qué te podría yo ayudar?
"Yo no necesito mucho ahora", contestó él,
"sólo un lugar tranquilo para reposar. Estoy tan cansado".
"Bien", dijo el árbol reanimándose, "un viejo tocón es bueno para sentarse y descansar. Ven, Niño, siéntate y descansa".
Y él se sentó.
¡Y el árbol fue feliz!
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Cuando hay que decir NO
Algunas veces te encuentras ante situaciones en las que piensas y sientes que deberías dar una respuesta negativa ante una propuesta o situación, pero "intuyes" que esa respuesta no va a gustar demasiado a la otra parte.
En esos casos la persona se debate entre ser congruente consigo misma y ser capaz de defender sus derechos, pensamientos y/o sentimientos o adoptar una actitud pasiva y quedarse con todo el conflicto en su interior, y por supuesto con la ansiedad que esa actitud genera, dejándose llevar por el pensamiento de que se están aprovechando de ella.
Se trata, en definitiva, de ser o no asertivos.
¿Qué es la asertividad?
Se define como la capacidad de una persona para transmitir a otra sus deseos, opiniones, creencias o sentimientos de manera eficaz y sin sentirse incómodo.
Una persona ASERTIVA es aquella que es capaz de manifestarse como es, dice lo que piensa, sin provocar en el otro conductas agresivas, de rechazo o huida y, además, sin guardarse en su fuero interno ningún sentimiento de lucha, agresión, rechazo o huida.
Definimos conducta ASERTIVA como la capacidad de poder decir cualquier cosa a cualquier persona desde el respeto, sin molestar, herir, ni ofender y por supuesto, sin quedarnos nosotros incómodos.
Tengo derecho a decir "No"
Tengo derecho a no entender algo.
Tengo derecho a cometer errores.
Tengo derecho a expresar mis opiniones y a que se me escuche.
Tengo derecho a satisfacer mis necesidades.
Tengo derecho a contribuir.
Tengo derecho a la dignidad.
Tengo derecho a tomar mis propias decisiones.
Tengo derecho a ser tratado con consideración.
Por supuesto, partiendo del hecho de que "Los demás tienen derecho a..."
La asertividad está unida a la autoestima: a mayor asertividad mayor autoestima. Cuando uno siente que es capaz de defender sus derechos, de resolver conflictos y de tomar sus propias decisiones , sin dejar que sean los demás los que decidan, la imagen que tiene de sí mismo y la confianza mejoran mucho.
La persona asertiva tiene metas claras. Sabe a dónde va y aquello que quiere conseguir y lo expresa de un modo claro, directo y sin ofender a su interlocutor.
Independientemente de que se consiga o no producir un cambio en la otra persona, sabremos que hemos actuado adecuadamente, en lugar de someternos pasivamente a las demandas del otro.
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Las dos primeras historias están tomadas de los guiones que utilizamos mi gente y yo en la catequesis infantil de iniciación a la fe.
La última es una entrada de un blog, encontrado casi al azar en este enorme almacén de ideas que es internet.
En realidad no sé por qué lo he juntado todo y tampoco por qué lo publico. Supongo que alguna intención tendría cuando me puse a la tarea de editarlo, pero en estos momentos como que se me ha olvidado.
La última es una entrada de un blog, encontrado casi al azar en este enorme almacén de ideas que es internet.
En realidad no sé por qué lo he juntado todo y tampoco por qué lo publico. Supongo que alguna intención tendría cuando me puse a la tarea de editarlo, pero en estos momentos como que se me ha olvidado.
Sí recuerdo, no obstante, que no hace demasiado ya estuve dándole a este asunto.
En fin, no importa; ahí está. Tal vez consigamos en conjunto darle algún sentido.
Continúas siendo un pillín y ¡claro qué sabes la intención!.
ResponderEliminarTodos los cuentos me gustan mucho y tu también me gustas.
Besos
Está clarito como el agua, Miguel Ángel. Me han gustado mucho esos principios de la asertividad, porque nos han educado para sufrir por una negativa, tanto si la recibes como si la das, y eso no hace justicia a la libertad humana.
ResponderEliminarLos cuentos son preciosos, está bien que los utilicéis para los críos, porque se trata al fin de que sean buenas personas y sepan ser felices y valiosos para los demás.
Si sigues un poco más, haces una Tesis Doctoral pluridisciplinar: ecología, sociología, zoología, psicología, derecho, pedagogía.... Todas esas ramas confluyen en las ramas del arbol como fuente de inspiración, re reflexión y comportamiento. Voy a leerlo de nuevo porque las lecciones que se extraen de ahí no pueden caer en saco roto.
ResponderEliminarPues mira Míguel, hace un año y pico no hice comentario y esta vez no sé si hacerlo en serio o utilizar la frivolidad que de vez en cuando se apodera de mí para restarle importancia a cosas que me hacen ponerme intensa y, como que no, ya me aburro de mis intensidades. Así que cualquiera sabe como me saldrá éste.
ResponderEliminarHay que hacer lo que hay que hacer, ni todo ni nada, ya sabes, lo que toca en cada momento.
Es estupendo que a los niños se les ilustre sobre las opciones de la vida porque si no las conocen ¿qué harán? seguir a la masa probablemente y eso no es bueno.
La música magnífica, como siempre.
Besos y abrazos
(mestizo el comentario, hoy tocaba)
"In medius is virtus" ¿no?, claro que ese equilibrio es difícil.
ResponderEliminarUn saludo cordial.
Sí, cuando toca; no, cuando toca. Y la honestidad, que toca siempre. La amistad, que es el sustrato y la raíz, que nos pone un punto más allá de la complicidad, del hoy por tí y mañana por mí, en el territorio del corazón.
ResponderEliminarYa me parecía a mí que con vuestra presencia este artículo redondeaba su sentido.
ResponderEliminarLaura: Los cuentos son sólo cuentos. Pero los cuentos pueden servir para muchas cosas; para dormir, para entretener, para recordar, para enseñar, para inducir a la reflexión… Con que gusten, ya cumplen un cometido realmente digno. Y si además le piropean a uno, ¡qué más se puede pedir!
Clares, tienes razón. A los de generaciones anteriores nos han educado para no negar nada a los mayores/superiores. Afirmar cuando nos sale del cuerpo negar, o viceversa, y pretender ser (y actuar como) libre no lleva a otra cosa que a la paranoia. No nos educaron para la libertad, sino para la sumisión y la obediencia. Ahora son otros tiempos, y tenemos las cosas algo más claras. ¡Ojalá no nos equivoquemos demasiado!
Fernando, he dicho solo redondear el sentido de este artículo, que completarlo sí sería una auténtica Tesis Doctoral, y este lugar sólo aspira a entretener y cultivar la amistad. Y con tan buenos jardineros ¡da gusto estar en este oficio!
Julia, las intensidades son sólo para determinadas ocasiones; permanentemente convertirían la vida en aburrida, plana, sin matices. ¡Lo que toca en cada momento! Dar en esa diana, ahí está el arte, el quid de la cuestión. Y no te digo nada si el blanco es móvil. La mayoría de la veces que en verdad me han importado he tenido que disparar sin saber si era sí o no lo que convenía, pero no había más tiempo para seguirlo pensando.
Y es que la vida, con frecuencia, nos come por un pie.
Hola elblogdelosmudos, bienvenido. También yo opino que si no hacemos nada, los malos se llevarán el gato al agua. Pero hablas de la virtud del medio, y yo creo que en el medio hay sólo un punto, y eso no tiene existencia, no existe. Ese recurso de los clásicos no me sirve. La virtud, si la alcanzo, estará en cada momento en el lugar que más convenga, y eso hasta el instante crítico no lo podré saber. Pero tal vez tengas razón, y al menos sirva como referente.
Juan, ahí es nada, honestidad y amistad, desde el corazón. Si me permitieras sustituir corazón por entrañas (o si fueras aún más indulgente y me dejaras decir por el vientre), ¿qué sería de todos nosotros si en lugar de pensar con la cabeza o dejarnos llevar por el corazón, actuáramos según se nos conmovieran las entrañas?
¡Tal vez entonces seríamos verdaderamente razonables!
Ya veo, ya veo, que sigue usted impartiendo doctrina de la que tanto carece la escuela en los dias que se nos antojan. Mucho arbol, mucho insecto, mucha ardilla... pero ¿qué me dice usted del somormujo?. ¿cómo es posible que en un texto como ese no se le haya ocurrido hablar del somormujo o de las gallináceas?. Le veo algun sesgado en su amor por la naturaleza, y no le quepa duda de que si es usted generoso con los animales desfavorecidos le auguro un porvenir más que criticable desde el punto de vista que interesa a los capataces de primera. Espero que aprenda usted la lección, que le veo algo verde, eh?. De nada.
ResponderEliminarDe los somormujos y hasta de los zampullines me olvidé, claro, que es que uno es de tierras secas; y aunque sí ha visitado alguna vez la Laguna de la Nava -también reconocida como la Mar de Campos- e item más los humedales de Villafáfila, no ha conseguido saber disfrutar de sus nubes de cínifes, que por Medina de Rioseco y aledaños son terror de atardeceres cálidos y apacibles.
ResponderEliminarPor otra parte, ¿cómo congeniar gallináceas y arboledas? Sin embargo, y eso será en otra ocasión, no será difícil relacionar pollitos de corral y cisnes amansados. Al tiempo.
Aprecio en lo que valen sus advertencias, mi señor don Segismundo, pero ya está jugada la partida, y las cartas que hay constituyen el último y definitivo envite. No hay vuelta atrás, el órdago es irrenunciable. (Al menos por ahora, y mientras dormiten -o vuelen los espacios siderales- los capataces de turno).
Se agradece…
Miguel Ángel, gracias a que me avisaste en mi blog, me puse a ver la película "Camino". Como película me gustó muchísimo, y su contenido me desconcertó bastante, aunque algunas cosas sí las tenía bastante claras. Me encantaría escuchar o leer tus reflexiones al respecto, porque es absolutamente complejo el tema. A mí me pareció muy agobiante la actitud de la madre, más allá incluso de lo religioso, y me dio mucha compasión el padre. Puedo hablar de sentimientos, que la película los provoca, y muchos, pero no de las ideas. A ver si te animas y nos ofreces tu punto de vista, que será sin duda muy sabio.
ResponderEliminarMe conmovió el otro día cuando leí la historia del árbol. Una hermosa metáfora. Es verdad, una buena manera de decir las cosas. Pero me jode tanto que se arranquen árboles. No siento que los árboles puedan ser felices así, porque la verdadera generosidad no puede llegar a la anulación.
ResponderEliminarNos llevaríamos bien tú y yo. Discutiríamos hasta las tantas, lo veo, lo veo, pero con enorme respeto, que se te ve el alma y creo que es noble.
Pues si no sabes por que lo subistes creo que fue para que yo leyera,es que he pasado un ratito de lo mas entretenida......
ResponderEliminarEstos cuentos sencillos me gustan mucho... Gracias