Llevo dos días intentando digerir todo el follón mediático que se ha volcado sobre el papel y sobre el ciberespacio a resultas de unas palabras expresadas por el obispo de San Sebastián en una entrevista hecha en La Ventana de la Ser.
El pasado viernes confieso que me desazonó el radio despertador, enchufado a la Ser, con un titular que me aplanó.
El País ofrecía el audio de la entrevista, pero no hubo manera de que pudiera descargarlo, y sólo tenía ante los ojos las frases entresacadas que se publicaban.
En numerosos blogs y en portales de información general y específica se aireaban los mismos titulares y había comentarios verdaderamente antológicos si no fueran más bien vergüenza. Me ha sido del todo imposible contar todos los comentarios de aquí y de acullá, pero puedo asegurar sin temor a equivocarme, que suman varios miles. Pero no conseguí sacar nada en limpio. Sólo insultos y apóstrofes contra la persona de Munilla y su pensamiento teológico.
Hoy, domingo, por fin he conseguido oír sus propias palabras desde esta url: http://www.cadenaser.com/cadenaser/podcast/audios/cadenaser_laventana_20100114csrcsr_14_Aes.mp3
Reconozco que no he escuchado toda la entrevista. Sólo me interesaban las frases que tanto se han aireado. Son las últimas de su conversación. Las transcribo aquí, para que juzgue el personal.
Gemma Nierga:
«Quiero terminar, monseñor, acordándonos juntos de la catástrofe de Haití, de tantos muertos, de tanta desgracia como ha dejado. Incluso esta mañana creo que en el programa suyo en Radio María algún oyente creo le preguntaba acerca de este tema ¿verdad? Es decir, la perplejidad en la que se sumen los católicos cuando se preguntan ¿Por qué Dios permite estas calamidades?»
Obispo Munilla:
Obispo Munilla:
«Pues así es, la verdad, en Radio María las llamadas suelen entrar en directo, allí no hay filtro y, bueno, pues esa llamada, esa pregunta ha respondido a una pregunta que todos llevamos dentro de nosotros, si existe Dios por qué existe también el mal. Cómo es posible que los más inocentes, porque claro somos conscientes de que a veces parece que el mal se ceba en los más inocentes. Y bueno, pues la respuesta que yo he dado la he referido también a Jesucristo. He querido recordar cómo Jesucristo fue el inocente, el justo de Dios, y sin embargo también pues él fue injustamente perseguido e injustamente condenado a muerte. Y la respuesta que le he dado a ese oyente esta mañana ha sido la siguiente: Que desde luego si el mal tuviese la última palabra entiendo que sería incompatible con la existencia de Dios, ¿eh? Sería incompatible. Ahora bien creemos firmemente que el mal no tiene la última palabra, creemos firmemente en que Dios nos ofrece una felicidad eterna y creo que existen males mayores, aunque parezca fuerte lo que voy a decir, existen males mayores que los que esos pobres de Haití están sufriendo estos días. Yo recordaba esta mañana en Radio María ese momento del evangelio en el que Jesús, cargando con la cruz, camino del Calvario, se encuentra con un grupo de mujeres que lloran por Jesús al verle atormentado. Y Jesús les dice, no lloréis por mí, llorad por vosotras. Nosotros nos lamentamos mucho de los pobres de Haití, pero igualmente también deberíamos, además de poner toda nuestra solidaridad en ayudar a los pobres, nuestros medios económicos, etc., también deberíamos de llorar por nosotros, por nuestra pobre situación espiritual, por nuestra concepción materialista de vida, quizás es un mal más grande el que nosotros estamos padeciendo que el que esos inocentes también están sufriendo.»
Yo, ahora, estoy más tranquilo. No creo que haya dicho este obispo nada que de motivos para tanto ruido y escandalera. Es algo que se atiene a la normalidad de la persona que las dice, y que incluso los dos periodistas que con él estaban, Gemma Nierga y Mikel Huarte, aceptan en la entrevista con simpatía.
Puestos a decir, tendría que haber dicho más, bastante más. Supongo que la entrevista se pasó de tiempo, así al menos dieron a entender tanto Gemma como Mikel, que por cierto estaba encantado escuchando.
Yo no soy quien para hacerlo, pero voy a atreverme a insinuar algunas cosas.
La historia de Haití es muy larga, y muy tortuosa. Tan torcida que no me es fácil recorrerla por mis medios. Parece ser que además de España, en esa isla han hecho sus desmanes bucaneros, filibusteros y toda clase de corsarios, Francia, EEUU, los Duvalier y sus tontons macout, las mafias de toda calaña, y la madre naturaleza.
¿Dónde están los quinientos mil millones de euros que dicen que la ONU ha invertido en ese país para desarrollarlo? Porque resulta que ahora sólo tiene una carretera para entrar y salir hacia República Dominicana.
Sólo un puerto y sólo un aeropuerto, ahora destrozados e inservibles. ¿No se merecían aquellas gentes algunos más? ¿Por qué no los tienen si se trata de una isla?
Allí dentro existe más solidaridad internacional, laica y/o religiosa, por metro cuadrado que en ninguna otra parte del planeta. ¿Qué sino o qué mal absoluto ha impedido ver algún fruto de ese esfuerzo?
Un terremoto, un maremoto, un cataclismo no hay quien los pare. Pero hoy día hay artilugios para prevenirlos y tomar alguna medida ante su próxima llegada. ¿Esa isla no tenía derecho a ellos?
Sólo nos queda llorar con ellos, y echarles encima toda nuestra ayuda, y más.
Anoche, viendo Informe Semanal, estoy seguro que mucha gente lloró viendo lo que la tele nos transmitía.
Pero yo, creedme, estoy llorando por mí, porque no he hecho nada para evitar o al menos aminorar ese mal.
Yo, ahora, estoy más tranquilo. No creo que haya dicho este obispo nada que de motivos para tanto ruido y escandalera. Es algo que se atiene a la normalidad de la persona que las dice, y que incluso los dos periodistas que con él estaban, Gemma Nierga y Mikel Huarte, aceptan en la entrevista con simpatía.
Puestos a decir, tendría que haber dicho más, bastante más. Supongo que la entrevista se pasó de tiempo, así al menos dieron a entender tanto Gemma como Mikel, que por cierto estaba encantado escuchando.
Yo no soy quien para hacerlo, pero voy a atreverme a insinuar algunas cosas.
La historia de Haití es muy larga, y muy tortuosa. Tan torcida que no me es fácil recorrerla por mis medios. Parece ser que además de España, en esa isla han hecho sus desmanes bucaneros, filibusteros y toda clase de corsarios, Francia, EEUU, los Duvalier y sus tontons macout, las mafias de toda calaña, y la madre naturaleza.
¿Dónde están los quinientos mil millones de euros que dicen que la ONU ha invertido en ese país para desarrollarlo? Porque resulta que ahora sólo tiene una carretera para entrar y salir hacia República Dominicana.
Sólo un puerto y sólo un aeropuerto, ahora destrozados e inservibles. ¿No se merecían aquellas gentes algunos más? ¿Por qué no los tienen si se trata de una isla?
Allí dentro existe más solidaridad internacional, laica y/o religiosa, por metro cuadrado que en ninguna otra parte del planeta. ¿Qué sino o qué mal absoluto ha impedido ver algún fruto de ese esfuerzo?
Un terremoto, un maremoto, un cataclismo no hay quien los pare. Pero hoy día hay artilugios para prevenirlos y tomar alguna medida ante su próxima llegada. ¿Esa isla no tenía derecho a ellos?
Sólo nos queda llorar con ellos, y echarles encima toda nuestra ayuda, y más.
Anoche, viendo Informe Semanal, estoy seguro que mucha gente lloró viendo lo que la tele nos transmitía.
Pero yo, creedme, estoy llorando por mí, porque no he hecho nada para evitar o al menos aminorar ese mal.
Lo de Haití es seguramente un paradigma. De nuestra miseria, de nuestro egoísmo. De la miseria del obispo y de mi propia miseria. Aunque no todas las miserias se escriben de la misma manera. Pensando en el hambre, por ejemplo, levantamos la voz contra los gastos militares, pero obviamos nuestros propios gastos superfluos, nuestros propios excesos (revisemos, por favor, un sólo día nuestra cesta de la compra cuando salimos del supermercado). Hablamos del otro, acusamos al otro, desde el orgullo y la soberbia: el otro, el otro,... ¿Para cuándo mirar en nuestro corazón?
ResponderEliminarAplastamos la conciencia,
ResponderEliminarcon mas ruido que nueces,
y a veces tampoco es eso,
no siempre tenemos la culpa,
de todo lo que pasa.
Casi nadie hacemos nada,
pero que ligeros van algunos,
a lanzar la primera palabra.
Un saludo.
Querido Miguel Ángel-
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, todos sabemos de la pobreza de Haití, de esos dineros que dicen que se mandan y nunca llegan.
Todos han ido a sacar el jugo de esa bella isla, ahora nos echamos las manos a la cabeza y con razón son miles y miles de muertes.
La pregunta:
¿Se habría podido evitar...?
Buenas construcciones, buen gobierno, buena administración-
Miguel Ángel es de pena, pero siempre es así.
Se pone la venda cuando ya está la herida.
Un abrazo dolorido.
Miguel Ángel,quizá hoy haga como el obispo y escandalice a quien lea esto.
ResponderEliminarPreguntas que ¿donde está el dinero de la ayuda internacional?
Parece mentira, pero en todos estos años de idas y venidas por algunos paises, las intendencias de las ONG de cuaquier índole se "comen" 9 de cada 10 E de las donaciones.
No se puede seguir así, se que no es el momento, pero no podemos robar las riquezas de los paises pobres y luego montar caridades con ellos y con personal nuestro.
Hay que darles a ellos las posibilidad de gestionar sus recursos, con empresas de su pais, con trabajadores de su pais.
En Haiti ¿de qué sirve tener millones si la gestión la hacen otros paises, y porqué les venden el excedente de arroz de los EEUU a bajo coste y obligan a los campesinos autóctonos a emigrar a la ciudad porqué les han quitado su forma de vida?
Si Míguel, me avergüenzo del ser humano y de como podemos convertirnos en corderos cuando somos lobos disfrazados comiéndonos a nuestros propios hermanos.
Un abrazo muy fuerte.
Y una cosa mas si lloro, lloro de pena y de rabia, lloro por mi y por la Iglesia y sus riquezas.
ResponderEliminarPero sigue siendo un desatino del obispo hacer semejantes comparaciones que, por otra parte, es cierto, que la iglesia católica siempre hace la misma tontería cuando no tiene respuestas "racionales" a preguntas bastante sencillitas: ¿por qué el Dios Todopoderoso permite semejantes calamidades que dañan SIEMPRE a los más vulnerables?
ResponderEliminarYa lo entiendo Míguel, es una manera como cualquier otra de salirse por la tangente, PORQUE ESE DIOS NO EXISTE. ¿Es tan difícil contestar esto? No es difícil, es inadecuado porque sería tirar piedras sobre el propio tejado y se acabaría el negocio.
Y el obispo sigue siendo un desalmado comparando lo incomparable. Es, por lo menos, una falta de tacto y por lo más un desatino imperdonable por inapropiado. Son magnitudes INCOMPARABLES.
Con respecto a lo de Haití: o la ONU hace el trabajo que se le supone o que cierren de una santa vez el chiringuito. Tanto en este desastre como en todo lo que está pasando en África, en países de Asia y tantos otros lugares de centro y sudamérica ¿para qué sirve la ONU? ¡¡¡Tanto guante blanco con los poderosos y tanto voluntarismo ineficiente con los desposeídos de la tierra!!!
No sé cuando pero un orden mundial nuevo se impone cada vez con mayor urgencia..
Ya me paro...
Besos
http://cornelivs.blogspot.com/2010/01/1-aniversario-del-manifiestro-por-la.html
ResponderEliminarImposible detenerme, amigo. En el enlace de arriba encontrarás mas información.
Gracias por anticipado y un abrazo.
Juan Navarro:
ResponderEliminarHay demasiados paradigmas tipo Haití. Es difícil mirar el globo terráqueo y no ver tantos puntos negros de inhumanidad en nuestro mundo. Dicen que desde fuera parece azul, ¿será cierto? Si fuera verdad, aún cabría la esperanza.
izara:
Es verdad, no siempre tenemos la culpa. Alguna vez somos inocentes. Pero nos gustaría saber a quién hay que reclamar.
Un saludo cordial
María Luisa:
Así somos y así aparecemos. Y desde luego que se podrían evitar muchas cosas con lo que sabemos y podemos, pero…
No me abraces con dolor, pero te invito a llorar conmigo.
Laura:
Eso que dices es público y notorio. Por eso interesa que nuestra ayuda esté bien orientada, no todos los canales son igual de eficaces.
Lo de la Iglesia, como signo y ejemplo, vale; eficaz, no me parece, sería una bagatela al lado de armas y otros negocios.
Julia:
La pregunta que tú haces sólo te la podría responder él mismo. Yo no sé que haya hilo directo. Pero te voy a contar una cosa que me pasó. Fue en los Pirineos, en un valle de Benasque que se llama el Portal de Remuñe. Iba la Moli a su bola corriendo tras las marmotas. No la vimos en todo el recorrido. Nos encontramos con un guarda del parque y le preguntamos si la había visto. Él, que era de La Puebla de Lillo, León, y que nos reconoció enseguida como paisanos, dijo que no nos preocupáramos, que ella bien sabía dónde estábamos y que ya nos encontraría. Y así fue, nos encontró. No nos perdió de vista en ningún momento, entre las peñas y los barrancos.
Mi fe por lo de Haití no se tambalea. Y también creo en los seres humanos, a pesar de los pesares. Como tú, aunque te hagas la dura. Por eso te quiero tanto.
Adiós, Cornelivs, ¡vaya prisa que llevas! No corras tanto que vas a llegar igual.
Indudablemente, tienes razón. Desde sus creencias y su manera de ver el mundo, no dijo el hombre ningún disparate. Yo creo que lo que ocurre es que se va con la escopeta cargada, porque la iglesia institucional española ha dado muestras de intolerancia últimamente, y cuando habla de lo mal que estamos espiritualmente, parece que se refieren a sus injerencias continuas en la vida pública y legislativa, refiriéndose concretamente a este país y a sus gobernantes y gobernados. Creo que yo no hubiera oído eso, sino lo que dice, que, ya te digo, me parece coherente y normal en su creencia.
ResponderEliminarAhora, lo otro sí es para llorar, lo de Haití, no sólo lo del terremoto, sino la trayectoria de ese pobre país y el expolio constante, la escasa incidencia de las ayudas antes de la desgracia terrible, y ya veremos lo que ocurre a partir de ahora y cómo se reconstruye aquello. Eso sí es para llorar, para hartarse a llorar.
Yo le escuché y, entendí que nadie lo quisiera entender, pero no dijo nada que no debiera, simplemente lo hizo desde otro "plano".
ResponderEliminarUn saludo