Solo una vez me ha ocurrido, y es terrible.
Oír a una mujer hecha y derecha, ya abuela por partida doble, y escucharla estas palabras: “El compañero de mi madre me violó”, te deja mismamente noqueado.
Si añade: “Y mi madre lo sabía, y no hizo nada”, ya no sabes dónde diablos meterte; su mirada te llena de vergüenza porque, aunque tú acabas de enterarte, en algo y de alguna manera has contribuido y/o participado en esa mierda.
Y si continúa: ”Tenía siete años cuando mi madre se iba a trabajar y nos dejaba solos, en la única cama que teníamos, de lo único de que eres capaz en esos momentos es de llorar también como ella, aguantándote las ganas de abrazarla, porque no te atreves ni remotamente a hacerla revivir las sensaciones físicas que ella aún no ha conseguido olvidar.
Callas y lloras; escuchas y acompañas; y te aguantas las ganas de salir a buscar al desagraciado y partirle la cara; ya no es posible: está muerto.
Muerta está esta sociedad que hace que esto se silencie; que obligue a las víctimas a callar, a sufrir y a consentir.
Muertas estamos las personas que por acción y omisión permitimos que el 25% de las mujeres, -eso dicen las estadísticas, seguro que es mucho mayor el número- haya sido violado.
Oír a una mujer hecha y derecha, ya abuela por partida doble, y escucharla estas palabras: “El compañero de mi madre me violó”, te deja mismamente noqueado.
Si añade: “Y mi madre lo sabía, y no hizo nada”, ya no sabes dónde diablos meterte; su mirada te llena de vergüenza porque, aunque tú acabas de enterarte, en algo y de alguna manera has contribuido y/o participado en esa mierda.
Y si continúa: ”Tenía siete años cuando mi madre se iba a trabajar y nos dejaba solos, en la única cama que teníamos, de lo único de que eres capaz en esos momentos es de llorar también como ella, aguantándote las ganas de abrazarla, porque no te atreves ni remotamente a hacerla revivir las sensaciones físicas que ella aún no ha conseguido olvidar.
Callas y lloras; escuchas y acompañas; y te aguantas las ganas de salir a buscar al desagraciado y partirle la cara; ya no es posible: está muerto.
Muerta está esta sociedad que hace que esto se silencie; que obligue a las víctimas a callar, a sufrir y a consentir.
Muertas estamos las personas que por acción y omisión permitimos que el 25% de las mujeres, -eso dicen las estadísticas, seguro que es mucho mayor el número- haya sido violado.
¡¡¡No a la violencia machista!!!
¡¡¡No al silencio complice!!!
Hoy no hay comentario, sólo afirmación rotunda: No al maltrato, no a cualquier tipo de violencia, sin excepción; tolerancia, cero.
ResponderEliminarDigo lo que Juan, que no, que nadie es más que nadie ni menos que nadie, que el maltrato debe tener tolerancia cero.
ResponderEliminarDuele, eso es lo que pasa, duele mucho. Todos los días, en todas partes, contra las mujeres, contra los niños... la fuerza bruta, la sinrazón contra los débiles, duele. Por esto y por otras tantas injusticias hay días que, ya lo he dicho, no puedo con la vida.
ResponderEliminarBesos Míguel
Y esta violencia se vé a todas horas, en todos los ámbitos. En las revisiones del niño sano vemos con mucha frecuencia niños abusados, los abusadores están en el seno familiar, y no precisamente en familias desestructuradas, se dá en familias con apariencia de normalidad, en muchos casos el familiar es un encantador de serpientes, amable, supereducado,que se arrastra por el suelo zigzageando hasta que la víctima cae en sus redes, y después niega todo, atribuyendo a su víctima la provocación.
ResponderEliminarUna tiene que manterse muy en su sitio para no chillar, TENEMOS QUE TENERLO CLARO HAY QUE PARAR Y REPARAR. Un abrazo para todos.