Posibilidades que ofrece un Blog (IV)

Cuando dices que una cosa ofrece posibilidades,  además de expresar que ese objeto tiene valor por lo que a simple vista aparenta, estás queriendo aludir a algunas concretas acciones que pueden ser llevadas a cabo con él.

En el caso más simple, lo usual es referirse a una concreta, la que tememos o ansiamos. Por ejemplo: ¿Tengo posibilidades de estar embarazado si mantuve anoche relaciones sexuales y no tomé precauciones? La respuesta es obvia; pero como ejemplo podría valer si estuviera expresado en otro género.

Vamos a por otro: ¿si se me ocurriera ir por lana, podría volver trasquilado? Aquí se admiten varias posibilidades, como todo el personal puede comprender.

Pero si digo: Si salgo solo de casa por la noche, ¿qué posibilidades tengo de que me contraten para un puesto de directivo en una empresa pionera en el mercado de abastos? El abanico de posibles respuestas se abre tanto cuantos síes condicionales se nos ocurra poner.

Es el caso que un blog tiene posibilidades, vaya si las tiene. Pero a uno, limitado y finito, no se le ocurren sino un pequeño número de utilidades, la mayoría de las cuales no salen de su imaginación, sino de la experiencia concreta, de lo cotidiano, de lo que ocupa su existencia más que estrecha, escuchimizada.

Pero si dejáramos libre a la imaginación, ah, entonces la cosa cambiaría y entraríamos en un campo aún no explorado.

Sin embargo, lo mejor de lo mejor es que te echen una manita, que alguien desde la concha te sople o directamente salga desde detrás de las bambalinas y vaya llenando el escenario en la que tú balbuceas un texto aún por determinar.

Metido ingenua y temerariamente a analista de blogs (nótese este ablativo absoluto tan finamente construido por quien no sabe ni latín), me encuentro con que Fuensanta M. Clares, -de Murcia, nada que ver con Fuencisla, de Segovia-, sitúa en medio de la escena una maravilla: resulta que un blog también sirve para viajar, para soñar, para visitar, incluso para volver al pasado y recorrer la historia.

Si tenéis algo de tiempo, entrad aquí y disfrutad con este recorrido, virtual sí, pero tan real que estaréis tentados de preguntar a cualquiera por el restaurante más cercano para almorzar a la salida, de temer pisar en el resbaladizo empedrado, de haceros con uno de tantos ciriales (Fernando Manero avisa), o de curiosear lo que hay allá tras de aquella puerta tan cerrada.

Y, aunque a la salida todo siga igual, la muchacha del bolso negro siga con él, dando el mismo paso, y el caballero del niqui burdeos siga dándoos la espalda, habréis pasado un buen rato, os lo aseguro.




Y este otro lugar también merece un rato que tengáis disponible:

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