Estoy con la mesa puesta, a punto de empezar a meterme el primer bocado, y suena el teléfono: que si quiero donar sangre, que hace tiempo que no voy, y que cuándo me viene bien.
Diez meses han tardado en llamarme. También yo me he descuidado y no he aparecido por allí para recordarlo.
El caso es que me piden que haga una aféresis de plaquetas.
Como lo conté entonces, no vuelvo a repetir la historia, que es la misma: 66 minutos enchufado a una máquina que piensa por sí sola, que toma tu sangre y la manipula, separando algo de plasma y alguna plaqueta, devolviéndotela con el añadido de algo que parece suero salino.
No hay ningún dolor, no sientes nada malo en tu cuerpo, todo son atenciones de las cariñosas enfermeras que te vigilan en todo momento y se prodigan contigo en atenciones mil.
Es cierto que resulta un poco pesado, porque quieras que no se te pasa la mañana en pruebas y espera.
Empieza la cosa por rellenar un documento en el que expones que no tienes ninguna circunstancia que te impida donar sangre: es fácil, es contestar Sí o No a unas 30 preguntas sobre enfermedades y dolencias.
Toma de tensión y control de hematocrito. Yo lo tengo bien, tirando a bajo; pero vale.
Firmas una autorización, para que lo que donas sea administrado por quien lo recibe con libertad y responsabilidad.
Si es conveniente y se ve necesario, como en mi caso, te hacen un “sistemático” para no correr riesgos.
Si todo está en orden, preparan la maquinita de marras introduciendo en su ordenador los datos que los diversos análisis han aportado.
-“Salen 66 minutos, que se pueden convertir en 70. ¿Estás dispuesto a ello”, me pregunta la de blanco.
Ya puesto a echar la mañana, ¿qué más dan minutos más? Asientes y te dicen que esperes, que van a preparar la máquina tomadora.
Y al poco, unos quince minutos más, te llaman, te tumbas, te enchufan y empieza a manar el líquido en un proceso de ida y vuelta.
Así quedas, más o menos, (y no soy yo el que está ahí enganchado), con máquina y cuidadora:
Y se acaba todo 62 minutos después. Tú estás bien, fuera hay dos bolsas de color marrón claro que valen auténtico oro en paño que ahí dejas. Las “muchachas” de la bata te sonríen y despiden, y tú te sales contento de haber ganado a la máquina 4 minutazos. ¡Estaba seguro que mi sangre es mejor de lo que se creyó esta “listilla”! (La tal máquina debe ser yanqui o alemana, y ya digo que hasta piensa, y de vez en cuando pita y emite mensajes, recordándote que debes abrir y cerrar la mano conforme ella succiona, que la presión hay que mantenerla para que el proceso discurra suave y correctamente).
Internauta, lector/a amigo/a, ¡hazte donante de sangre!
Para más información se puede buscar en Internet con sólo escribir en el motor de búsqueda aféresis. La Clínica de Navarra tiene buena información, pero también Cruz Roja.
Diez meses han tardado en llamarme. También yo me he descuidado y no he aparecido por allí para recordarlo.
El caso es que me piden que haga una aféresis de plaquetas.
Como lo conté entonces, no vuelvo a repetir la historia, que es la misma: 66 minutos enchufado a una máquina que piensa por sí sola, que toma tu sangre y la manipula, separando algo de plasma y alguna plaqueta, devolviéndotela con el añadido de algo que parece suero salino.
No hay ningún dolor, no sientes nada malo en tu cuerpo, todo son atenciones de las cariñosas enfermeras que te vigilan en todo momento y se prodigan contigo en atenciones mil.
Es cierto que resulta un poco pesado, porque quieras que no se te pasa la mañana en pruebas y espera.
Empieza la cosa por rellenar un documento en el que expones que no tienes ninguna circunstancia que te impida donar sangre: es fácil, es contestar Sí o No a unas 30 preguntas sobre enfermedades y dolencias.
Toma de tensión y control de hematocrito. Yo lo tengo bien, tirando a bajo; pero vale.
Firmas una autorización, para que lo que donas sea administrado por quien lo recibe con libertad y responsabilidad.
Si es conveniente y se ve necesario, como en mi caso, te hacen un “sistemático” para no correr riesgos.
Si todo está en orden, preparan la maquinita de marras introduciendo en su ordenador los datos que los diversos análisis han aportado.
-“Salen 66 minutos, que se pueden convertir en 70. ¿Estás dispuesto a ello”, me pregunta la de blanco.
Ya puesto a echar la mañana, ¿qué más dan minutos más? Asientes y te dicen que esperes, que van a preparar la máquina tomadora.
Y al poco, unos quince minutos más, te llaman, te tumbas, te enchufan y empieza a manar el líquido en un proceso de ida y vuelta.
Así quedas, más o menos, (y no soy yo el que está ahí enganchado), con máquina y cuidadora:
Y se acaba todo 62 minutos después. Tú estás bien, fuera hay dos bolsas de color marrón claro que valen auténtico oro en paño que ahí dejas. Las “muchachas” de la bata te sonríen y despiden, y tú te sales contento de haber ganado a la máquina 4 minutazos. ¡Estaba seguro que mi sangre es mejor de lo que se creyó esta “listilla”! (La tal máquina debe ser yanqui o alemana, y ya digo que hasta piensa, y de vez en cuando pita y emite mensajes, recordándote que debes abrir y cerrar la mano conforme ella succiona, que la presión hay que mantenerla para que el proceso discurra suave y correctamente).
Internauta, lector/a amigo/a, ¡hazte donante de sangre!
Para más información se puede buscar en Internet con sólo escribir en el motor de búsqueda aféresis. La Clínica de Navarra tiene buena información, pero también Cruz Roja.
¡Hele ahí los hombres valientes y generosos! ¡Sí señor! y siendo AB no puedes negarte amigo mío que no hay mucho de eso en los bancos de sangre.
ResponderEliminarEsto me recuerda que quizá yo debería hacerme donante porque desde que alcancé el peso necesario ya no tengo excusas pero sí pánico al estoque en el brazo. En fin exageraciones para no ir (¡y mira que yo lo tengo fácil ¿eh?! ¡Ah! y además soy O- que tampoco hay tanto (el donante universal por antonomasia ¡toma ya!).
Míguel, besos guapetón.
Comparto las mismas ideas y sensaciones, ya que he pasado por esa experiencia. Creo que, pese a las incomodidades, merece la pena. Cuando se disfruta de buena salud no se perciben tan bien lo que significan estas muestras de generosidad. Pero quienes necesitan de nuestra ayuda, lo merecen. Ser solidario nunca ha sido cómodo ni fácil.
ResponderEliminarEl pinchazo no duele: la enfermera es muy experta. El tiempo es mínimo, en relación con la cantidad de tiempo que perdemos cada día en tonterías. La caída de tensión por la extracción es mínima y se compensa con una cocacola. El rasgo solidario que supone la donación no tiene límites y nos enseña, por otra parte, de nuestra fragilidad y nuestra dependencia de los demás. Donar en fácil: puede hacerse en cualquier hospital y, en Madrid, además, en cuaquiera de los autobuses que suelen instalarse en muchos puntos estratégicos. Finalmente, el análisis de sangre que te hacen te orienta sobre tu estado de salud y la tarjeta de donante -donde te anotan fecha, tensión y cantidad donada- es un pase para entrar libremente en cualquier hospital. La verdad es que no sé por que no sale todo el mundo corriendo a donar...
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Míguel, hace ya unos años,entregaba una cantidad de mi sangre cada vez que se requería. Pero una noche sucedió "algo".Yo trabajaba en turno de noche,en el hospital estaban cambiando el mobiliario por camas mas modernas, con luces y todo eso,se llamaba Jose Luis,muy joven, y se le salió el catéter de la vena, no se veía nada,la Auxiliar me alumbraba con una linterna, y a pesar de las precauciones me pinche con el fiador de la branula que le había colocado.!total! llantos de mi compañera,la supervisora de noche llamó al laboratorio para que me hicieran analíticas de todo.Yo estaba segura que nada me tenía que pasar, de hecho nada ha pasado, pero continúan haciéndome controles anuales, tuve que tomarme retrovirales durante los 28 días que fijan los protocolos. Ahí me dí cuenta de lo bien que estaban colocados mis linfocitos T4, capaces de luchar con las debilitadas defensas de los enfermos infecciosos.Entonces trabajaba como coordinadora para enfermos con sida, nunca me he infectado, ni en Nicaragua, ni en Cuba, ni en Perú, ni en Ethiopía,...pero no puedo ser donante de mi cuerpo, si de lo que hago, y pongo todo mi querer en ello. Un beso , y como dice mi hermana !olé a los hombres y mujeres valientes!
ResponderEliminarLa verdad es que a mí me viene muy bien donar sangre. Supongo que a eso se debían las sangrías con que los galenos aliviaban determinadas dolencias: extraer sangre del cuerpo estimula al organismo y activa mecanismos internos que se están volviendo indolentes.
ResponderEliminarEl caso es que no es nada doloroso. Te tratan estupendamente bien. Te comes un buen bocata y un zumo largo. Y fardas con el brazo envuelto en esparadrapo durante un buen rato.
¿Que es pérdida de tiempo? Toma claro, y comerte un bolsón de pipas, y sorberte un helado, y mirar a los patos nadar en el estanque…, todo lleva su tiempo. ☺