Nadar y guardar la ropa

Lo intenté en el río de mi pueblo, el Valdeginate, pero, tan escaso de agua, no me lo permitió.
Aprendí a nadar como tantos otros de mi época en el convento, en una alberca de riego, toda la chavalada “chapucando”, a lo que entonces llamábamos “estilo perro”; o séase, como Dios le da a entender a cada quien.

Luego fui mejorando en acequias y canales, que piscina-piscina no la caté hasta que ya fui mayor y me invitaron.

Me hice nadador en el Pisuerga, cuando sus aguas venían sucias, pero no contaminadas. En verano era el mejor momento, que el río estaba manso, aunque imponente. Pero también lo hacíamos en primavera, con la fresca, más bien frío, después de una tabla de gimnasia por las pistas del seminario nuevo.
Luego llegó el mar, ya mucho más tarde, y eso no me parecía nado sino juego. Esas puñeteras olas no son serias, y le toman a uno el pelo, y a un inexperto nadador como yo no le permiten el lucimiento ni tampoco el progreso.

Así fui trampeando con el agua, hasta que llegado el momento, simplemente lo dejé. Vamos, que ni me apetecía visitar a las amistades con piscina, por si acaso me decían “ponte el bañador y vente para acá”.

Siempre fui muy bruto. Nunca tuve cuidado. Cargar y descargar camiones, subir y bajar pesos, hacer esfuerzos sin medida, ¡quién ha de tener cuidado! Además, tampoco lo podía tener: campamentos de verano, obras una tras otra, hacer lo que hay que hacer porque no va a venir nadie a hacértelo, en fin, eso, la vida y sus afanes.

Total, que un mal día di un mal resbalón y, en la caída, me hice daño. Siempre había tenido algún dolor, más bien molestia, aquí o allá. Pero a partir de aquella maldita caída todo fue distinto. Todo el día “arriñonado”, con un cinturón por la cintura que no me dejaba en paz. Y al caer la tarde era el cuello y la cabeza: mareo, náuseas, ganas de tumbarme en la cama, incomodidad estando echado, inútil total; no era capaz de concentrarme, de mantener una conversación con un mínimo de atención, de estar leyendo siquiera un rato…
De Campamento 1980. La Aliseda de Tormes (Ávila)
La médica, yo siempre he tenido médica desde que recuerdo, aconseja placas de lumbares y cervicales, reposo y rehabilitación. Nada, no hay alivio ni mejoría. “Es que ya estás tocado, que tienes desgaste aquí y allí, y unas crestas nosequé que, claro, es normal para tu edad…”

Alguien, en plan amigo, me dice que nade, que no hay otra solución. ¿Nadar yo? ¡Si hace más de diez años que no lo hago! Prueba a ver, que mal no te hará.

Un día me acerco a una piscina municipal, saco la entrada, -2,60 €-, y entro. Ya con el bañador, al borde de la piscina, observo el agua…, y estoy así más o menos cuarto de hora. El que nada en esa calle, al llegar hasta mí, saca la cabeza, me mira y me dice: ¿Te vas a meter o no? Respondo: Si hace más de diez años que no nado, no sé ni por dónde empezar. Y el otro va y dice: ¡Salta de una vez, joder!

Y salté. Y desde entonces no he dejado un solo día de ir a hacer mi sesión de natación: media hora & 48 largos. Llueva, atruene, queme el sol, azote el viento, tenga trabajo o reunión, vaya para allá o para acá, no importa qué me ocupe el día, yo cargo mi mochila y, si no es en una es en otra, entro en una piscina y hago lo que tengo que hacer, nadar.

No os vayáis a pensar que no hay días de pereza, de falta de tiempo, de imposibilidad horaria, incluso de ausencias justificadas o no. Vaya si los hay. Pues entonces, el día siguiente, ración doble.

También hay, por supuesto, y son los más, días de disfrute, de relajo, incluso de compadreo con otros que también van a lo mismo, y según parece se han hecho el mismo propósito y están en el mismo plan.

Lo que quiero decir es que desde que nado a diario la espalda ya no molesta, el cuello como que no existe, y, si es que tengo contracturado el trapecio, ni se queja ni me duele.

Santo remedio.

Tal vez se me habría curado con el tiempo y con algún medicamento de los que me fueron prescritos y que me negué a tomar. Posiblemente ya se pasó y nunca más vuélvame a pasar. Seguramente fue cosa de un momento y ya está curado.

Yo seguiré nadando todos los días,
  • primero, porque disfruto y me siento hasta más joven;
  • segundo, porque me relaja si voy de noche, me espabila si voy en la mañana, y me estimula si es por la tarde;
  • tercero, porque he bajado de barriga, he estabilizado el peso y la tensión, calzo algún número menos de talla de pantalones y mi piel se ha puesto suave suave, como la de un bebé;
  • cuarto, porque no sudo en pleno ejercicio, ni me huelen los pies;
  • quinto, porque por más que me esfuerce algún día no sufro tirones, torceduras, esguinces ni otras lesiones;
  • sexto, porque tengo mono: me ha enganchado a mí esto de ir a nadar;
  • séptimo, porque me sale cada sesión de baño a 0,30 €, ¿a que es barato?;
  • octavo, porque como como una fiera;
  • noveno, porque duermo como un lirón; y…
  • décimo, porque cada día lo hago mejor.
1982 Acequia. Pinar (Valladolid)
Claro que en honor a la verdad hay que decirlo bien alto: mi ciudad cuenta con una red de piscinas municipales que ya la quisieran otras de más postín. Desde las 8:00 horas hasta las 22:30, todos los días del año menos Navidad, Año Nuevo y Reyes.

¿No os parece que es un auténtico lujo?

5 comentarios:

  1. Nunca es tarde para recuperar el interés por lo que nos mantiene alertas frente a los desgastes del tiempo. Nadar, viajar, leer, amar, disfrutar de la vida.... todo forma parte de esa ilusión recobrada para la que no existe la edad. Pero, cuidado: entre los efectos conseguidos, procura no comer como una fiera. Es la unica salvedad que pongo a esos brios que te procura la natación y que a mi también me gustaría practicas más de lo que lo hago.

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  2. Un lujazo, amigo. Yo creo que cada cual tiene que encontrar el ejercicio físico para el que está preparado y, digamos, dotado. Yo lo encontré en el tai chi, después de pasar por el gimnasio y ponerme como una mula, y también en las caminatas urbanas.
    Hay una cosa que te quiero comentar sobre tus fotos. Al verlas me he dado cuenta de que la gente, desnudilla y al borde del agua, parece mucho más inocente, como si estuvieran en un paraíso perdido, como si la idea del juego con el agua los volviera niños, más cercanos a la naturaleza y a la sencillez. Somos muy precarios cuando nos quitamos todas las galas, y no me refiero sólo a las ropas, pero recobramos esa naturalidad primigenia.

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  3. Me quedo con una razón: porque disfrutas. Me parece una razón suficiente para hacer o afrontar cualquier cosa.
    Un abrazo.

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  4. Querido Miguel Ángel,ya te conté por telf., el asunto de mi espalda y lo que mejor de sienta es tumbarme en el agua de espaldas y ,no nadar ni hacer nada, sino mirar al cielo y ver pasar las nubes, los pájaros y que el agua me meza, eso y el aceite de omega3 a altas dosis.De momento tengo la suerte y la obligación de hacer vida contemplativa, leeros a vosotros ,escribiros, un rato de ganchillo, charlar con Vicent y con Mohamed del huerto, de lo que plantamos y de lo que recogemos, leer un rato, escuchar a Iñaqui Gabilondo,bien aconsejada por Julia,alguna meditación.No se hasta cuando estaré de baja pero lo necesito, necesito muchos ratos de NO HACER,solo ESTAR-SER y me atrevería a decir que incluso necesito NO SENTIR. Un abrazo Laura

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  5. Fernando, tranquilo, me mantengo en el peso, 63.5 kg. a pesar de no cohibirme en la comida. Claro que ni sal desde hace la tira, ni grasas malas; verduras, pescado, fruta… y así. Mucho, pero seleccionado. Y bastante ejercicio.

    Clares, una cosa que no he dicho y que lo hago ahora es lo que disfruto en la piscina viendo al personal sin ropa. Ahí no hay engaño. También tengo que decir que, salvo excepciones, el personal que frecuenta la piscina donde voy no parece tener mucho interés en aparentar lo que no es.

    Juan, tienes razón, no hay nada peor que hacer lo que ni te gusta ni te hace disfrutar. Debería existir un límite y una compensación: si tienes que hacer algo a la fuerza, sólo durante un rato, y recibir a cambio una remuneración en especie de aquello que más te agrade por un tiempo no inferior al trascurrido.;=)

    Laura, me ha dicho Julia que te diga que te cuides. Y va en serio.:=|

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