Murió Rosalía. Todo vitalidad, apareció por acá hace como cuatro años, con su hijo, a buscarse la vida. Llegaba desde Bolivia. Por entonces no eran muchas las que procedían de aquel país; ahora son bastantes más, ayer lo pude comprobar en su velatorio. Muchas mujeres, hombres ya alguno más.
Un cáncer se la ha llevado malamente. Discreta, lo mantuvo en silencio todos estos meses. No dejó, sin embargo, de cumplir en los múltiples oficios y ocupaciones que ella, como tantas otras, realizan para subsistir: cuidar niños, limpiar casa, atender ancianos… Siempre corriendo, una hora aquí, tres allá, dos y media acullá…
Los viernes, aquí en nuestro sitio, buscando ropa o recogiendo alimentos, siempre estaba animosa, disponible; “te ayudo, padre”, no conseguí quitárselo de la boca, toda sonriente.
Llena de magulladuras porque se juntaba con su gente para jugar al fútbol, parecía un tiote, sonreía con sus dientes arreglados y pasaba las tardes de todos los viernes en velada y tertulia, haciendo corro con bolivianas, argentinas, dominicanas, brasileñas, en fin…, con las que por aquí siempre han encontrado un pequeño oasis de paz y sosiego.
Su muerte ha sido lenta, lejos de su tierra; pero muy acompañada, con su hijo y sus amigos venidos de ultramar.
Los de allá no han querido ni hablar de incineración, no va con sus costumbres ni con su imaginario. Retorno del cuerpo como sea, al coste que sea. ¡Pero si es carísimo! No importa, seguiremos endeudados de por vida, pero que vuelva.
Y así va a ser. Complejísimo y costosísimo repatriar un cadáver. Papeleo imposible e infinito, gestiones complicadas y muy lentas. Un día de estos, en fecha incierta, un vuelo en avión la devolverá a sus raíces y a su tierra, Bolivia, altiplano airoso e inhóspito, donde encontrará el descanso último y definitivo que siempre ha estado buscando.
Su hijo, sus amigos, su gente, anoche velaron su cuerpo en un tanatorio de hospital. En silencio, de pie, mirándola embalsamada, todos cuantos cabían en el pequeño recinto, rezamos una última oración; el Padre nuestro fuimos desgranando, las manos oferentemente levantadas, en un gesto de aguerrida aceptación: "Hágase tu voluntad…"
Y yo me volví para casa, tarde, con la sensación de haberme sumergido en otra época, tal vez en el comienzo de los tiempos.
Con qué cuidado, con qué afecto, con qué sensibilidad nos acercas a esa tragedia, la vivida por quien no ha de tornar a su tierra calcinada. UNa más de esos héroes anónimos que nos encontramos sin saber de su existencia, pero que están ahí, alertas, sonrientes, dispuestos a ayudar, y satisfechos cuando reciben una sonrisa y una palabra de apoyo, que más no quieren. Quisiera transmitir mi pésame, aunque sólo tu me oigas.
ResponderEliminarTienen otro sentido de la muerte, para mí más pegado a la tierra, y quizás por eso mismo más espiritual. Fuimos hace unos días a acompañar a un amigo que había perdido a su madre, y allí estaba, en el tanatorio,la chica boliviana que la cuidaba hasta su muerte. Me dijo mi buen amigo que habían comentado que no entendían por qué metíamos al difunto en la vitrina y no estábamos alrededor de su cuerpo, y tampoco entendían que habláramos de otras cosas que no fuera la pobre señora difunta. De pronto, la miré y vi otra cosa. Ese sentido de la muerte que te digo.
ResponderEliminarMe ha encantado tu pequeño relato emocionado. Me queda una curiosidad, si su hijo puede valerse por si mismo, qué ha dejado aquí al irse, quiero decir en el mundo, no en España. Qué dura y misteriosa es la muerte.
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ResponderEliminarGracias por acercarnos lo que no podemos ver por nosotros mismos...
ResponderEliminarun saludo
por como lo has contado , creo que estas profundamente dolido con la perdida,mi apoyo para ti y para su familia.
ResponderEliminaren cuanto a la historia en si, me ha recordado a como se hacian antes los velatorios en los pueblos, todos en casa con el difunto para darle el ultimo adios
Querido Miguel Ángel-
ResponderEliminarCuantas madres coraje hay por este mundo de opulencia, de ropas de marcas, de excesos...
Mujeres calladas, trabajadoras, dándose a sus hijos y con lo poco que tienen sintiéndose afortunadas.
Siempre mirando hacía delante sin quejarse, adptándose a todo.
Me uno al dolor de la familia y al tuyo, se que eres un hombre generoso, te lo dije una vez que mejor nombre no te habrían podido poner:
Miguel "ANGEL"
Recibe todo mi cariño.
(Ya entraré el la página que me has enviado)
¡Gracias!.
Miguel Ángel, casi me parece inoportuno en este momento el comentarte que la direccción que me has dado, no me entra en el correo.
ResponderEliminarhttp://laparroquiadeguadalupe.googlepages.com
Perdona pero ya me dirás si es la correcta.
Un abracico
Miguel Angel: gracias por compartir tu vivir; por mostrar esos "trozos" de ¡Vida! que tienes el honor de acompañar.
ResponderEliminarEs hermoso tu hacer diario, que cerqita estás de los deseos amorosos de este Dios Abba nuestro.
Que El te abrace y te fortalezca, para que tú, sigas haciendo lo mismo a sus elegidos... lso que sufren, los que tienen que dejar sus raíces, su familia, para pder subsistir.
¡Gracias amigo bueno! Un abrazo entrañable.
mª pilar
Gracias a toda/os por vuestra condolencia y acompañamiento. No era "nada mío", pero las personas que se acercan por nuestro sitio enseguida ocupan "un lugar" que no sabría situar si cerca del corazón o en las misma tripas. El caso es que empiezan a ser "cosa nuestra".
ResponderEliminarSí, me alcanzó esta muerte. Me entró esta persona, que vino de muy lejos para vivir, con todo lo que tenía, casi nada.
Ahora ya descansa de sus afanes…
Fernando, sí héroes anónimos; mejor, madres corajes. Ya sabía yo de su existencia por un amigo, Eloy Arribas, que allí dejó su vida y su salud. Ellas lo hacen todo posible donde todo nos resultaría imposible.
Clares: Tienen otro sentido de la vida y de la muerte, y en ello algo nos deben por influencia cultural, algo que tal vez hayamos perdido o estemos en camino de perder. En cuanto al hijo, pues tiene el cielo arriba y la tierra abajo. Se queda aquí, porque forman piña, que eso también tienen como riqueza.
mreina: Te agradezco tus palabras. Lo que cuento también me sirve a mí de recordatorio, no te creas que lo hago a humo de pajas…
alfonso: En lo que sé, ya ni en nuestros pueblos se hace así; en las cabeceras de comarca suele haber ya tanatorio, y todo queda más impersonal y frío, aunque mucho más cómodo. Es una pena.
Rosa: Gracias. En efecto, algo se pierde en el alma; y ya empieza ésta a tener demasiadas mellas…
María Luisa: mujeres en América del Sur, en África y en Asia… es hablar de vida. Ellas la hacen posible y no exhiben títulos académicos o de propiedad. Carecen hasta de palabras, pero por donde quiera que andan, todo florece. Mi amigo Eloy me hablaba de cómo, en los arrabales de Lima, en pleno desierto, ellas -madres corajes- hicieron posible lo inimaginable. ¡Cómo conseguirían dar de comer a tantos con tan poco! ¡Puro tesón e imaginación! ¡Abnegación en estado puro!
mª pilar: Gracias por tus cariñosas palabras. ¿A quién no le gusta que le abracen? Abba abraza a todos. Pero los abrazos de estos "sus pequeños" son especialmente deliciosos.