Roberto es un encanto, un auténtico encanto. Toca el violín como los propios ángeles. Claro que todo tiene su qué. Desde los tres años, tres, tocándolo, pero desde bebé de meses, Ricardo e Inés, Inés y Ricardo, sus papás, le bañaban a los compases de Beethoven, Vivaldi, Tchaykousky y demás parentela.
Ahora ya es mayorcito, y da conciertos, y está en el centro del centro de donde se aprende y se perfecciona la maestría del violín.
Una noche, después de los aplausos tras su exhibición, ya en plan de compa, le alabé su arte. No te creas, me dijo, esto es pura técnica, trabajo y trabajo. Qué no Rober, sensibilidad. Que no Miguel, que es otra cosa.
Y así que quedé.
O sea que la sensibilidad, es una cosa. El trabajo, aunque perfecto y pleno de matices y sensaciones, otra.
Esto puede querer decir que un poeta puede escribir versos como si lo hiciera con el alma, pero es pura técnica.
Que un pintor puede pintar como aquel que pintaba angelitos negros, pero no es sensibilidad, es técnica.
Que un filósofo puede filosofar hasta el paroxismo del pluscuambien, tan fetén que no exista quien no caiga derrengado, espatarrado mismamente, ante su argumentación y perfecta especulación. Simple técnica.
Que un teólogo puede llegar al mismísimo centro de la divinidad más divina de todas las divinidades. Es iguás, da lo mismo, técnica al fin y al cabo.
Y todo ello debe ser cierto, porque he conocido poetas, pintores, filósofos y hasta teólogos produciendo obras que invitaban a soñar; qué digo soñar, a volar… sin alas. A despegarse de esta puñetera tierra para no volver a ella jamás de los jamases. Pero estos mismos tratados de cerca, igual igual igualicos que acémilas, con una sensibilidad que habría que buscarla en un berzal, y con serias dificultades de lograrlo.
¿A qué viene esto? A esto: http://www.pablourbiola.com/2009/03/adoctrinamiento-en-educacion-para-la.html
Madre mía, qué mundo tenemos entre manos. Perdón, qué estatura más raquítica tienen algunos especimenes humanos y qué bien la manifiestan en cuanto se les deja abrir la boca.
Pero aquí estamos, y así hemos de aguantar el chaparrón.
Tal vez, algún día, no muy lejano, las cosas sean de otra manera. Quien tenga razón, y quien no la tenga, hablará, se le escuchará, se estará o no de acuerdo, firmaremos o no firmaremos, y nos iremos tan tranquilos a tomarnos una menta poleo en amor y compañía. La finura, finezza, lo afinará y refinará todo, y qué bien nos sentiremos.
P.D. Debo decir que Roberto no sólo toca el violín como los dioses del olimpo musical. Su senbilidad, buen corazón, bonhomía, apabulla. Repito: apabulla. Y trabaja como una mala bestia, que sabe que en lo suyo hay que ser el mejor, o no eres nada.
Ahora ya es mayorcito, y da conciertos, y está en el centro del centro de donde se aprende y se perfecciona la maestría del violín.
Una noche, después de los aplausos tras su exhibición, ya en plan de compa, le alabé su arte. No te creas, me dijo, esto es pura técnica, trabajo y trabajo. Qué no Rober, sensibilidad. Que no Miguel, que es otra cosa.
Y así que quedé.
O sea que la sensibilidad, es una cosa. El trabajo, aunque perfecto y pleno de matices y sensaciones, otra.
Esto puede querer decir que un poeta puede escribir versos como si lo hiciera con el alma, pero es pura técnica.
Que un pintor puede pintar como aquel que pintaba angelitos negros, pero no es sensibilidad, es técnica.
Que un filósofo puede filosofar hasta el paroxismo del pluscuambien, tan fetén que no exista quien no caiga derrengado, espatarrado mismamente, ante su argumentación y perfecta especulación. Simple técnica.
Que un teólogo puede llegar al mismísimo centro de la divinidad más divina de todas las divinidades. Es iguás, da lo mismo, técnica al fin y al cabo.
Y todo ello debe ser cierto, porque he conocido poetas, pintores, filósofos y hasta teólogos produciendo obras que invitaban a soñar; qué digo soñar, a volar… sin alas. A despegarse de esta puñetera tierra para no volver a ella jamás de los jamases. Pero estos mismos tratados de cerca, igual igual igualicos que acémilas, con una sensibilidad que habría que buscarla en un berzal, y con serias dificultades de lograrlo.
¿A qué viene esto? A esto: http://www.pablourbiola.com/2009/03/adoctrinamiento-en-educacion-para-la.html
Madre mía, qué mundo tenemos entre manos. Perdón, qué estatura más raquítica tienen algunos especimenes humanos y qué bien la manifiestan en cuanto se les deja abrir la boca.
Pero aquí estamos, y así hemos de aguantar el chaparrón.
Tal vez, algún día, no muy lejano, las cosas sean de otra manera. Quien tenga razón, y quien no la tenga, hablará, se le escuchará, se estará o no de acuerdo, firmaremos o no firmaremos, y nos iremos tan tranquilos a tomarnos una menta poleo en amor y compañía. La finura, finezza, lo afinará y refinará todo, y qué bien nos sentiremos.
P.D. Debo decir que Roberto no sólo toca el violín como los dioses del olimpo musical. Su senbilidad, buen corazón, bonhomía, apabulla. Repito: apabulla. Y trabaja como una mala bestia, que sabe que en lo suyo hay que ser el mejor, o no eres nada.
De verdad, MIguel Ángel, la demagogia y la mala fe no tiene limites, como tú mismo sugieres. Lo del vídeo es indignante, es un montaje muy perverso. No es un debate abierto, no es una búsqueda de la verdad, sino una burda mentira.
ResponderEliminarPor otra parte, yo también sé de esas "sensibilidades" parciales que algunos tienen, que parece que son lo más de lo más y no son más que lerdos en todo, excepto en aquello en lo que han conseguido técnica. Pero la verdadera sensibilidad se adivina tras el trabajo. Si la música de Roberto te fascina no es sólo por su trabajo, sino porque tiene sensibilidad y arte. Sin el trabajo no podría sacarlo porque no tendría los medios necesarios, pero sin arte sería algo perfecto pero frío y distante. Todo hace falta en la creación.
¡Vaya si tienes razón!, Clares. Roberto, desde pequeño, es impresionante. Y además de sensible es un mozo alto y guapo. Y se educó, además de con sus papás, en la PÚBLICA, con dos c. (léase, narices), en un cole de zona plagada de viviendas sociales. [La gente bienpensante de mi ciudad siempre criticó haber estropeado La Huerta del Rey vallisoletana]. Nunca tuvo problemas de integración.
ResponderEliminarLo bauticé yo, y supongo que algo de su "algo" se me habrá contagiado. Quiero creerlo así.
Un cordial saludo y...feliz fin de semana.
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