Es continuo el fluir de la vida: segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años… De los días no destacamos nada. Los segundos, los minutos y las horas pasan sin sentir. Las semanas por lo del “fin de” y la posibilidad de ir al fútbol o al pueblo o de dormir hasta las tantas, tienen ya su qué. Los meses…, como no sean los de verano y vacaciones, se nos pasan en hilera. Y los años, con lo de las campanas, los cotillones, la bulla y tal, los notamos, además hay que cambiar de calendario…
Tengo que reconocer que desde que empecé a madrugar para pasear a los politos veo esto del tiempo de otra manera.
Es cierto que el tiempo menudo no lo aprecio. Bueno sí, las horas se me pasan en un verbo; y desde que me cocino, me compro y me friego es que ando más corriendo que otra cosa: acabo de llegar de la compra y tengo que volver, que me olvidé el aceite…; estoy fregando el suelo y Moli vuelve a pasar con sus patas sucias por lo recién limpio…; ventilo la casa con todo abierto y el viento me mete las hojas hasta debajo de la cama. Eso son cosas de ama de casa. Y está una que no vive, oiga usted.
Tengo que decir que saliendo al campo antes de amanecer, o sea de noche, se notan las semanas. Sí señor, del domingo al lunes hay diferencia; si hasta parece que se adelante o se atrase, según la estación, el sol en su salida. Esa diferencia es más clara de mes a mes. Del 31 de mayo, por ejemplo, al 1 de junio, hay un no sé qué: más luz, otro cielo, incluso el aire es distinto.
Así que mañana cuando vaya al pinar con los perrillos seguro que me sorprenderá el sol con algún destello nuevo, o la luna seguirá todavía en lo alto plateada, o el cielo tendrá alguna arruga que no tuvo esta mañana.
Y es lo que digo yo: por algo el tiempo se divide de esa manera y no de otra, que hasta hay meses de distinto metraje, incluso años diferentes. Por algo será. Pues yo lo sé, porque el paso de uno a otro hito temporal tiene su qué.
A lo que voy: mañana año nuevo, 2009, y yo seguiré con la costumbre de no hacer balance ni de mi vida ni de mi ajuar.
Y ¿para qué? Como decía mi padre, que nunca guardaba una factura: al final lo que hay, hay. Cuantas más cuentas hagas más te equivocas. Bueno esto no sé si lo decía, pero a mí me vale.
Las cosas buenas, ya están hechas. Las malas, mejor olvidarlas. Las medio-hechas o medio-des-hechas, si no están terminadas, no cuentan. Y como queda tanto por hacer, mejor no pensar y tirar pa´lante.
Total, que no he dicho nada de provecho en este escrito. Así que termino aprovechando la ocasión.
Y un saludo muy cordial a todos l@s bloguer@s que me han visitado, me visitan y me visitarán.
Tengo que reconocer que desde que empecé a madrugar para pasear a los politos veo esto del tiempo de otra manera.
Es cierto que el tiempo menudo no lo aprecio. Bueno sí, las horas se me pasan en un verbo; y desde que me cocino, me compro y me friego es que ando más corriendo que otra cosa: acabo de llegar de la compra y tengo que volver, que me olvidé el aceite…; estoy fregando el suelo y Moli vuelve a pasar con sus patas sucias por lo recién limpio…; ventilo la casa con todo abierto y el viento me mete las hojas hasta debajo de la cama. Eso son cosas de ama de casa. Y está una que no vive, oiga usted.
Tengo que decir que saliendo al campo antes de amanecer, o sea de noche, se notan las semanas. Sí señor, del domingo al lunes hay diferencia; si hasta parece que se adelante o se atrase, según la estación, el sol en su salida. Esa diferencia es más clara de mes a mes. Del 31 de mayo, por ejemplo, al 1 de junio, hay un no sé qué: más luz, otro cielo, incluso el aire es distinto.
Así que mañana cuando vaya al pinar con los perrillos seguro que me sorprenderá el sol con algún destello nuevo, o la luna seguirá todavía en lo alto plateada, o el cielo tendrá alguna arruga que no tuvo esta mañana.
Y es lo que digo yo: por algo el tiempo se divide de esa manera y no de otra, que hasta hay meses de distinto metraje, incluso años diferentes. Por algo será. Pues yo lo sé, porque el paso de uno a otro hito temporal tiene su qué.
A lo que voy: mañana año nuevo, 2009, y yo seguiré con la costumbre de no hacer balance ni de mi vida ni de mi ajuar.
Y ¿para qué? Como decía mi padre, que nunca guardaba una factura: al final lo que hay, hay. Cuantas más cuentas hagas más te equivocas. Bueno esto no sé si lo decía, pero a mí me vale.
Las cosas buenas, ya están hechas. Las malas, mejor olvidarlas. Las medio-hechas o medio-des-hechas, si no están terminadas, no cuentan. Y como queda tanto por hacer, mejor no pensar y tirar pa´lante.
Total, que no he dicho nada de provecho en este escrito. Así que termino aprovechando la ocasión.
¡Feliz y próspero año nuevo 2009!
Y un saludo muy cordial a todos l@s bloguer@s que me han visitado, me visitan y me visitarán.
Oye, que sí que has dicho, y mucho y muy bonito. Sólo con esa forma natural, fresca -que tiene que ser fresca, por ser de hoy y por hacer el fŕio que hace- sólo por eso merecía la pena tu escrito, y si además nos has transmitido esas sensaciones de paseo por el campo, con tus perros, y esos cambios que sólo las personas sensibles saben distinguir, para qué queremos más. Un abrazo y feliz año nuevo. (Yo tampoco soy amiga de hacer balances, pues ni que fuéramos mercachifles)
ResponderEliminarMe ha gustado tu reflexión, fresca, libre, como dice Fuensanta, espontánea, natural, sin guión previo. Hay que entender el tiempo con la libertad con que tu lo haces. Tengo que aprender de tí y tomarme las cosas con esa maestría con que tu lo haces. Quiza deba también hacerme con un perro que me acompañe por el campo y me ayude, como dice Delibes, a poner todo patas arriba. Son lecciones de las que tomo buena nota, al tiempo que aprovecho para desearte lo mejor con un abrazo.
ResponderEliminarClares y Fernando, que emboquéis sabiamente el nuevo año y lo hagáis en buena compañía.
ResponderEliminarFernando: un perro, mejor si es hembra, es más que un amigo: un camarada que no falla nunca. Si además lo dice Don Miguel, no hay más que hablar.