¿Deshaciendo el lío?




La necesidad obliga, la conveniencia aconseja. Y si la obligación no admite contemplaciones, lo que convenga es discutible y resulta interesante.
Este virus nos ha recluido en el más duro confinamiento que la historia recuerda. Han sido unos meses de perplejidad e impotencia, que nos ha incapacitado para llevar la vida que siempre hemos conocido. La práctica totalidad de la población ha observado escrupulosamente las indicaciones de la autoridad y mal que bien hemos ido salvando la gravísima situación en que esta pandemia nos metió allá por el mes de marzo. Ahora, en junio, empezamos a ver un poquito de luz al otro extremo del túnel. O ¿sólo son figuraciones?
El caso es que tras los primeros momentos de incertidumbre y agobio, en los que no supimos desenvolvernos con un mínimo de soltura, fuimos poco a poco reorganizándonos en todos los aspectos y órdenes de la vida personal y comunitaria.
No sé cómo, en el primer día de encerrona se me ocurrió unir a un grupo variado de personas de la parroquia a través de WhatsApp, con el fin de romper el aislamiento. Fue un acierto. Supongo que en aquellos días surgiría una pléyade de colectivos similares, desde la familia, la vecindad, el trabajo, las aficiones y un sinfín más. Me consta que en parroquias rurales también se establecieron conexiones a través de las redes sociales. Ha sido todo un descubrimiento.
Tras unas semanas de intercambio de saludos, reenviados y comentarios del más variado espectro, en el chat “Guadalupe liando en casa” iniciado en la tarde del domingo 15 de marzo, a las 20:35, se empezó a hablar de la conveniencia de emitir de alguna manera las celebraciones litúrgicas paralizadas y que iban a reanudarse a puerta cerrada (aunque aquí se mantuvo abierta) con motivo de la semana santa. Fue así como surgió @guadalupeliandoencasa, de Instagram que, tras setenta días emitiendo en directo, cede el puesto a “Emisión en directo de la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, de Valladolid –Youtube”, cuyas transmisiones de prueba han superado con éxito las expectativas iniciales. La webcam y el ordenador toma el relevo del móvil. Pero éste deja un resultado que será difícil superar por muchos medios materiales que se añadan. 

Decididamente han venido para quedarse, que diría el otro. No son el ideal. No lo son. La tele de siempre con El día del Señor es, era y será, una alternativa para muchas personas confinadas e imposibilitadas de acercarse a los templos. Estos medios de comunicación que cada quien organiza, algunos como yo en plan artesanal y en cierta manera chapucera, no. No son una alternativa. Y es más, espero que nunca lo sean.
Pero eso sí, no queda otra. Habrá que ir desliando lo que hemos confinado en casa para que sea el lío que hay que poner en el medio de este mundo desvencijado y desnortado por mor de un maldito bichito al que entre todos hemos dado alas y campa a sus anchas por todo el universo conocido. Y ese lío tan necesario requiere romper el aislamiento, superar los miedos irracionales, y, con prudencia y cabeza, detectar cuanto favorece esta situación demencial y erradicarlo/transformarlo, recolocar las cosas necesarias en su lugar correspondiente y empezar a respirar con libertad los nuevos aires de una normalidad que empecemos entre todos a crear.

Nosotros, yo incluido, de momento seguimos improvisando dando pasos adelante.

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