No logré expresarme ni en Nochebuena ni en Navidad. Claro
que el asunto se las trae y es difícil hablar sobre un tema tan particular. En
todo caso creo que debí esforzarme un poquito más.
Por suerte he encontrado este texto y aquí lo pongo
con su autor. Se aproxima bastante a lo que pretendí y no alcancé a decir.
(Marco A. Velásquez
Uribe).- La escena del Hijo de Dios en un pesebre, que nace en el vientre
virginal de una mujer sencilla, en una ciudad insignificante y desconocida como
Belén, más allá de la tierna inocencia con que ha sido descrita, a través de la
historia, es de una fuerte carga emocional que contiene toda la impotencia de
Dios hacia la humanidad. La escena, tantas veces repetida y ritualizada, más
que nunca con fines profanos, representa una escenografía que violenta la
conciencia de cualquier espectador, pasivo o activo.
En algún lugar de África |
Una criatura, humana y
divina, rodeada de todos los signos del abandono, de la marginalidad y de la
indiferencia social, representa la más brutal contradicción del pensamiento de
Dios para su Hijo.
Sin embargo, la obra de
Dios así graficada no busca someter a su Hijo a la ignominia de la indiferencia
humana; tampoco busca humillar ni mancillar la dignidad de esos padres
impotentes que sufren el desprecio social que les ha caído en suerte, al no
encontrar un espacio digno para el nacimiento de su hijo. En esa escenografía,
Dios cuenta con la colaboración santificadora de su Hijo, de María y de José.
Dios que, en el
transcurso de la creación, actúa como oculto desde una aparente lejanía
celestial, ha decidido irrumpir con fuerza en la historia, recreando ese
momento con una síntesis de la barbarie que provoca la actuación humana. De ahí
que la belleza y la esperanza de todo nacimiento, sea violentada con los signos
del desamparo y el abandono.
Es así como Dios, sin
palabras, y con la elocuencia de los hechos, se vuelve contra los espectadores
del pesebre para quebrar la conciencia humana y mostrar con nitidez ese lado
oscuro, que se oculta tras los sombríos pensamientos que provocan la
injusticia, la tristeza y la marginalidad.
Entonces, en el pesebre
conviven la esperanza y el reproche. Y así, como el trigo y la cizaña conviven
en el mismo corazón humano, la esperanza y el reproche anidan en cada persona
de buena voluntad.
Quito, Ecuador |
Porque al contemplar el
pesebre del Hijo de Dios, afloran las propias esperanzas y también esas
secretas oscuridades. Sólo así, es posible adentrarse en ese mundo interior
donde están los elementos esenciales para hacer ese pesebre personal, donde
pueda nacer lo mejor de cada uno, con la potencialidad del bien creador que
puede hacer realidad la esperanza de todos.
Esta es la noche
luminosa de todos los perdedores de la historia, y también de los ganadores,
que tienen la potencialidad de unirse en un abrazo celestial, para construir
ese gran pesebre de los hijos e hijas de Dios. Feliz Navidad.
Escaleras del Metro de Manila, Filipinas |
Un sermón de Misa de Gallo para guardar en el corazón toda la vida.
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