Mira que son frases que guardan parecido. Pues no significan lo mismo,
ni de cerca. Vamos, que exactamente una es la inversa de la otra, salvo que el
sujeto agente de la primera coincida con el paciente de la segunda. En cuyo
caso el que hace la pascua a alguien y lo consigue, puede saltar de júbilo,
hecho unas pascuas. Ya es triste, pero sí, es posible y mucho más; es cierto
que existen personas que disfrutan amolando al personal. ¡No te fastidia!
Lo normal, sin embargo, es que estas frases vayan separadas y no tengan
ninguna ligazón. Como ocurre hoy, por ejemplo, que todos estamos contentos y no
hemos perjudicado a nadie. Estamos alegres porque nos sentimos beneficiados;
normal, estamos en pascua florida. Bueno, de florida poco, por la climatología
que nos es adversa. Pero como ella no tiene lo que tiene que tener, no podemos
juzgarla malamente y decir que nos está haciendo la pascua.
Por eso precisamente cuando me puse a preparar la hoguera y la dejé a
punto de caramelo y de pronto empezó a llover, no me revolví contra el cielo.
Simplemente recordé cómo se hacían en mi infancia los braseros de cisco, y me
puse entusiasta a darle a la badila y al abanico, hasta que lo dejé… a punto de
nieve.
Es un decir.
Y la nieve de merengue llegó a su culmen cuando justo poco antes de
empezar encontré este texto que ha servido primorosamente para abrir el telón
de nuestra celebración de pascua. Tiene autor, y se llama Florentino Ulíbarri.
Hermanos, hermanas,
cristianos aquí presentes,
vigías que avizoráis la oscuridad y las tinieblas
de la opresión y la guerra,
de las pateras a la deriva,
de los campos de refugiados,
de las desigualdades y la emigración,
de los muros, bombas y atentados,
del odio y la mentira,
los sin techo y desahuciados,
de los parados y explotados,
de la violencia de género,
del miedo, la soledad y el fracaso,
del alcohol, las drogas y los sueños rotos,
de las pesadillas y fracasos,
de todos los invisibles y ninguneados,
de la noche del dolor, los lloros y la muerte.
Amigos y amigas,
compañeros de vigilia,
no os sintáis abrumados,
no echéis a correr
ni apaguéis vuestras luces,
no abandonéis vuestro puesto de adelantado,
no os durmáis,
no miréis a otro lado,
no desfallezcáis;
permaneced despiertos
y mantened todos vuestros sentidos atentos.
¡Esta noche va a poner fin a todas vuestras noches!
Si esperáis un momento,
si os mantenéis en vuestro puesto vigilantes,
veréis alejarse por la puerta trasera
a los asesinos que violan los derechos humanos,
a los prepotentes que venden la justicia,
a los mentirosos que lo oscurecen todo,
a los fanáticos que imponen su verdad,
a los corruptos que roban sin escrúpulos,
a quienes hacen las leyes a su medida y beneplácito,
a quienes viven rodeados de privilegios,
a los poderosos que humillan a los débiles,
a los que se mofan de vuestra dignidad y honestidad,
a los bien situados que os proponían la huida,
a los que engordan y se ríen con vuestros miedos,
a todos los que negocian con el hambre,
la vivienda, la seguridad, el amor, la religión
y las necesidades y el afán de sus semejantes.
Si alimentáis la esperanza,
si vuestras entrañas permanecen cálidas,
si vuestro corazón no es de piedra
y sangra al ser atravesado por la lanza
de la empatía y de la entrega,
veréis a los pobres y necesitados,
a los desamparados y tristes,
a los angustiados y doloridos,
a los emigrantes y refugiados,
a los perseguidos y esquilmados
que lo han perdido todo,
quedarse con vosotros y sonreír,
recuperar las ganas de vivir,
cantar y abrazaros,
y convertirse en nuevos adelantados y testigos
de luz y esperanza.
Esta noche, en la que hacemos memoria
de las maravillas y prodigios de Dios
en nuestra tierra e historia,
sigue siendo noche maravillosa y prodigiosa,
digna de fiesta, cantos y danzas
porque anuncia, y en ella sentimos,
al sol sin ocaso,
a la luz sin tinieblas,
al árbol florecido,
al fuego que abrasa,
al agua que nos quita la sed,
a la brisa que nos renueva,
a la tienda del encuentro y la alianza,
al peregrino que nos acompaña,
a la vida que se entrega,
al rostro de la misericordia.
Hermanos, hermanas,
creyentes con esperanza renovada:
aquí llega,
alzad la vista,
vedle que está a la puerta,
atisbando nuestra celebración
y nuestra alegría,
el que violó las puertas de la muerte,
el que nos invitó a seguirle,
el que compartió sueños y proyectos,
comida, gozos y fracasos,
el que entregó su vida por nosotros,
Jesús de Nazaret, el Crucificado,
Cristo, el Señor, resucitado.
Pongámonos en pie,
miremos al horizonte
y caminemos.
Desprendámonos de la mediocridad y la vida holgada,
de la estrechez y de la conformidad,
de los complejos, el miedo y la cobardía.
¡Resucitó Cristo, nuestra esperanza!
¡Él sigue vivo y dándonos vida!
¡Él pasa a nuestro lado
llenándolo todo con su fragancia
y vistiéndolo con su hermosura!
¡Aleluya, el Señor, Jesús Nazareno,
nuestro amigo, maestro y hermano,
camina a nuestro lado
abriéndonos las sendas del reino!
¡La creación entera se alegra y goza,
canta y danza! ¡Aleluya!
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