Juan Bautista ante Herodes, de Mattia Pretti (1613-1699) |
Y mira que a Herodes le hubiera gustado poder convencerlo. No pudo ser.
Ni todo su reino lo habría logrado. El profeta le echaba en cara haber tomado
por esposa a la que ya lo era de su hermano. De modo y manera que ofreció la
mitad para calmar las pretensiones de su hijastra, Salomé, que bailaba que era
un primor; pero, tampoco. Así que ni consiguió normalizar su matrimonio ni salvó
la cabeza del profeta. ¡Y mira que lo respetaba!
Más bien lo temía. Su palabra era acerada y seca, y no admitía
componendas. Tal como vestía y se alimentaba, fiel a su figura, era admirado
por una gran mayoría del pueblo.
Tuvo que rodar aquella cabeza para que no cambiasen las cosas y todo un
rey se humillara con grave menoscabo de la autoridad. Los enemigos acechaban.
Justo en vísperas de san Juan, acaba de aparecer el “Instrumentum laboris” del próximo sínodo de los obispos, que tratará sobre la familia. Una
especie de borrador a partir del cual se debata, se reflexione y se decida. No
parece que contenga novedades; apenas pequeños detalles que muchos aún consideran
ir demasiado lejos. Se esperaba mucho más, con gran escandalera mediática de
quienes no quieren que se mueva nada, porque la verdad es una.
Las nuevas maneras habían levantado expectativas al vuelo. Tal vez,
ahora, por fin, se decía mucha gente, las cosas cambien y… No parece; al menos esa
es la impresión que tengo.
De san Juan a Jesús hay un salto, mucho mayor que el que pueda dar
cualquiera esta noche a una hoguera. Jugar con fuego sin quemarse es bien difícil.
El Bautista, el del pelo de camello y miel silvestre, que «ni comía ni bebía», ¿sabría
jugar? Tampoco de Jesús se dice que jugara, salvo de niño y en los apócrifos, pero
tuvo una túnica inconsútil tejida por María que debía dar un calorcillo…
No me parece tomar ejemplo de Juan Bautista en este caso, por muy
bautizador y santo que es. Prefiero a Jesús, que miró a todo el mundo con
cariño y atrajo, y sigue atrayendo, a todos hacia sí.
En fin, mejor será dejarlo no sea que llamen a los bomberos.
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