Desde que se anunció,
programé visitar la exposición “Chagall y la Biblia” en la Sala de las
Francesas. Y casi con el telón cayendo, he podido acercarme para verla.
De pronto hay un
largo texto en lo alto del muro según entras que te duele la nuca si lo lees.
Quise traérmelo, pero la encargada no me lo permitió sin dejar de sonreírme.
Por eso pongo esto que se parece bastante a lo que no pude copiar:
A lo largo de su carrera, el pintor Marc Chagall
realizó distintas ilustraciones literarias, entre ellas una serie dedicada a La
Biblia, donde ilustra
episodios bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento. Tanto esta colección, como
las que ilustraron las Almas Muertas de Nicolás Gogol y las Fábulas de La Fontaine, fueron encargadas por el marchante
Ambroise Vollard y elaboradas entre 1930 y 1956 en el París de entreguerras.
Nacido en el seno de una familia judía, Chagall
estuvo siempre muy marcado por el peso de la religión a la hora de dar rienda
suelta a sus instintos creativos. El propio artista en el discurso que dio
durante la inauguración de la Fraumünster de Zúrich en el año 1970 manifestó: «Ya
me he referido al gran libro universal que es la Biblia. Desde mi infancia,
ella me ha llenado de visiones sobre el destino del mundo y me ha inspirado en
mi trabajo. En los momentos de duda, su grandeza y su sabiduría altamente
poética me han tranquilizado. Ella es para mí una segunda naturaleza. […] Una
“gran obra” verdadera está impregnada del espíritu de la Biblia. […] El arte
que he practicado desde mi juventud me ha enseñado que el hombre es capaz de
amar y que el amor le puede salvar. Para mí, este es el verdadero color, la
verdadera materia del arte».
Chagall no quería ser considerado meramente como un
artista judío, ya que su visión universal le llevaba a ver más allá de una
creencia determinada para abandonarse al misticismo de los textos bíblicos. Y
eso es precisamente lo que podemos apreciar en esta serie que recoge los
pasajes más conocidos de La Biblia, siempre con el espíritu inconfundible y la
magistral expresividad de Chagall.
A pesar de que las obras está grabadas en blanco y
negro, la serie posee un gran dinamismo y se aleja de la monotonía. Cada obra
narra un pasaje y lo hace con una fuerza que nos atrapa y que nos conmueve.
Chagall está dotado de un misticismo que deja patente en cada una de las
representaciones bíblicas que inmortaliza. En una ocasión el artista explicó lo
que sentía cuando realizaba este tipo de trabajos: «Sosteniendo una piedra
litográfica o una placa de cobre, creía tocar un talismán. Me parecía que podía
poner en ellas todas mis tristezas, todas mis alegrías. Todo lo que a lo largo
de los años había atravesado mi vida: nacimientos, muertes, bodas, las flores,
los animales, los pájaros, los obreros pobres, los padres, los enamorados de
noche, los Profetas Bíblicos, en la calle, en casa, en el Templo, en el Cielo.
Y con la edad, la tragedia de nuestra vida y la de los demás».
Chagall, como tantos judíos, sufrió el horror del
Holocausto y quiso en cierto modo aferrarse a la fe para intentar comprender
los numerosos dramas producidos en la primera mitad del siglo XX. La obra Huida
a Egipto, nos recuerda las
imágenes en que los judíos eran trasladados a los campos de concentración; el
dramatismo está presente en esta obra donde las personas aparecen hacinadas
marchando hacia un nuevo destino. Otra obra que podemos destacar de esta serie
sería El hombre guiado por un ángel, donde se señala un atisbo de esperanza, pues Chagall quiere que el
espectador pueda encontrar consuelo en la fe ante tantos horrores.
A lo largo de su vida, el corpus de la producción
artística de Marc Chagall tuvo un fuerte componente religioso, con fuentes de
inspiración en la Biblia y la Torah, que fueron complementadas con un recorrido
personal realizado en 1931 por Palestina. Como es lógico, el artista, en su
condición de judío, conoció el horror de la confrontaciones mundiales de su
tiempo, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, mostrando en muchas de
sus imágenes el sufrimiento y el estado de su espíritu con gran sinceridad
artística.
Entre las obras que se presentan figuran ocho
coloreadas y firmadas por el propio artista, el resto, a una sola tinta,
pertenece a una de las 295 colecciones grabadas entre 1931 y 1939 por Maurice
Potin y entre 1952 y 1956 por Raymond Haasen.
La exposición es una ocasión única para disfrutar
del universo personal creado por Marc Chagall, en este caso circunscrito
exclusivamente a la temática bíblica.
Títulos como Elías
elevado al cielo, El oráculo sobre Babilonia, Un león mata a un profeta, El
cántico de David, David sube la colina de los olivos, El encuentro de Raquel y
Jacob, La escalera de Jacob, Josué y los reyes vencidos, La paloma del arca,
Arco iris, relatan visualmente pasajes del Antiguo Testamento. Del Nuevo, por
más que miré, no encontré.
La creación |
Abraham y los tres ángeles |
Arco iris |
David y Absalón |
El hombre guiado por el Eterno |
El paso del Mar Rojo |
Josué y los reyes vencidos |
La paloma del arca |
Moisés y Aarón delante del Faraón |
Noé y sus hijas |
Lástima que no me lo
permitieran. Pensaba traérmelo entero, porque este volumen de grabados se
imprimió de forma limitada, y no creo que vuelva a tenerlo tan cerca en lo que
me resta de existencia.
He dado una vuelta
por el patio y sólo he dado con alguna que otra cosilla de estos grabados en
blanco y negro. En color, de Chagall, sí hay en abundancia. Pero eso es harina
de otro costal. A ver si llega por aquí El cantar de los cantares, que presumo
sea un alucine en colores.
P.D.
1. Una curiosidad: las litografías coloreadas llevan la firma del autor, M. Ch., de la que carecen las no coloreadas.
2. Un hallazgo: he encontrado este vídeo que puede resultar ilustrativo y complementario:
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