Sin permiso de su autor, pero algo había que hacer




El copón que presenté aquí en verano, obra de PYMFA, no ha recibido ningún comentario por parte de mi gente. Ay que ver cómo somos en Castilla. Todo el mundo lo ve, porque se usa en momento importante y concurrido. Sin embargo, nadie abre la boca, ni para maldecir, ni para bendecir. Ni siquiera para opinar. Así pues, como el rey palomo, seré yo quien diga lo que me parezca.
Cumple su función a las mil maravillas, porque es amplio, adaptado al uso y lugar, y en su sencillez reviste con dignidad el cometido para el que fue creado. La madera de olivo tiene una calidez que no envidia las características de otros materiales, por lujosos y costosos que sean.
En lo práctico, sin embargo, tiene un pequeño inconveniente. La tapa, por su anchura, exige que se levante con las dos manos. Salvo que la mano en cuestión tenga unas dimensiones tipo digamos gigantón o cabezudo, que no es mi caso. Soy cabezota y tengo la cabeza grande; mis manos aunque fuertes son pequeñas. Y ya me había avisado varias veces la tapa en cuestión con salir disparada gradas abajo, rebotando por los suelos del templo parroquial y corretear entre las piernas de los asistentes, para alegría de la concurrencia, en especial la menuda. No es plan ofrecer tal espectáculo.
Así que empecé a pensar qué solución habría que encontrar. Volver al artesano no me parecía oportuno. Él hizo su trabajo según las indicaciones aportadas y molestarle por esta bagatela parecía excesivo. Poner cualquier cosa, como un tirador metálico encontrado en cualquier ferretería, tampoco.
La solución me la ha ofrecido el olivo del patio. Toma mi madera, me dijo una mañana de otoño, si te sirve. Y me ha servido. Ni siquiera he tenido que dañarle, sólo tomarle una pequeña parte inservible. En un corte de la última poda quedó un muñón que en lugar de brotar, se secó. Eso vale, pensé.
Corté justo por lo sano y salió un trozo de madera de olivo suficiente para estar entretenido un ratejo de una mañana poco enredada.
Así fue como salió esa pequeña cruz que ahora en lo alto de la tapa permite que con dos dedos pueda levantarla o bajarla sin sobresaltos, sin dar el cante y sin que PYMFA venga ahora diciendo has infringido mis derechos de autoría. Si fuera el caso, con mojarlo un poco en agua vuelve todo a su ser primero sin dejar ni huella.

Entra justo, pero sin rozar. Y además creo que hasta está más realzado. ¿O no?

4 comentarios:

  1. Oye te ha quedado de diseño.
    Me gusta la sencillez,para ti es cómodo y encaja perfectamente con la tapa.
    ¡¿Se puede pedir mas ?.

    Mira, mira...carpintero...

    Besos

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  2. Efectivamente le faltaba algo a esa tapadera; comparando la original con la cruz incorporada, queda mucho más propia la segunda; has acertado de lleno y ya no parece una caja preciosa para guardar cualquier tesoro personal si no el copón destinado al menester para el que fue concebido.

    Enhorabuena por el acierto.

    Besos

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  3. Coincido con la opinión de Laura y Julia. Muy bien Miguel Angel y tu sello artesanal propio.
    Besos.

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  4. Me olvidaba decirte, que no me gustan los blogs que al entrar se dispara la música porque suelo trabajar con auriculares y mi propia música y es un inconveniente, pero...esta canción que suena en este me encanta. "Amigo soy, soy amigo..."

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