Ya lo anunció el
cielo la noche anterior: sin nubes y con la luna en solitario. Más claro, agua.
Por eso, esta mañana
se cortaba el silencio con una hoja de papel, y los neumáticos del corsa hacían
crepitar la grava del jardín. Luego, cuando empezamos a andar, la maleza
ofrecía resistencia a los envites de Gumi y Berto que, enloquecidos por los
rastros conejiles, tiraban sin saber hacia donde dirigir mis pasos. Me han
maltratado a pesar de todo. Pero se lo perdono. Los quiero.
No perdono sin
embargo a la roja. Mientras nadaba, ellos jugaron. Bueno lo de jugar es un
decir; parece que más bien des-jugaron.
Tampoco perdono al
gobierno, que amenaza con hacer de este pueblo un ejército de ánimas en pena.
¿Será por estar en noviembre? Bien lo expresó anoche Buenafuente, aunque ya era
muy de madrugada. Esto de hacer lo bueno a esas horas… Se creerán que con la
crisis este país no madruga. Total para qué, dirán. No tienen donde ir…
Pues se equivocan. El
amanecer ha sido precioso, un día más. Y habría merecido la pena tirarse pronto
de la cama si luego nos aseguraran poder echarnos la siesta tras una jornada, o
siquiera media, productiva. Sin embargo, ni los perros del centro municipal deacogida musitaban; aún era pronto y el personal, el justo. Se nota, vaya si se
nota cuando entran a darles de comer.
A quien no sé qué
hacer con mi perdón es a los medios informativos. Cadenciosamente, pero de
forma horripilantemente inexorable, publican la salida inminente o ya acaecida
de los encarcelados por la ley Parot. Se teme encontrarse con el violador del
ascensor a la vuelta de la esquina.
Ha helado. Y ahora
Berto y Gumi, tras tirar de mí campo a través oliendo e intentando perseguir
enemigos invisibles, dormitan plácidamente al sol, que luce hermosote en esta
fría mañana de este veinte de noviembre.
Acabo de almorzar y
voy a ver qué es de la parra atacada por la yesca. Nadie sabe decirme si tiene
solución o debo darla por perdida. Parece ser que sobre esto todo el mundo ha
estudiado y leído, pero nadie puede recordarlo. Les perdono a todos, porque
sabrán, para eso estudiaron; pero de poco les vale ahora si no les da para
comer.
¡Cuánto añoro y echo
de menos a Felipe! Él habría sabido qué decir ante esta imagen.
¿Eso oscuro es yesca o simplemente el corazón? |
Esa lámina de plástico tal vez no sirva para nada, pero por si acaso… |
Pero quien no se
lleva mi perdón de ninguna de las maneras es quien sea, o sean, responsable de
haber indultado a ese berzas que mató impunemente por hacer de kamikaze, con ka
y zeta de zopenko.
Escribes lleno de letras que se unen maravillosamente al leerlas
ResponderEliminarYo también siento el frío de este Noviembre.
ResponderEliminarEl sábado aquí cayó una nevada de cuatro centímetros, pero luego llovió y se han desecho las nieves.
Pero los "otros fríos" no paran, los tengo metidos en mis entrañas.Cada día quieren amordazar mas a la gente y eso duele mucho. Ahora otra vuelta de rosca más, utilizando el miedo.
No puedo ayudarte con lo de la yesca, si viera el tronco Vicent seguro que él si te diría algo.
Un abrazo
Es que las letras tienen esa gracia y ese don: lo llenan todo sin revolverse ni amontonarse.
ResponderEliminarTe puedo decir, RECOMENZAR, que la maravilla está más bien en quien las lee, que en el escribano. Las palabras a veces salen por sí solas, y hay que darles luego el tono, el semitono y la cadencia…
Gracias por tu visita y amable comentario.
Laura, es que también tú vives en la sierra, y no puedes sino tener eso, nieve y agua. Es una gran suerte, porque esos otros fríos que dices tardan más en llegar, o no llegan, y así se puede estar en paz.
No puedo llevar el tocón de la parra hasta allá, así que dile a Vicent que se asome a tu pantalla, a ver qué le parece.
Besos
Vicent viene los lunes, a ver si este lunes me acuerdo y se lo comento.
ResponderEliminarSi tiene repuesta te la dará.
Besos