Sí, papá, unas fotos
de la montaña. Más o menos como tantas que intenté enseñarte de mis campamentos
con la chavalada y de mis excursiones en vacaciones. Pero, hijo, otra vez os
vais… Tened cuidado… y volved pronto. Me llamas cuando lleguéis a casa. Era tu rutina. No entendías que
nos gustara gastar los ratos libres conduciendo lejos y andando cuesta arriba y
cuesta abajo. Pero, y allí ¿qué es lo que veis? Y enseguida te soltabas a contar
los tres años que pasaste en la sierra de Guadarrama, cuando la guerra, en un
nido de águilas, cuidando un puesto de ametralladoras que nunca disparaste,
pasando frío y bebiendo hielo y nieve derretidos, y bajando de pascuas a ramos
a San Rafael a tomarte con tus compañeros de armas cualquier cosa en la posada.
Para ti la montaña
era un estorbo que te impidió durante mucho tiempo estar lejos de tus tierras
llanas, tu rebaño, tus gallinas, tu marrano y de poder ir a Rioseco al mercado
y a cantar en la cantina con un jarro de tintorro en una mano y la fusta del
caballo en la otra.
No quisiste nunca
mirar fotos que yo traía para enseñar de nuestras correrías. Hoy las vas a ver,
quieras o no, porque a cabezota sabes que no hay quien me gane. No son mías,
son de Toñi y de Roberto, que están ahora por allá. Te voy a contar cómo es el
paseo que acaban de hacer ellos dos y que expresan en estas imágenes.
Empieza un camino en
la orilla derecha del río Ésera, que ahí mismo recibe como afluente al Estós.
Tras un corto repecho que bordea un pequeño embalse a cuyo pie se mantiene
hasta muy entrado el verano un puente de nieve, el valle se abre y se nivela,
ofreciendo bosque de hayas en toda su inmensidad. Pasado un buen rato, quizás
media hora o tres cuartos, sale a la izquierda un sendero que sube haciendo
eses entre el bosque. Otra hora más o menos y se llega a una llanada en la que
hay una preciosidad de laguna, el pequeño ibón de Batisielles. Un poco más allá
hay una cascada que baja de un lago y forma otro lago, los ibones de
Escarpinosa. Y bordeando por la izquierda a lo largo de toda la ladera oeste de
las Agujas de Ixeya se van encontrando más lagunas hasta que la última, la más
escondida, se te presenta rodeada de neveros y con algún que otro témpano
flotando; es la Tartera de Perramó.
Toñi, que ha sido la
maquinista, no ha querido mirar en ningún momento a su derecha, por eso no ha
sacado ninguna foto ni a las Agujas de Perramó, ni a los ibones que hay justo a
su lado. Tal vez en la próxima visita quiera subir al ibón alto de Batisielles
y desde allí nos saque alguna buena panorámica de este valle alto de las
cercanía del Llardana o Poset.
Bueno, papá, no me
digas que en este tu octavo aniversario no te traigo fotos guapas. Míratelas
en un ratejo que pilles sin ocupación, y le dices a mamá que también las eche una
miradita.
Espero volver a
recorrer esos lugares alguna vez más, aunque me lo están poniendo muy difícil;
no dejan que los perros corran libremente, y llevarlos sujetos es
martirizarlos y martirizarme. Prefiero no ir, a no ser que me concedan un pase especial o me
aseguren que puedo dejar a mis amigos en un buen alojamiento.
Por cierto, papá, no
te he contado que tenemos un Gumi; va a cumplir cuatro años y acabo de
arreglarle el cuerpo limpiándole un absceso contumaz que le salió porque
haciendo el bestia se dio un golpe contra una pared del jardín de la parroquia.
El muy pillín conoce
la historia de tu Gumi, y te manda un gruñido cariñoso mirándote con su ojo
malo, el del tercer párpado.
Besos de tu hijo.
Preciosas fotos, preciosos y preciados recuerdos los tuyos y los míos en Pirineos y en el ibón de Bachimaña.
ResponderEliminarBesos, Míguel y abracito especial en este día de aniversario.