Esta es una lección
que he tardado mucho en aprender. Posiblemente sea mi último logro. Porque de
natural soy precipitado. Más, diría yo, por eso me ocurre que antes que mandar
hacer algo, lo intento hacer por mí mismo. Y así me han salido tantas cosas…
No es que “amo pobre
no necesita criados”, que en mi caso es real. Es que pienso: tengo que buscar a
alguien que lo haga; que el resultado sea de mi complacencia; que no tarde
demasiado; que no abuse a la hora de decirme tanto es… Y que al final tengo
algo, pero no es mío porque sólo he pagado por ello.
Ocurre que disfruto
mientras pienso las cosas, ideo cómo hacerlas, sopeso posibilidades y
alternativas, miro ocasión y tiempo, busco materiales nuevos o reciclados… en
fin, que en los antecedentes ya hay gozo. Haciéndolas me siento bien y no entro
en malos pensamientos, y sigo gozando. Y concluidas, gozo mirándolas y sabiéndolas mías del todo.
Esto en particular
debo agradecérselo a la naturaleza. A la mía en concreto y en primer lugar; así
me nacieron y así he ido haciéndome. Y a la otra, la de mi alrededor, que tiene
su ritmo y hace las cosas que tiene que hacer en su momento y ni antes ni
después, por muchas prisas que le metan.
Es el caso, por
ejemplo, de esta clivia que ha pasado el año entero en la ventana de mi cuarto
de estar y de trabajo. Florecida, me he permitido trasladarla de lugar siquiera
para que lo vista y honre como se merece. Y ahora está a la vista de todo el
personal.
O también de este
anthurium, del que hablé hace más de dos años; su sueño ha terminado y justo ahora
empieza a desperezarse. También está en lugar señalado, porque se lo merece,
porque nos lo merecemos.
Como dice una canción
infantil de mi amigo José Luis Saborido, “Sabo”, las cosas te enseñan si sabes
mirar. Yo he tenido que aprender a mirar, primero; eso lleva su tiempo. De modo
que dejarme enseñar, que vino después, recién acabo de hacerlo.
Así que, aunque yo
tenga mucha prisa, por favor ¡no apechuguen!
En esta entrada te veo posesivo y autosuficiente que no es ni bueno ni malo sino todo lo contrario. Las flores, magníficas, se te dan bien, será que has aprendido bien la lección y este es el premio.
ResponderEliminarBesos