Siete son los dones del Espíritu.
Siete las llamas de fuego vivo
que encienden el corazón de los elegidos
y nos llevan a vivir en plenitud
acrisolándonos de toda escoria,
haciéndonos sensibles a lo que procede del Padre y del Hijo
y alumbrando nuestro camino noche y día.
El primero es el don de SABIDURÍA.
Por él nos hace comprender, saber y gustar,
con la inteligencia y el corazón,
que Dios no es misterio de oscuridad
sino hondura de vida y amor;
por él nos hace saber cuales son los caminos
de la vida, del bien y del gozo,
cual es la esperanza a la que estamos llamados,
cual es la riqueza que da en herencia a los santos
y cual la extraordinaria grandeza de su poder
para todos los que creen.
El segundo es el don de CONOCIMIENTO.
Por él se abre nuestro ser de par en par
a la auténtica experiencia de Dios,
de modo que el creyente pueda hablar,
con verdad y sin vanidad,
de lo que conoce última y personalmente
y dar testimonio de lo que ha vivido.
El tercero es el don de PROFECÍA.
Por él el creyente, unas veces, habla en nombre de Dios
a otros hombres y mujeres con palabras edificantes,
de exhortación, consejo y consuelo.
Y otras, anuncia y descubre el futuro mediato de Dios
y la aventura, sorpresa y novedad de la historia
que nos espera si nos adentramos por sus caminos.
El cuarto es el don de CIENCIA.
Por él el creyente conoce el verdadero sentido
de la enseñanza de Jesús,
recuerda cada uno de sus preceptos
y puede distinguir los buenos y malos espíritus,
los que caminan en la luz
y los que permanecen en las tinieblas.
El quinto es el don de FORTALEZA.
Por él hace el Espíritu del creyente un testigo fiel
en este mundo receloso, escéptico y ambiguo,
en el que tantas veces es necesario ir contracorriente,
porque testigo es él
y hace testigos de los discípulos de Jesús,
acudiendo a su ayuda siempre
en los momentos de debilidad.
El sexto es el don de PIEDAD.
Por él el creyente sale de sí mismo,
se siente confiadamente religado a Dios
y empieza a vivir como hijo,
con misericordia y fervor,
seguro de lograr la herencia que espera,
la que el Padre ha prometido a quienes,
hechos hijos en el Hijo,
están destinados a compartir su gloria.
El séptimo es el don de TEMOR DE DIOS.
Por él el creyente siente, vive y asume
la majestad y la ternura de Dios
que nos libra, día a día, de los miedos humanos,
y nos hace abandonar las obras de la carne,
para gozar de los frutos del Espíritu Santo:
Amor, Alegría, Paz,
Comprensión, Tolerancia, Servicialidad,
Bondad, Generosidad, Lealtad.
Florentino Ulibarri. Al viento del Espíritu
Ya veo que el centro que preparabas era para poner estas velas, ¿tienen algún significado?, se me escapa totalmente. Insisto en que el altar está precioso.
ResponderEliminarBesos
Cada vela simboliza un don; ante la concurrencia, mientras alguien nombraba el don y explicaba su significado, otro alguien encendía una vela desde el cirio. Ya todas las velas encendidas, alguien vino y apagó el cirio. Así acaba la Pascua. Jesús nos deja su Espíritu, y a partir de ese momento es nuestra hora.
ResponderEliminarBesos