Esta mañana metí la cámara
en el bolsillo, a la caza de una ristra de procesionarias larga, larga. En días
anteriores a pesar de la lluvia había visto pequeñas reatas de ellas y con el buen
tiempo que anunciaron suponía que encontraría alguna merecedora de foto. Pero
no vi ni siquiera una sola. Así que, casi al terminar el paseo, tiré a ese palo
seco. No es lo mismo, pero se le parece.
Antes de acostarme
pillo a Sola haciendo guardia a mis pies, y me digo, vaya por dios, si no me
sale lo de la mañana, que salga lo de la noche. Y aquí la pongo.
Claro que no se me
ocurre comparar las temibles orugas de los pinares con la mansa y cariñosa
perra que vigila mis vigilias y duerme mis sueños. Ni por asomo. A aquellas ni
tocarlas, que ya probé los efectos de su néctar urticario. Sola, por el
contrario, es mollar, y suave, y tocarla ni irrita, ni enerva, ni escuece, ni…
bueno, eso sí, te seda tanto que no importa sus ronquidos, te duermes como un
bebé.
Ahora mismo me está
entrando un sueño…
Antes de marcharme a
la cama, y por si alguien no sabe a qué me refiero al decir procesionarias, sépase
que son unas orugas que viven en los pinares no tratados, que se
desplazan cogidas una a otra mismamente como si estuvieran procesionando. De
ahí el nombre. Y forman tiras de animalitos que pueden llegar a medir varios
metros. Pongo aquí unas fotos de internet, ya que no tengo en mi almacén.
Como ya tengo algo mío puedo ponerlo. Están tomadas en el pinar el día 15, a las 08:15 horas:
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