A propósito del candao


Colocan candados en las taquillas de las piscinas municipales tras una oleada de robos
En la piscina de Huerta del Rey ya han comenzado a instalarse los candados. / H. SASTRE (El Norte de Castilla)

Exactamente dos semanas ha tardado en llegarme la aclaración al asunto del candado. Lo he leído anoche, pero salió el lunes en la prensa. Parece ser que se han dado robos en algunas de las siete piscinas climatizadas que dependen de la fundación municipal de deportes. En verano y a la entrada del invierno fueron los momentos de mayor intensidad. Los perjudicados han denunciado al Ayuntamiento, a pesar de que está debidamente anunciado que no dejemos cosas de valor en las taquillas, sino en la consigna a cargo del personal que cuida las instalaciones. Para curarse en salud se ha determinado suprimir las cerraduras actuales, y que cada quien se cierre su taquilla con lo que estime oportuno: un lazo, un pasador, un candado o nada, sencillamente.
A mí me da lo mismo, porque soy asiduo, y ya tengo en la mochila todo lo que debo llevar. Y si hiciera falta otra cosa, lo que fuera con tal de nadar a diario, esté la ropa vigilada, protegida o no. Pero no me parece sistema adecuado para unas instalaciones abiertas al público, bien como usuarios esporádicos que pasan religiosamente por taquilla, bien como abonados con pagos escrupulosamente cuatrimestrales, bien como participantes de los múltiples y variados grupos que entrenan, aprenden o hacen mantenimiento en concierto o como sea con la FMD.
Acostumbrado que estoy a utilizar camping cuando tengo oportunidad y tiempo, no me pilla desprevenido ver que a los servicios tenga que ir provisto del rollo de papel higiénico. Bien, me digo, esto es así; lo tomo o lo dejo y me voy a buscar otro camping más decente. Al fin y al cabo soy como el caracol que lleva la casa a cuestas (más cama, mesa, silla, cocina y provisiones) cada vez que salgo de acampada. Hay bares y restaurantes en los que faltan toallas o secadores para las manos; y me aguanto pero no vuelvo a pisar en ellos. En mi pueblo cuando había cine en la plaza, todas y todos íbamos con nuestra silla o taburete, o nos quedábamos de pie, o sentados en el suelo. Así era, así fue.
Pero que la mejor manera de combatir a los rateros y cacos de los roperos piscineriles municipales sea que cada nadador o nadadora portemos un candado…
Con esta crisis galopante, terminamos llevando una linterna por si acaso se van fundiendo los focos y no hay presupuesto para reponerlos. Y no estoy exagerando.

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