–Don Enrique, dicen
los albañiles que están dispuestos a hacer la obra a cambio de la nave lateral,
que no tiene uso y a ellos le viene bien de encerradero.
–Mira, Miguel Ángel,
el dinero es sólo dinero, y esa nave algún día os hará falta, y no tendréis que
echarla en falta.
Así o parecido fue
aquel diálogo que mantuve con el ecónomo diocesano cuando tuvimos que
enfrentarnos a construir una iglesia a partir de una vieja nave industrial.
Como no teníamos ni una perra, el ofrecimiento de los constructores nos pareció
un milagro y la mejor solución. Pero don Enrique, que era más viejo y astuto,
nos disuadió. Así que hicimos la obra con nuestros medios, que fueron llegando
pocos a pocos y terminaron siendo enteros; antes de inaugurarla ya estaba todo
pagado. Y la parte que quedó sin reconstruir, porque incluirla habría aumentado
la capacidad del templo pero habría disparado el coste en progresión no
aritmética sino geométrica, estuvo
vacante durante un cierto tiempo, pero no demasiado, porque ese mismo verano el
Banco de Alimentos de Valladolid nos pidió que le almacenáramos todos sus
productos, porque ellos no tenían dónde hacerlo.
Desde entonces acá
ese espacio se ha llenado, se ha vaciado, se ha mediado, y se ha vuelto a vaciar
infinidad de veces. Desde muebles y ropa hasta libros y alimentos. Sin olvidar
coches de niño, sillas de ruedas, muletas, televisores y ordenadores, máquinas
de escribir, de coser, ajuares completos de casas que se deshacían por traslado
o fallecimiento, artilugios de cocina y hasta herramientas y similares. Todo
entraba, y todo ha salido.
Anoche estaba vacía
del todo, y ahora no está llena. ¡Ojala lo estuviera! Tres viajes, treinta
palés, veinte minutos cada descarga, una treintena de tiarrones desfogando sus
ansias de sentirse útiles y vivos, sus mujeres haciendo las labores en casas
ajenas con morriña de no poder estar colaborando, y quince toneladas largas
de aceite, leche, pasta, lentejas, arroz y demás. Eso ha sido todo en esta mañana.
Ahora, ya está
empezando a vaciarse de nuevo.
Cuanto me alegro de ver el almacén más lleno que en las fotos de ayer.
ResponderEliminarAl menos, algo es algo.
Mios saludos Miguel Angel
Besos
Anna
La única nota triste de la mañana fue ver al tropel de gente que no tenía otra cosa que hacer que descargar; y encima daban las gracias por avisarles. ¿Esta crisis acabará con nosotros?
ResponderEliminarQué vergüenza ajena me da ver el espectáculo del PP -de todos y cada uno- llevándose el dinero a espuertas y la gente en esta situación de necesidad extrema. ¿Dios existe? ¿es justo? ¿por qué deja hacer? ¿por qué don Rouco no excomulga a toda esa tropa?... estaría así hasta mañana pero no merece más la pena.
ResponderEliminarQue se llene pronto otra vez para que al menos la comida la tengan garantizada.
Besos