La frase inicial del
texto de Ortega y Gasset que en la entrada anterior ofrecí para consideración
general de las personas que visitan este blog, me ha estado rondando todo el
día de ayer. Se trata de Lucus a non lucendo.
En una primera aproximación he
comprobado que se trata de un refrán latino que podría traducirse por Una
selva que no se ve.
[http://www.refranesyfrases.com]
No me convenció que Don José
iniciara de esa manera su prólogo al libro del conde de Yebes, y seguí
buscando. Encontré esto otro:
Lucus a non lucendo. Lat. - «La palabra lucus
(arboleda) viene de lucere (resplandecer) porque los rayos del sol supone que
raras veces penetran su ramaje. La frase se aplica a observar algún absurdo ó
discordante etimología.
[Diccionario citador de máximas, proverbios, frases y sentencias escogidas de autores clásicos latinos, franceses, ingleses e italianos. Escrito por David Evans Macdonnel y traducido por D. José Borrás, Cónsul de los E.U. de A. en Barcelona. Imprenta de Indar. Barcelona 1836]
[Diccionario citador de máximas, proverbios, frases y sentencias escogidas de autores clásicos latinos, franceses, ingleses e italianos. Escrito por David Evans Macdonnel y traducido por D. José Borrás, Cónsul de los E.U. de A. en Barcelona. Imprenta de Indar. Barcelona 1836]
Expresar que parece un absurdo que a
él, nada cazador, se le solicite un prólogo para un libro dedicado a la caza, y
aún así escribir un texto tan bello y tan profundo sobre esa actividad humana
que él mismo categoriza como felicitaria, ya me parece con mucho más sentido.
No me conformé, no obstante, y seguí
investigando. Por el camino me topé con Quintiliano, con Isidoro de Sevilla,
con Heidegger y… con Manuel Mantero. De este último es el texto que copio a
continuación y que me ha parecido, si no sublime, ciertamente muy bonito.
¿Qué
es lo que el deseo destruye? Porque el deseo funciona en la oscuridad, porque
sólo en la oscuridad puede constituirse en acto, porque en el deseo aparece la
muerte como terminación de la propia identidad y aparición de lo otro, porque
el umbral del deseo es el lugar del rapto para el poeta, el lugar de pérdida y
caída, el deseo es en cierto sentido el anuncio de la refracción absoluta, un
locus a non lucendo donde lo que se va es precisamente lo real. Pero por otro lado,
el deseo es también el anuncio de lo real como lo absolutamente estable, lo
desconocido que nomina, la presión que es disolvente sólo porque también es
constituyente: en el umbral de lo otro nace el nombre, y nace también la
posibilidad de nominación, la actividad poética. Es esta doble cara del deseo
la que, si por un lado permite afirmar que en el sueño «toda intención se
constituye en acto», permite también decir que, en la creación poética,
intención y acto están radicalmente separados. Y que es ese separación, esa
fractura originaria, la que crea un umbral, un lugar para la vinculación, un
ombligo entendido como memoria y como traza de la posibilidad de apropiación en
lo real.
[Encontrado en Una poética indagatoria de la Otredad,
Anthropos, Revista de Documentación Científica de la Cultura]
A pesar de bonito que
no sublime, sin embargo, no me aclaró el motivo por el que el ilustre pensador
iniciara así, Lucus a non
lucendo…, su conocido prólogo. Por ello
volví a las autoridades que siempre lo han sido, tal que San Isidoro.
Y esto es lo que
encontré:
Lucus:
«eo quod minime luceat», «por el hecho de que no luce en absoluto»; explicación
paradójica, por cierto, y que ya Quintiliano ponía en cuestión, al preguntarse
si es posible derivar una palabra e contrario, como, por ejemplo, derivar lucus
del hecho de que, opaco debido a la sombra, «apenas luzca», «quia umbra opacus
parum luceat». Se trataría en tal caso de una etimología per antiphrasim, un
tropus que Isidoro de Sevilla caracterizaba como «sermo e contrario
intellegendus», y al que ejemplificaba justamente con el término que nos ocupa:
«La antífrasis se da en aquella palabra que debe entenderse en sentido
contrario, como locus (bosque), por carecer de luz debido a la espesa sombra de
la arboleda». Tal es, en efecto, la etimología que el mismo Isidoro propone
expresamente para lucus: «densitas arborum solo lucem detrahens», «un bosque
tan poblado de árboles, que no permite que la luz llegue al suelo», aunque dada
la dificultad manifiesta que presenta tal explicación, Isidoro deja abierta la
posibilidad de que el origen de este nombre tenga que ver directamente con la
luz y no con su sustracción, a saber: con las luces que se encendía en el
bosque durante las prácticas religiosas de los paganos.
La
evidente perplejidad frente a la etimología de esta palabra la ha convertido
así en el ejemplo más típico de una antífrasis, de manera tal que, por una
especie de metonimia, tomando el singular por el universal, en vez de
«antífrasis» se pueda decir simplemente «lucus a non lucendo», para indicar que
se está nombrando una cosa por lo contrario de lo que es. Sin embargo, las
investigaciones lingüísticas ulteriores han conducido a buscar la solución por
otro lado, en el hecho de que el término «lucus» en su origen no significaba
simplemente «bosque», en sentido amplio, sino más concretamente un «claro» en
el bosque, dedicado a los dioses y, por lo tanto, «bosque sagrado».
[Heidegger
y el problema del humanismo. Ernesto Grassi, Anthropos]
Me quedó diáfana la intención de
Ortega y Gasset. La felicidad puede que esté en algún lugar de lo más profundo
del bosque, allá donde no consiguen penetrar los rayos del sol. No es sin
embargo eso lo importante, ni mucho menos lo que la define. La felicidad es
aquello que atesoran los dioses, lo que sólo puede encontrarse en un claro del
bosque sagrado. Y ya se sabe que los paganos era en esos lugares donde
celebraban sus ritos. Si ellos la alcanzaron, está a la mano de cualquiera.
Y esto, tanto se hable de la caza
como don José o de la Patafísica, que es ciencia de la que habla Thomas M.
Scheerer, de la Universidad de Augsburgo.
Me parece interesante esta entrada, de momento me causa asombro como una locución puede dar parte a un gran debate, sino mal entendí, entre lo que sería lo oculto y lo visible, en si no hay acaso un sentido figurativo de que lo oscuro en realidad es el claro luminoso, que bien se puede esconder en algún bosque.
ResponderEliminarYo me he topado con esta locución, no sé bien si es como así se le nombre,en una lectura de Karl Korsch de título "Karl Marx" cito:
"La significación positiva de todos los intentos de configurar el «capitalismo organizado» (lucus a non lucendo) consiste sólo en que en ellos se revela más claramente el carácter de traba o cadena de las presentes relaciones de producción capitalistas: en qjie con la creciente organización interna de las singulares empresas y trusts capitalistas destaca más acusadamente la inorganicidad de la producción capitalista en su conjunto, y, por último, en que en algunos de esos desarrollos se elaboran ya algunos elementos formales que se pueden utilizar en la construcción de una organización realmente social de la producción y del trabajo tras la total subversión del pre.. sente modo de producción capitalista por el proletariado revolucionario y tras limpiarlos de los rasgos fetichistas que hoy les afectan inevitablemente. condiciones de venta de la mercancía fuerza de trabajo pertenece plenamente al mundo de l.a apariencia fetichista. Desde el punto de vista social, los trabajadores asalariados que venden individualmente y por tiempo limitado su fuerza de trabajo, mediante el «libre contrato de trabajo», al empresario capitalista son como clase, desde el primer momento y para siempre, junto con los medios materiales de producción, propiedad de la clase propietaria que dispone de los medios materiales de produccion."
Con lo que he leído en tu entrada parece ser que el autor sigue el camino de aquel bosque donde no entra ninguna luz, en un analogía a la producción capitalista que pese a querer tener el nombre de "organizada" no puede sin poder en tela de juicio su existencia el buscar una planificación de si misma, es en esta contradicción donde parece que resolverla es precisamente esto de caminar sin luz que le guíe en una espesa oscuridad de la anarquía de la producción.