Mi calle y mis vecinos |
Es decir,
callejeando. Porque la calle es nuestra, y mía, y tuya y de aquel. Es de todos.
No importa a qué ritmo lo hagamos, si de Labordeta o de Gabriel Celaya, es el
hecho lo que cuenta. Por eso para mí la calle es sagrada, porque ahí se pone en
evidencia mi libertad. Y también a prueba… del algodón.
Lo de la república
independiente de mi casa no deja de ser una chorrada por perogrullada; pues
sólo faltaría que en la intimidad no pudiera ser yo y tuviera que disimular,
transigir u ocultarme.
Es en la calle donde,
en ese juego de relaciones con personas de así y asá, conocidas y desconocidas,
vecinas y forasteras, ricas o no pudientes, cultas o como para ir tirandillo,
de rancio abolengo o recién aparecidas, puedo ir o venir sin que nadie se meta
conmigo, me avasalle o me atropelle. O no.
Eso de salir de casa
y llevar la cachicuerna en lo alto de la faja por si acaso; tener que ir por la
zona de la sombra para pasar inadvertido; evitar según qué zonas porque puede
haber peligro; no poder pararme delante de qué edificio porque es vip; evitar
ir en grupo o en solitario según casos y circunstancias; eso no es vida.
La calle ha de ser el
santuario de nuestra libertad.
Me da mucho miedo
cuando la calle se altera, se vuelve oscura e inhóspita; cuando las paredes te
hablan con ira, y las miradas te atraviesan. Tengo miedo de las salidas de las
muchedumbres, incluso de un templo; puede que dentro hayan enardecido al
personal y en la arenga haya habido una consigna: al ataque.
Es legal en
democracia tomar la calle y manifestarse. Lo dice la Consti. De acuerdo. Pero
sea para lo que sea, la toma de esta manera de la vía pública ¿es antes o
después de la deposición del voto en la urna?
Manifestarse para
reafirmarse, implica que te están negando. Pero si te lo han hecho por mayoría,
entonces te callas, ahí está el juego de la democracia. Ese ejercicio suena a
pataleo de quien sólo acepta cuando gana.
Ya digo, deploro
que la calle me la ocupen con obras, con desfiles, con procesiones, con
manifestaciones, por hundimientos del firme, con el paso rápido de la autoridad
[cuando Franco te cortaban lo que fuera desde la madrugada, aunque su rolls
atravesara raudo y veloz aquel lugar a medianoche], porque ha ganado el equipo
colorao, o porque ha llovido tanto que las alcantarillas no achican suficiente.
En fin, como dijo
Fraga, la calle es mía; también del resto; y que nos la corten…
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