El mismo día, antes de que llegue la noche, porque a qué esperar más


Lo reconozco, esta mañana no disfruté como otras veces de mi paseo pinariego con mis amiguitos. Y mira que han sido pocas y raras las ocasiones en que me ha resultado esquivo el gozo. Ahora que recuerdo… cuando fuimos Moli y yo solitos a las cuatro de la madrugada, porque a mi padre le operaban de cataratas y había que echarle gotas cada cuarto de hora desde las seis, porque en quirófano le esperaban a las ocho. Aquel día disfruté menos, tal vez intuí que a mi padre le acaba de salir la hoja roja en su librito de Zig-Zag. Y cuando murió mi madre, salimos también solos los dos e íbamos un poco mohínos; era domingo pero era menos fiesta. No así cuando, en lunes, muerto mi padre un domingo, agradecimos al sol que siguiera su curso de siempre, lo mismo que la luna, y los pinos, y el campo…
Hoy, sin embargo, quiso el destino que en ese lugar de la calle no hubiera aparcado el automóvil de turno y estuviera tan a la vista el escrito sobre la pared. Me lo topé nada más despertarme, aunque aún no era de día.
Sin lanzar las campanas al vuelo, sin embargo tenía un punto de satisfacción que tras casi catorce años una pared tan golosa no hubiera sido mancillada. La respetan porque es suya, pensaba en mis adentros.
En estos momentos lo sigo pensando, y no quiero ni imaginar lo que dirá el personal cuando el domingo la encuentren tal que así:
No, no lo considero un ataque personal. Tampoco de alguien de aquí; aunque ni Moli, ni Berto, ni Gumi que es un zascandil y bocea a todo quisque, dijeron esta boca es mía durante toda la noche. ¿Vendrían disfrazados de corderos? Porque si hubiera sido el disfraz de gato… me van a oír estos dormilones.
Ese alguien se ha equivocado. Además se ha retratado a sí mismo. Cada vez que pase por la calle lo va a tener ahí delante, como nosotros. Nosotros, porque no pensamos borrarlo ni taparlo ni disimularlo. En efecto, contra el capital, el que mata seres humanos por obtener beneficio, vamos a estar siempre en ofensiva directa. Quien lo haya hecho no va a poder decir ¡he sido yo!, porque no tiene valor ni razones ni modales.
Pero que venga tranquilo, que le vamos a recibir pacíficamente. A él, a ellos y a quien sea. De huelga, formando piquetes o de paseantes.
No tendrá necesidad de ampararse porque el amparo con nosotros lo tiene asegurado.

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