Dios


Supuesta carta a Eric Gutkind firmada por Albert Einstein en Princeton, en 1954

En una de mis primeras lecturas, El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, el protagonista, Edmundo Dantés, se encuentra en prisión en aquel tenebroso castillo de If y lleva ya demasiados años encerrado. Al punto de la desesperación le grita al abate Faria, otro recluso como él: ¡No creo en Dios! A lo que el paciente sacerdote le replica: ¡No importa! Él sí cree en ti.
La novelesca historia continúa, -creo que leí algún texto abreviado ya que de haber tenido el íntegro no hubiera siquiera empezado a leerlo-, y tras muchas peripecias, incluida una terrible venganza, todo acaba bien, como corresponde a unos tiempos en que no estaba bien visto que el malo quedara vencedor sobre el bueno.
Traigo esto a colación de una noticia que está inundando internet: eBay saca a subasta una supuesta carta de Albert Einstein en la que declara que Dios es una invención humana. Precio de salida en la contienda: cuatro millones de dólares. No acabo de ver si es por tratar sobre Dios, negándolo, o por estar supuestamente escrita por Einstein, ahora que no puede decir si escribió o no tal carta.
El caso es que el tema Dios no deja de estar en candelero. Sea para afirmarlo, sea para negarlo.
A estas fechas de la historia, no hay nada nuevo, nihil novum sub sole, que pueda aportarse en este viejo y manido tema, salvo el nombre de las personas que entren en liza, en el sentido que sea. Y resulta cansino verlas discutir, porfiar, zaherir, despreciar, acusar e incluso insultar y amenazar hasta con las penas más eternas e infernales.
En fin, lo dicho, nada nuevo.
Algo menos agobiante es la disputa, también llamado diálogo, entre quienes aceptando la existencia de Dios, ojo que no digo la creencia, tratan de aclararse sobre dónde se le puede percibir, si en lo alto de los cielos o en lo más pequeño de los átomos; si en los ritos de una iglesia o en las especies sacramentales de otra iglesia; si en la invocación de algunos miles de millones de creyentes o en una etérea e inaprensible e indefinible nebulosa que todo lo abarca, todo lo impregna; si se trata de “el Dios de los unos” o de “el Dios de los otros”.
Y cuando aparece la preposición “de” tras la palabra “Dios”, entonces hay que empezar a hilar fino, fino; tanto que el hilo llega a hacerse invisible, y rizar el rizo es el final que no es el fin, sino el “leit motiv” que nunca acaba, un canon con puntos suspensivos…
El innombrable para unos es aquel sobre el que nada se puede decir, pero es igualmente aquel sobre el que se han volcado miles de palabras en forma de pesados tomos de teología. Es, cómo no, el que recibe por lo menos mil nombres, y todos válidos. Y es, por supuesto, el que algunos afirman que ha intervenido portentosamente en su vida, y nos dejan el relato de su experiencia.
En fin.
Yo me quedo con lo que me dijo el otro día Isabel, una feligresa fiel a carta cabal: Pero Miguel Ángel, ¿cómo puede decir una persona tan lista que Dios no existe? Pobrecito, qué le habrá pasado. Voy a rezar por él.
De puro humilde y sencilla me recuerda a otras buenas mujeres: Rahab, la prostituta de Jericó; la viuda de Sarepta que atendió a Elías; o a la también viuda a quien alaba Jesús porque había echado en el cepillo todos sus pocos ahorros. Ellas y muchas más, unas benditas de Dios.
Sí, me quedo con el Dios que bendice.

4 comentarios:

  1. Vaya, vaya... y vaya, el eterno dilema. No voy a entrar en disquisiciones y solo diré: si Dios existe ya se verá... ocasiones y oportunidades hay a millones para ver y comprobar su existencia, algo que no deje lugar a dudas a nadie o, bueno, a casi nadie.

    Por mi parte si quisiera que un dios existiera me gustaría que, a mi imagen (y no al revés), fuera un justiciero como los superhéroes, lo demás cada vez me interesa menos y los diálogos y/o discusiones de qué dios es el verdadero menos aun.

    Por cierto, si: "¡No creo en Dios! A lo que el paciente sacerdote le replica: ¡No importa! Él sí cree en ti", bueno, pues si Él creyera en estos hombres y mujeres que dicen son su creación, su obra, no los dejaría tan desamparados ante tanta calamidad. Míguel, me gustan más los dioses en acción contra la injusticia que el que no se ve, ni se oye, ni ná de ná...

    Besos

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  2. Claro, Julia, también yo habría deseado que mi mamá me hubiera evitado todo sufrimiento, y que mi papá hubiera sido un héroe como Mío Cid y me hubiera defendido de los adversarios que me acosaran, pero sólo me quisieron cuanto pudieron. Creyeron en mí y estuvieron siempre a mi lado, aunque no pudieran hacer milagros en mi favor. Pero ten por seguro que si hubiera estado de su mano, los habrían hecho. Es más, ahora que lo pienso, sí que hicieron milagros, bastantes.
    Es muy posible que de Dios yo pueda decir algo semejante. Pero sólo es mi experiencia, y mi palabra. Y esto… lo tomas o lo dejas. Y tan amigos. Y dicho esto, ¿te molestaría si ahora te dijera que rezo por ti? A mí no me molesta en absoluto, es más, me apetece muchísimo que te acuerdes de mí de vez en cuando.
    Ja, ja, me río porque tu última frase, "el que no se ve, ni se oye, ni ná de ná…" me está recordando a un ministro de este país que dijo en cierta ocasión que aquel bichito se hubiera matado si se hubiera caído de la mesa; lo dijo hablando del aceite de colza. ¿Te acuerdas? El pobre no tenía ni idea de lo que estaba hablando. ¡Pobre! Ahora debe estar podrido de dinero.

    Besos

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  3. El ministro en cuestión era Jesús Sancho Rof, alias "el mocos" (así era como lo llamaba el Dr. Fereres ¿te suena?) y el susodicho soltó la primera tontá que le soplaron al oído, tratando con desprecio absoluto a la inteligencia del personal, porque lo que tenía que ocultar era algo muy gordo.

    Bueno, tú, si quieres reza por mi, yo no soy tan ignorante como lo fue el ministro este (creo más bien que fue un cínico y Dios debería castigarle duramente por lo que hizo), pero lo que dices no demuestra que Dios exista. Tus padres y los míos y tantos otros, hacen e hicieron lo que pudieron y supieron para protegernos, pero NO ERAN NI SON DIOS, EL TODOPODEROSO, no estaba en sus manos porque no eran Dios, pero decís que es todopoderoso, pues, ea, que lo demuestre. Yo, como Santo Tomás, hasta que no lo vea....

    Por cierto yo pienso y me acuerdo de ti, como ves en tu blog, a diario, y te mando besos y te imagino cuando escribes tus cosas, pero lo de Dios.... o somos todos dioses o uno sólo y como lo venden las religiones no me lo creo. Oye, y tan amigos como siempre. Yo ya sé que tú eres un hombre de fe, yo no soy una mujer de fe, la perdí por el camino y no la encuentro, no sé a dónde se ha ido, pero no creo.

    Y no sigo, te mando besos y le acercas otro a Pilar, por favor de mi parte.

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  4. Me suena, claro que me suena el doctor Fereres; no logro ponerle rostro, y voy a buscarle en Internet.

    Dios, ¿demostrable? Se me viene a la boca un poema de Pedro Casaldáliga que él titula Equívocos:

    «Donde tú dices Ley,
    ¡yo digo Dios!

    Donde tú dices Paz,
    Justicia,
    Amor,
    ¡yo digo Dios!

    Donde tú dices Dios,
    ¡yo digo Libertad,
    Justicia,
    Amor!»


    Recuerdo una frase de mis tiempos de estudiante: “La energía ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma”. Por algún lado andará metida cuando no se sabe dónde se quedó. Me refiero a esa cosa que tú llamas fe. ;=)

    Cumplí tu recado.

    Besos

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