San Bartolomé. Capilla Sixtina. Miguel Ángel |
Una vez que nos hemos
metido en pleno fregado pictórico con motivo del retoque en el Ecce Homo de
Borja, Zaragoza, Spanien, no está de más recordar esto otro, que viene a
cuento, porque hoy es San Bartolomé, Apóstol, a quien el gran Miguel Ángel Buonarroti
pintó con su pellejo entre las manos.
En esto de
representar a personajes de los que no se sabe cómo eran, y se trabaja con los
sentimientos y la propia imaginación, hay para dar y tomar. Si además hay
tradiciones orales o escritas que añaden detalles, circunstancias y opiniones,
el resultado puede ser sorprendente.
A mí San Bartolomé me
llega por lo que dijo de él Jesús, según lo trasmite el cuarto evangelio, el de
Juan:
-«Éste es el Cordero de Dios».
-«¿Qué buscáis?».
Ellos le contestaron:
-«Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?».
-«Venid y lo veréis».
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él
aquel día; serían las cuatro de la tarde.
-«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)».
-«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que
se traduce Pedro)».
-«Sígueme».
-«Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en el
libro de la ley, y del que hablaron también los profetas: es Jesús, el hijo de
José, el de Nazaret».
-«¿Nazaret? ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?».
Felipe le contestó:
-«Ven y lo verás».
-«Este es un verdadero israelita, en quien no hay doblez
alguna».
-«¿De qué me conoces?».
Jesús respondió:
-«Antes de que Felipe te llamara, te vi yo, cuando estabas
debajo de la higuera».
-«Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de
Israel».
-«¿Te basta para creer el haberte dicho que te vi debajo de
la higuera? ¡Verás cosas mucho más grandes que ésa!».
-«Os aseguro que veréis el
cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del
hombre». (Jn 1, 35-51)
“Sin doblez” es mucho
decir de una persona, y Jesús lo dijo de este hombre a quien Juan llama
Natanael, y nosotros conocemos como Bartolomé. La cuestión del nombre no tiene
mayor importancia, habida cuenta de que por entonces los judíos podían y
gustaban usar el griego junto con el hebreo. En ambos casos el personaje en
cuestión “era hijo de” alguien, en este caso Ptolomeo, y le adornaba algún
valor, “don de Dios”; entonces los nombres significaban, no sólo sonaban.
El caso es que
Natanael o Bartolomé llegó hasta Jesús de la mano de Felipe. ¡Qué bueno es ir
de la mano de alguien que te sepa llevar!
Así, pues, si no tenía
doblez y encima era dócil, pudo haber corrido otra suerte bien distinta; de tan
confiado, con otro guía, podría haber terminado en nada. Pero la fortuna le
acompañó. Y hoy, dos milenios después, le recordamos.
Parece ser que
evangelizó en la India y vino a morir en Armenia, mártir y desollado.
Poco más se sabe de él,
y esta descripción no tiene ningún valor científico, pero por si acaso no viene
mal tenerla en cuenta; pertenece a Santiago de la Vorágine, beato del siglo
XIII y obispo de Génova entre 1292 y 1298: Bartolomé “es un hombre de
estatura corriente, cabellos ensortijados y negros, tez blanca, ojos grandes,
nariz recta y bien proporcionada, barba espesa y un poquito entrecana... Su
semblante presenta constantemente aspecto alegre y risueño”.
Pero enseguida se da cuenta de que el aspecto físico no es apenas importante y añade esto otro, que, aun cambiando el tiempo presente por el pasado, es más enjundioso: “Se mantuvo ajeno al amor de las cosas en este mundo, vivió pendiente de
los amores celestiales y toda su vida permaneció apoyado en la gracia y
auxilio divino, no sosteniéndose en sus propios méritos sino sobre la
ayuda de Dios”.
De San Bartolomé
tengo la imagen que José Ribera nos ofrece a través de su pintura.
Martirio de San Bartolomé. José Ribera. Museo Nacional de Arte de Cataluña |
Y ojito con no
confundir a Bartolomé con Felipe, aunque ambos fueran juntos y de la mano, y a
los dos pintara el valenciano.
Martirio de San Felipe. José Ribera. Museo del Prado, Madrid |
Como, por más que me
esfuerzo, no consigo recordar si he conocido a alguien que llevara este nombre
por ver si a través de su persona lograra yo tener una idea más completa de este
apóstol, he de recurrir a lo que dicen de un texto apócrifo; el Evangelio de
San Bartolomé, del que se conserva un texto griego y varias traducciones
latinas, narra el apostolado y el martirio del santo, y para nada hace mención
a que San Bartolomé fuera despellejado vivo antes de ser decapitado, pero el
dato se halla en el Breviarium Apostolorum, incluido en ciertos manuscritos del
Martirologio Jeronimiano.
Tal vez por eso mismo
este evangelio apócrifo de San Bartolomé es uno de los textos que condenó el
decreto seudogelasiano, s. VI; por callar lo que no debiera y no contribuir a la causa.
En fin que, como en
tantas otras cosas, sobre San Bartolomé desconocemos prácticamente todo y no
nos queda sino confiar y fiarnos de lo que tenemos, aunque sea bien poco.
San Bartolomé. Gregorio Bausá. Museo de Bellas Artes de Valencia |
¡Es lo que tiene la fe! te lo crees y eres creyente, no te lo crees y eres ateo, así de fácil. Pero las historietas contadas para según qué publico están muy bien, se sensibiliza sobre lo que conviene y para la causa que conviene.
ResponderEliminarPor cierto, hay un dato que, o lo he entendido mal o es un asincronismo importante, a saber :"Santiago de la Vorágine, beato del siglo XIII y obispo de Génova entre 1292 y 1298: Bartolomé “es un hombre de estatura corriente, ..." ¿Lo describe con tanta precisión trece siglos después? En fin, esto es lo que también tienen los relatos hechos en aquellos tiempos y de aquella manera.
Hay que tener fe, está claro.
Besos
Es que ese señor de la Vorágine debió ser un tío muy documentado. A pesar del tiempo que ha transcurrido desde entonces, nadie ha conseguido enmendarle la plana en nada de lo que dejó escrito. Si se lo inventó, lo hizo muy bien; y si eran datos verídicos, nadie ha conseguido contrastarlos. Claro que hasta que se empezó a tener constancia por escrito de las cosas se funcionó muy bien con el boca a boca. Eso sería.
ResponderEliminarY por supuesto, como tú bien dices, hay que tener fe.
Besos.
Adelante hombres de fe, que solo ellos, los débiles mentales, alcanzarán el cielo.
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