La liebre



Tal que así era la liebre que esta mañana nos sobresaltó de madrugada. Cuando quisimos darnos cuenta, ya tenía puestas sus patas en polvorosa. Tardaron en reaccionar mis amiguitos; Moli giró sobre sí misma como una peonza y dudó hacia dónde dirigirse; Berto y Gumi levantaron la cabeza, movieron sus rabos con frenesí y tiraron del ramal con todas sus fuerzas; pero la liebre se perdió en la lejanía, con Moli al fin persiguiéndola, más por oficio que por convicción. Al poco rato volvió la quietud al pinar, y el paseo prosiguió placidamente, como es habitual.
Por la tarde volvióme a suceder, esta vez en la piscina. Braceaba indolentemente por la calle siete, vacías la seis y la ocho; o sea, casi en solitario. En esto una cosa negra me adelanta por mi izquierda; estoy en la vuelta ocho. Sigo a mi ritmo y al cambiar a crol -se escribe crawl- distingo unas piernas blancas que patalean a buen ritmo sin conseguir despegarse. Acelero una pizca porque la siguiente me toca espalda y voy mucho más lento. Por supuesto al llegar a la pared y virar resulta que me ha sacado medio largo de ventaja. Mantengo el ritmo y cuando vuelvo a la braza ya no está tan lejos. Lo que le gano en crol ella me lo recupera cuando voy pa’trás. No desespero, pero tampoco me relajo.
En la dieciséis ya vamos parejos, porque en los múltiplos de cuatro nado de espalda pero a dos brazos, y así avanzo casi tanto como a crol. A partir de ahí ya voy en cabeza.
En la veintisiete le he sacado más de un largo. Me paro, salgo del agua y de reojo la veo llegar a la pared.
No voy a la piscina a competir, sino a disfrutar. Sin embargo nadando en solitario me entretengo mucho menos que haciéndolo en compañía, como en el resto de las cosas de la vida.
Tener una liebre resulta interesante. Te permite medir tus fuerzas, te saca de la abulia, te exige y hasta te dirige.
¡Benditas liebres que tiran de uno sin pedírselo!
La de esta mañana, grande como un caballo, nos hizo pasar un buen rato. La de esta tarde, no la vi la cara, tenía un cuerpo precioso y batía las piernas maravillosamente. Además me hizo bajar a casi treinta y cuatro minutos, todo un record. No me extrañaría nada que me citaran para Río, al tiempo.
Pero ya que hablo de sobresaltos, tengo que hacer mención del que recibí ayer viendo a esforzados sindicalistas mangando comida de un super; era para una ong. No quedó ahí la cosa, que enseguida salieron defensores en nombre de la justicia que dijeron que aquello estaba bien, coño, bien. Que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón, y cosas por el estilo. Hay quien habla en nombre de la doctrina social de la Iglesia, y quien lo hace desde la “humanidad”. Empieza a distinguirse entre lo legal y lo legítimo, y ya no se mira igual, o eso creo, la lista de los personajes más ricos del planeta.
Bien. Esta liebre está ahí, agazapada, en su cama de momento. No quiero ni pensar qué ocurrirá cuando salte y nos sorprenda.
Personalmente tengo que escribir que no me parece nada serio que unos varones con toda la barba amedrenten a las muchachas del mercadona de turno por unos kilos de legumbre y unos paquetes de macarrones. Vienen por aquí y se los doy sin más historias. Salvo que hayan querido dar la nota, y entonces sí, como en la estanquera de Vallecas, han quedado retratados.
Si querían de verdad dar el campanazo podían haber reventado la caja de caudales de alguna Company que yo me sé. Aunque tal vez los vigilantes de la playa fueran demasiado para ellos.
Desde luego no sería mi ong la que aceptara tamaña captura. Y no es que ande sobrado, pero si doy, doy de lo mío, no de lo robado.
Esas no son maneras. Pero hemos de agradecerles a todos ellos que nos hayan avisado. Sí. Porque ahora sabemos lo que puede llegar a ocurrir si las cosas siguen como hasta ahora.
Demos gracias, cada quien a quien bien le parezca, de que aún podemos doblar cualquier esquina sin que nos atraquen. Pero ojito al parche, que eso puede cambiar, y no tardando. De momento han sido tres carritos de comida, total unos cien euros o poco más.
Hay demasiados hambrientos y desesperados, y están viendo colmada su paciencia. Y razón no les falta.

3 comentarios:

  1. Hola Miguel Ángel. Tiempo de no pasar por acá y tiempo de no verte por allá.
    Primero pensé, al ver la liebre, que hablarías de cacería y ya me estaba horrorizando por la pobre liebre. Al ver que no era así, seguí leyendo con gusto.
    Es bueno tener una vara con la cual medirte, en una de ésas sí te invitan a Río.
    Nunca había oído eso que dicen del supermercado ¿nuevos Robin Hood? extraño, por decir lo menos. ¿y se salieron con la suya? puf, me hace acordar de cuando aquí hubo el tremendo terremoto el 2010, gente saqueando tiendas para "comer". Claro que no sé quién comía plasmas, lavadoras y computadores, pero bueno... en todo caso, gracias a las famosas camaritas que nos vigilan como el tercer ojo, lograron aprehender a muchos "hambrientos"
    Un saludo cariñoso, espero sigamos "viéndonos"
    Maru

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  2. Vaya, vaya la que has organizado con las liebres..

    Lo de los sindicalistas ha sido un golpe de efecto primario que avisa de por dónde van a ir las cosas si no se modifica lo que está pasando en Europa entera y en nuestro país en concreto. Si siguen con estos juegos malabares con el dichoso euro y los especuladores siguen campando a sus anchas sin que nadie les corte el paso (y como escribo al revés, de la última entrada voy bajando a las que me he perdido) habrá más San Lorenzos (en Grecia más de uno) y estos sindicalistas vienen a ser los que llevan a la plaza a los pobres y desamparados. Tú repartes lo que te dan, ellos toman lo que no les dan o no pueden conseguir con su trabajo porque no lo tienen, se lo han quitado, se lo niegan y a los grandes no les importa, sólo bajar el déficit importa...¡vaya mierda -con perdón-!. Cuando los ricos no dan (mira todas las frases que has puestos en tu última entrada) los pobres o los sindicalistas -sanlorenzos modernos- se lo quitan para REDISTRIBUIR. Esta es la cuestión: contra la acaparación de los avaros la redistribución se impone. Ahora como estamos en un "estado de derecho" las formas, hay que tener cuidado con las formas, aunque el fondo sea la gran injusticia que ningún estado de derecho ampara. ¡Qué otra solución hay! ¡¿quién clama en las plazas en nombre de los pobres?!, ¡¿quien obliga a los poderosos a tomar las decisiones correctas, a no excluir a ningún ser humano de lo necesario para vivir, aquí y en el África tropical?!

    ¡Buah!, Míguel, no te imaginas cuánto me enfada ver las dobles o triples morales de toda esa derecha católica apostólica y romana esquilmando a los pobres y acudir a la iglesia los domingos a darse golpes de pecho; y a la pseudoizquierda manteniendo las formas para no ser acusados de extremistas jugando al juego del capitalismo sin conocerlo. Me cabreo y, aunque sé que no es la solución lo que han hecho mis colegas del SOC, tengo de decirles: ¡bravo compañeros! le habéis echado un par aunque sólo sea como toque de atención.¡¡¡¡¡Pero Marinaleda existe!!!!!

    Besos amigo mío.

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  3. Hola Maru, gusto en que me visites. Sí, hace tiempo; es que pasa demasiado rápido, y salgo muy poco por ahí.
    En realidad no se trata de ladrones filantrópicos, sino de un aviso de lo que puede llegar a ocurrir. No sólo no evitaron las camaritas, sino que llamaron a la tv. Querían dar notoriedad al hecho. Veremos cómo continúa.

    Saludos cordiales


    Julia, me gusta ese grito final, te honra.

    Besos.

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