Camino carretero hacia Peñalba de Santiago, en el Bierzo. León |
Ignacio era el
Director. Sí, señor Director. Así le respondí muchas veces, y siempre me lo
aceptó con su humor madrileño y señorito. Menchu, Maribel y Jesús su marido,
Ezequiela y yo, junto con el señor Director, formábamos el grupo de profesores
internos. El resto, una lista igual de larga, los externos. Estos cobraban más
que nosotros, a pesar de trabajar menos y dormir en casa. Trabajaban por horas.
Nosotros a destajo.
Recuerdo esto ahora,
porque en una entrada sobre El Instituto Rural El Pino que hice va para dos
años, alguien recuerda ahora que por entonces le llamaba la atención lo perdido que
andaba yo como profesor. Le he respondido que caminaba a tientas y me paraba en mal
asiento. Y perdido, claro que sí.
Licenciado en
Teología y cura recién ordenado, cursé Estudios Empresariales porque no me
dejaron que hiciera Económicas. No es que la economía me interesase, es que
sabía que iba a ser necesario conocer el mundo financiero y económico si quería
saber en qué mundo me metía. Otros compañeros se decantaron por el Derecho, la
Historia, la Filosofía o la Literatura Griega. No. No estaba en mis
pretensiones encerrarme ante un alumnado, y, de espaldas a él, dibujar en la
pizarra curvas y gráficas de la oferta y la demanda, para después girarme y
hacerle ver que el mercado por sí solo no se autorregula ni controla. Ya sabía
yo que ese modelo era pura idea. Ni el dinero ni el mercado tienen ética; menos
aún moral. Hasta Keynes llegó a decirlo, cuando la crisis del veintinueve.
Y cuando me ofrecieron
trabajar de docente en El Pino, acepté para, con la oportunidad de dar
asignaturas de FP2 Agraria para las que estaba suficientemente capacitado,
hacer con aquel conjunto juvenil de procedencia rural lo mismo que había hecho
en el pueblo donde me debatí como gato panza arriba ante un mundo tradicional
de profundas raíces religiosas, ¿o era un mundo religioso de profundas raíces tradicionales?
No, era una raíz profunda de tradiciones mundanas y religiosas. Allí conecté
fácilmente con la población juvenil, y no tanto con los adultos. Pero ahora,
visto en la distancia, creo que ellos siguieron su camino, el que tenían que
seguir porque no había otra; y yo seguí el mío, porque tenía que ser así, o así
lo decidí.
El caso es que apenas
transcurrido el primer trimestre, en Navidad, me quedó bastante claro que en
aquel centro de estudios no pintaba demasiado. Dar clase no me gustaba, no me
gusta. No lo hacía mal, pero no entusiasmaba. Lejos de tener al lado un
establo, un gallinero, una huerta, o un criadero de cerdos de engorde, la pura
teoría que allí se daba se perdía entre las ganas de huída de unos y el
contagio de los alicientes urbanos.
Ni un mal engarce pude hallar, e intentos hice, vaya que sí.
Así pues, cuando X me
soltó en aquella reunión del claustro que ya podía descansar porque había
“encontrado una comunidad”, al principio no entendía; luego ya sí.
El Pino que yo me
encontré no se podía llamar ni siquiera comunidad educativa. Si antes lo fue,
dejó de serlo. Y los que estábamos entonces no supimos o no pudimos recuperarla.
A ello se añadía la
escasez de medios, la soledad absoluta, la falta de conexión con la red de
colegios rurales diseminados por la ancha geografía española, la ineptitud de
los cargos directivos centrales…
Desde que dejé El
Pino la siguiente parada y fonda fue La Cañada. Y esa duró, y se amplió y se
fue transformando; y sigue en proceso.
Claro que entonces
nadie sabía qué era o dónde estaba eso de la cañada. Ahora toda la ciudad ha
oído hablar de El Peral, como no hace mucho ocurría lo mismo con Valparaíso.
Pero así son las
jugadas de la vida. ¡La muy puñetera!
Y por supuesto, si no perdido, continúo buscando…
Cementerio, exterior e interior. Manzanedo de Valdueza. León
Miguel Ángel, como que no pintabas nada? no, tú pintabas mucho y bien,son muchas las cosas que hiciste, y agradecidos por ello. Los medios nulos, no existían. No estoy de acuerdo sobre que andabas perdido dando las clases, para gusto hicieron colores. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, José Luis, eres muy amable. Por supuesto que los colores y los gustos no siempre coinciden, y que de todo se pueden tener opiniones divergentes, o convergentes, según. Yo personalmente me encontré bastante desubicado y casi nada en sintonía con el resto de profesores; y frente al alumnado, cosa que nunca imaginé. Pero así fueron las cosas, según lo viví.
ResponderEliminarTe agradezco que expreses tus buenos recuerdos. Un abrazo
Qué alegria!! Quizas fuesen profesores mios ..Me hace mucha ilusion leer sus vivencias en un Instituto tan especial si me acuerdo perfectamente de Ezequiela.de Angel,Isabel y Masca un abrazo para todos siempre los recuerdo...Ludy
ResponderEliminarQuizas fuesen mis profesores ....Me alegra mucho leer sus vivencias en el Instituto era muy especial como así el profesorado un saludo de Listo
ResponderEliminarHola luzdivina, bienvenida. No creo que coincidiéramos, yo llegué después. Me alegro de que guardes esos recuerdos. Consérvalos.
ResponderEliminarMuchas gracias!! Así lo haré un saludo y suerte ....
EliminarMuchas gracias!! Así lo haré , un abrazo y suerte para todos...
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